Jonio González, para su serie Second Line de Cuadernos de Jazz, recuerda a una gran pianista de Detroit de la que pocos saben.
In memorian Terry Pollard
La historia del jazz se ha escrito, en gran medida, gracias a esas voces individuales que al sumarse a la voz colectiva encontraron su libertad en la libertad del otro. Muchas de esas voces han perdurado hasta hoy, otras se expresaron en determinado momento y han quedado en la memoria del aficionado como hitos sin los cuales resulta difícil, cuando no imposible, imaginar ciertos períodos, ciertas tendencias, hasta ciertas piezas musicales. Pero las hay que, a pesar de toda su belleza y personalidad, por razones históricas o individuales, por caprichos o distracciones de críticos, historiadores y discográficas, parecen perdidas para siempre. La pianista Terry Pollard fue una de esas voces. Y hasta tal punto lo fue que reconstruir su vida implica reunir fragmentos de comentarios y testimonios la mayor parte de las veces meramente alusivos, de fichas discográficas en que aparece su nombre, de breves notas al pie, buscar afanosamente, y con escaso éxito, sus discos, descatalogados desde hace años salvo contadas excepciones, y con tan escaso material intentar crear el retrato, inevitablemente incompleto, de una artista que merecía, por su originalidad, sensibilidad, imaginación e inteligencia, mucho más que este esforzado ejercicio de memoria y justicia.
Pollard llega al mundo el 15 de agosto de 1931 en Detroit, cuna, entre otros grandes pianistas, de Tommy Flanagan, Sir Roland Hanna, Barry Harris o Kirk Lightsey. Hija de Marmion Stanley Pollard y de Rosetta Hockabook, a la edad de ocho años empieza a tomar clases de piano. Con dieciséis años ya participa profesionalmente en la activa escena jazzística de Detroit, tocando en clubes y acompañando a los músicos de jazz que visitan la ciudad. En 1948 se gradúa en la Pershing High School y se une al grupo del saxofonista Billy Mitchell, quien la descubre en el Blue Bird Inn. Poco después, y hasta 1949, trabaja con Johnny Hill; entre 1950 y 1952 con Emmitt Slay (para entonces ya empieza a alternar el piano con el vibráfono) y entre 1952 y 1953 nuevamente con Mitchell. Con el quinteto de éste (formado además por Thad y Elvin Jones y Jimmy Richardson) participa en la grabación de Swing… Not Spring!, que contiene los temas “Compulsary”, “Blue Room”, “The Zec” y “Alone Together” (lanzado inicialmente por el sello Dee Gee con el título Billy Mitchell Quintet y reeditado luego por Savoy, el catálogo de éste indica erróneamente 1948 como año de grabación). Aunque su participación es principalmente sedentaria, en 1954 Leonard Feather la convoca para una de sus acostumbradas “contiendas”, Cats vs. Chicks. Anunciado en la portada como A jazz battle of the sexes, se trata de enfrentar, en el mismo disco, a un septeto integrado nada menos que por Clark Terry, Lucky Thompson, Urbie Green, Tal Farlow, Oscar Pettiford y Kenny Clarke contra otro formado sólo por mujeres, con Terry Pollard en vibráfono, Norma Carson en trompeta, Mary Osborne en guitarra, Corky Hecht en arpa y el trío de la excelente pianista Beryl Booker, con Bonnie Wetzel en contrabajo y Elaine Leighton en batería. (Vale la pena llamar la atención sobre Booker, que grabó con Don Byas y de quien Chronoligical Classics ha editado sendas selecciones, muy recomendables, de los periodos 1946-1952 y 1953-1954. En cuanto a Leighton, acompañó a Billie Holiday y grabó, entre otros, con Jimmy Raney y Sonny Clark.)
