sábado, 18 de febrero de 2012

Una noche en Créteil, al sur de París

(París, de nuestro enviado especial) Pasado el fin de semana en Dublín y recuperadas parcialmente las fuerzas gracias a unas cuantas pintas de cerveza, el enviado de Minton's en París disfrutaba anticipadamente del concierto de Steve Kuhn, en el New Morning, que iba a tener lugar el martes 14 de febrero. Cuál no sería su sorpresa cuando, billete en mano, vino a descubrir en la puerta misma del local e, que el concierto se había levantado. Ante la adversidad, pensó de inmediato qué hacer y contemplando el cielo vio que las nubes se abrían y que por entre éstas asomaba la familiar cara de Guillermo Hernández, con barba de dos días, quien le dijo: "Dale, boludo, tenés una misión que cumplir, hay mucha gente que espera, mandarte a Francia nos costó caro".
Sin caer en la melancolía y oyendo la voz del deber --que curiosamente tenía un cierto acento a la localidad de Merlo, hay mucha gente que espera  Merlo--, decidió entonces renovar sus esfuerzos para cumplir la misión que le había sido asignada, por lo que reinvirtió el valor de la entrada en el estudio exhautivo de los saxofonistas Rudresh Mahanthappa y Bunky Green, próxima misión asignada para el viernes 17, en otro concierto. La primera medida entonces fue documentarse. Se enteró entonces de que Apex, tal el nombre proyecto de ambos músicos, les había valido la tapa de la hoy devaluada Down Beat.
Asimismo, procedió a buscar en varias disquerías hasta dar con Apex, disco que refleja los esfuerzos de los saxofonistas y que anticipa lo que proponen en sus shows en vivo. Al cabo de una búsqueda que se reveló más compleja de lo esperado, dio con el CD, que fue editado en 2010 por el sello Pi Recordings. Además de Mahanthappa y de Green, en el disco tocan Jason Moran (piano), Francois Moutin (contrabajo acústico) y Jack DeJohnette y Damion Reid (baterías). Se trata de la música de dos virtuosos que prefieren poner en primer plano las composiciones antes que las acrobacias que podrían hacer con el saxo alto del cual, cada uno a su manera, son hoy referentes indiscutidos. Sin ir más lejos, Mahanthappa fue elegido este año como el mejor en su instrumento por Down Beat y por varias revistas europeas, mientras que Bunky Green, luego de muchos años de silencio --fundamentalmente dedicados a la enseñanza-- es hoy, para muchos, un maestro indiscutido y el creador de una línea de fuerza que, de manera similar a Lee Konitz, explora caminos no transitados por Charlie Parker. Se trata, en síntesis, de un disco formidable.
Cumplidos estos pasos, el enviado especial de Minton's se dirigió entusiasmado, a Créteil, otro suburbio obrero también regido por el Partido Comunista, que en el marco del festival Sons d'Hiver, alojaba en la maravillosa Gran Sala de su teatro de la Maison de Culture lo que iba a ser un gran concierto. En primera parte Mahanthappa y Green acompañados por David Virelles (piano), Joe Sanders (contrabajo) y Damien Reid (batería) y en la segunda parte Pharoah Sanders  & The Sao Paulo / Chicago Underground, un grupo mixto de gran despliegue y mucha prensa previa.

Amarga sería su desilusión al llegar y enterarse de que Mahanthappa no iba a estar presente, con lo que ahora se anunciaba a Bunky Green con el Eric Legnini Trío. Apenas los músicos empezaron a tocar, la desilusión cedió paso a la sorpresa y la alegría. En primer lugar, los méritos de Green fueron sobrados. Toda la experiencia ganada con Charles Mingus, Elvin Jones y Sonny Stitt, más los años de retiro de los escenarios, pero consagrados a la enseñanza de la música, le dan un aplomo que pocos músicos exhiben como él. Relajado, generoso con sus compañeros, de muy buen humor y con un virtuosismo fascinante incluso a los 75 años, dio una gran lección de cómo se puede tocar un instrumento cuando se tiene algo que decir. Lo sorprendente es que sus compañeros en el escenario no se quedaron atrás. Debiendo cubrir las plazas de los músicos anunciados, que nunca llegaron, Eric Legnini al piano y al Fender Rhodes, Thomas Bramerie en el contrabajo y Franck Agulhon en batería resultaron acompañantes ideales. El belga Legnini --a quien muchos tuvieron la oportunidad de ver en Buenos Aires cuando tocó con Steffano Di Batista-- es un pianista inteligente y capaz de un swing extraordinario. Bramerie es, además de un gran melodista, un contrabajista lleno de imaginación, al punto que fue quien más solos realizó después de Green, con el beneplácito del líder, quien lo alentó en cada oportundiad. Agulhon, un baterista quizás menos camarístico de lo que necesitaba el cuarteto, estuvo sin embargo a la altura de los acontecimientos. En síntesis, fue una primera parte fascinante.
Para los interesados en considerar explorar la rica prosapia de Green, se ofrece a continuación una breve lista de sus discos como líder.
  
Step High (also known as My Baby) (1960, Exodus) 
Testifyin' Time (1965, Argo) 
Playin' for Keeps (1966, Cadet) 
The Latinization of Bunky Green (1967, Cadet) 
Transformations (1977, Vanguard) 
Visions (1978, Vanguard) 
Places We've Never Been (1979, Vanguard) 
In Love Again (1987, Mark) 
Healing the Pain (1989, Delos) 
Another Place (2006, Label Bleu) 
The Salzau Quartet Live at Jazz Baltica (2008, Traumton Records) 

La segunda parte del show, ante un teatro colmado, fue con Pharoah Sanders y su grupo actual. Éste está compuesto por un trío brasileño --Sao Paulo Underground--, con Mauricio Takara, en percusiones, cavaquinho y efectos electrónicos, Guilherme Granado, en teclados, percusiones y samplers y Ricardo Ribeiro, en batería, a quienes se suman Rob Mazurek en corneta y efectos electrónicos, Chad Taylor, en batería, mbira y efectos electrónicos, y un increíble Matthew Lux, en bajo eléctrico. Si bien el ejemplo no se corresponde exactamente con lo presenciado por el enviado especial, habría que pensar e el Ornette Coleman de Virgin Beauty para tener una idea de la música que entre todos tocaron esa noche: una pared de sonido de muchísima intesidad, producida por los efectos electrónicos, sobre la que se sumaba un contrabajo y baterías tocadas a volumen atronador y, encima de todo eso, dos solistas o uno, si se considera lo poco que es capaz de tocar hoy en día Pharoah Sanders. Dicho lo cual queda en claro que todo el gasto lo hace una trompeta que alterna la sordina con el sintetizador, en un remedo del Miles Davis de la última época. No cabe comparación con lo que tocaron antes Bunky Green y el trío de Legnini porque se trató, en esta última parte del show, de una música bastante superficial que, no obstante, se dejaba escuchar con un interés que, por ejemplo, no tienen para este enviado The Bad Plus o, incluso, Medeski, Martin & Wood. Al cabo de una hora y media, Pharoah Sanders  --quien ya estaba liquidado cuando pasó por Buenos Aires, hace casi veinte años-- apenas podía estar de pie. Los músicos saludaron y la noche lluviosa y fría del suburbio se cirnió sobre el enviado, que, considerando que había cumplido, corrió a tomar el último subte.

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