Un año antes, en 1953, Terry Gibbs visita Detroit y una noche asiste al Baker’s Keyboard Lounge, en el que toca Terry Pollard (según otras fuentes fue en el citado Blue Bird Inn, donde nuestra pianista se presentaba con el grupo de Billie Mitchell). Al igual que le ocurriera a Mitchell (dondequiera que la escuchase), queda literalmente fascinado con lo que oye y le propone unirse, como pianista y segundo vibrafonista, a su cuarteto, con el que está a punto de iniciar una gira por todo el país. Pollard acepta, dando comienzo así a un breve pero extraordinariamente rico periodo de su efímera carrera.
En enero de 1955 viaja a Los Ángeles para grabar en los estudios de Bethlehem el que será su único disco a su nombre, Terry Pollard, frente a un quinteto que incluye a Don Fagerquist en trompeta, el tan boppero como lírico Howard Roberts en guitarra (merecedor de un futuro Second Line), más Herman Wright y Frank DeVito en contrabajo y batería respectivamente. En él Pollard expone sus numerosas cualidades, que incluyen sorprendentes cambio de tiempo (Where Or When), dominio modélico del bop (Scrapple From The Apple), una presencia constante del blues, un raro control de cualquier tipo de sentimentalismo en las baladas (The More I See You), un profundo sentido del swing y una digitación precisa. En su pianismo hallamos ecos de Bud Powell vía Flanagan, Harris y el primer Silver (“pero más refinada que éste”, en opinión de George Colligan), y sobre todo una seguridad y claridad de ideas asombrosa, tanto en los solos como en los diálogos, en especial con un muy inspirado Roberts. El que no comparta con quien esto escribe la fortuna de conseguir el disco, hallará (relativo) consuelo en Portrait Of A Great Jazz Artist, un recopilatorio de Don Faguerquist publicado por Fresh Sound en sus Jazz City Series en 2005. En él se encuentran los tres temas en que interviene el trompetista: Feddi (posiblemente el único tema de su autoría que Pollard grabaría jamás), Autumn Serenade y Almost Like Being In Love.
Ese mismo año, instalada ya en Nueva York, donde tiene ocasión de tocar con Charlie Parker, registra, para EmArcy, el primero de sus cuatro discos con el cuarteto de Gibbs (no será la única mujer que acompañe al piano al vibrafonista, ya que posteriormente lo harán Pat Moran y Alice McLeod, luego Coltrane). A estas alturas Pollard ya ha captado la atención de aficionados y críticos. Samuel Chell escribe en All About Jazz acerca de ella: “Posee un swing poderoso y un ataque tan incisivo y percusivo como Gibbs, una energía implacable y una capacidad extraordinaria no sólo para la elaboración de climas en sus solos sino para hallar nuevas ideas musicales en el fragor de la acción [sic].” Y no yerra Chell. La música de Gibbs, al menos en sus comienzos, en una mezcla de bop y swing, lenguajes ambos que Pollard domina a la perfección; parafraseando a Wynton Marsalis (con perdón), Pollard sabía en todo momento cuándo, cómo y cuánto debía intervenir (su capacidad de empatía y control acompañando a Gibbs en Blues My Souls son sencillamente admirables). Quien la escuche sobre todo en los tres primeros álbumes del vibrafonista, Terry Gibbs, Vibes On Velvet y, ya en 1956, Mallets Aplenty (el primero y el tercero han sido reeditados por Fresh Sound en 2007 en un volúmen: Terry Gibbs Quartet. Featuring Terry Pollard) comprobará que Pollard rivalizaba con Gibbs en ataque, vigor y fraseo (Seven Come Eleven), que en los tiempos lentos posee una sutileza refinada pero firme (escúchese su introducción a Lonely Dreams) y, cuando corresponde, una languidez para nada efectista (Mean To Me), así como una rara capacidad para avanzar y retroceder sobre el tempo (King City Stomp) y una fidelidad constante al blues, sin importar el contexto (Dickie’s Dream).
Mil novecientos cincuenta y seis será el gran año en la carrera de Pollard: vuelve a grabar con Gibbs, ahora formando parte de su orquesta (junto con Bob Brookmeyer, Ernie Royal, Al Cohn, Hal McKusick, Nick Travis y un etcétera de similar nivel) y hace lo propio con el quinteto de Dick Garcia (Message From: Garcia, reeditado en 1998 por Blue Moon y actualmente descatalogado), alternándose nada menos que con Bill Evans y con destacadas intervenciones en It Could Happen To You y If I’m Luck. Pero por encima de todo, y como demostración de hasta qué punto estuvo considerada en su momento, gana la encuesta de Downbeat como mejor nueva artista por encima de Milt Jackson. Al año siguiente interviene en el concierto de las famosas Birdland Stars en el Carnegie Hall, codeándose con Sarah Vaughan, Jeri Southern, Billy Eckstine, Phineas Newborn, Bud Powell, Count Basie, Chet Bake, Zoot Sims, etc. Asimismo, aparece con Gibbs en el Tonight Show, el programa televisivo de Steve Allen y uno de los de mayor éxito por entonces (es una de las primeras jazz women que lo hacen). En él el cuarteto interpreta Gibberish (sobre las armonías de Oh, Lady Be Good), y en un dúo de vibráfonos, y con el propio Allen al piano, Now’s The Time, de Charlie Parker.
Sin embargo, en 1957, a la edad de veintiséis años, Terry Pollard decide decir adiós a todo eso, a Nueva York, los clubes nocturnos y las giras, y regresar a Detroit a criar a sus dos hijos. Pero no por ello abandonará del todo su actividad.
El 11 de junio de 1959 entra en los estudios de Savoy para grabar con el quinteto de Yusef Lateef lo que a la postre serán dos álbumes: The Dreamer y Yusef Lateef’s Fabric Of Jazz. Quien esto escribe sólo ha tenido acceso al primero. Las intervenciones solistas de Pollard en él son escasas, pero no por ello menos destacables, en especial su solo en Arjuna. Al lector que quiera saber dónde residían los muchos méritos de Pollard le bastará con escucharla en este tema: presencia del blues, swing implacable, una sonoridad austera pero punzante al servicio de una imaginación para nada desbordada sino dirigida a decir aquello que se quiere decir y elegir con inteligencia lo que se encuentra por el camino. A partir de estas grabaciones, y de la que haría dos años más tarde con el cuarteto de la arpista Dorothy Ashby, la vida de Pollard entra en un cono de sombra, o continúa siendo la vida de un ser humano común y corriente. Se sabe que, como en sus comienzos, acompañó a muchos artistas que pasaban por la ciudad, de Alma Smith a Diana Ross & The Supremes. Se sabe que entre diciembre de 1959 y febrero de 1960 tocó con Joe Henderson en el Blue Bird Inn y The Counterpoint y en marzo de 1960 con James Moody y Sonny Stitt en el Gold Room (la leyenda afirma que existen registros de dichas actuaciones). Se sabe que durante años amenizó con su trío las veladas del Hobby Bar, que fue incluida en el Michigan Jazz Hall of Fame, que en los años ochenta sufrió varios ataques que le imposibilitaron volver a tocar el piano, que en octubre de 2000 se trasladó a vivir con su hijo Dennis a Nueva York y que nueve años más tarde, el 16 de diciembre de 2009, moría. La suya fue una vida como la de cualquiera, con el entusiasmo de la juventud y la renuncia de quien decide poner a su familia por delante de sus anhelos primeros. Anhelos que, sin embargo, se ven cumplidos cada vez que la escuchamos.
DISCOGRAFÍA
Como líder
1955: Terry Pollard (Bethlehem)
Con Billy Mitchell
1952: Swing… Not Spring! (Savoy )
Con Clark Terry
1954: Cats vs. Chicks (MGM)
Con Terry Gibbs
1955: Terry Gibbs (EmArcy)
1955: Vibes On Velvet (EmArcy)
1956: Mallets A Plenty (EmArcy)
1956: Swingin’ With Terry Gibbs And His Orchestra (EmArcy)
Con Dick Garcia
1956: Message From: Garcia (Dawn)
Con Yusef Lateef
1959: The Dreamer (Savoy )
1959: Yusef Lateef’s Fabric Of Jazz (Savoy )
Con Dorothy Ashby
1961: Soft Winds (Jazzland)
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