Esto que sigue es lo que
contestó Jonio González, requerido por Cuadernos de Jazz, resumiendo como crítico lo más significativo de 2013.
CINCO DISCOS
Magic 101: Frank Wess (IPO)
Free Flying: Fred Hersch y Julian Lage (Palmetto)
The Sirens: Chris Potter (ECM)
Without a Net:Wayne
Shorter (Blue Note)
Jazztet. The Complete Sessions: Art Farmer/Benny Golson (Jazz Dynamics)
Free Flying: Fred Hersch y Julian Lage (Palmetto)
The Sirens: Chris Potter (ECM)
Without a Net:
Jazztet. The Complete Sessions: Art Farmer/Benny Golson (Jazz Dynamics)
Se nos pide
que elijamos cinco títulos, y el que resulte difícil decidirse ya es una buena
señal. Para empezar, optamos por las reediciones, y dejando a un lado, no sin
un esfuerzo considerable, The
Complete Jazz Lab Sessions (Jazz Dynamics), The
Jazz Workshop Concerts 1964, de Charles Mingus y The Clifford Brown & Max Roach
EmArcy Albums (Mosaic, en los dos casos), nos inclinamos por Jazztet. The Complete Sessions (Jazz Dynamics),
y lo elegimos, fundamentalmente, como un homenaje al gran Benny Golson, uno de
los últimos grandes clásicos del jazz. En cuanto a lo publicado a lo largo de
2013, la lista (opinable y frustrante, como toda lista) incluye Magic 101, de Frank Wess; Free
Flying, de Fred Hersch y Julian Lage;The
Sirens, de Chris Potter, y Without a Net (Blue Note), del
cuarteto de Wayne Shorter, a excepción del disco de Wess, no necesariamente en
ese orden.
Las razones de esta selección son múltiples y resumirlas no resulta sencillo. Digamos que el de Wess (que murió en 2013) es un gran disco de jazz a secas (y uno de los mejores de su autor), sin etiquetas, emotiva, atemporal y técnicamente impecable de uno de los grandes saxofonistas y, sobre todo, flautistas de la historia de esta música. Por su parte, el registro de Hersh y Lage constituye un hermoso ejemplo de compenetración e invención conjunta, un camino de Bach al tango pasando por la música brasileña recorrido con un único vehículo: el jazz. En cuanto a Potter, consigue apartarse, a pesar de la rítmica, de ciertas tiranías del "sonido ECM" (las mismas que han malogrado el último registro del prometedor Aaron Parks) y se muestra abrasivo, potente como pocas veces, próximo a Rollins y al mismo tiempo muy seguro de sí. Un Shorter incombustible, por fin, hace una suerte de repaso de su vida artística, revisita a Weather Report y Miles Davis y nos ofrece en Pegasus veintitrés minutos de atemperada pasión y, todavía, búsqueda.
ACONTECMIENTO,
NOTICIA…
De
los innumerables sucesos que debieron de ocurrir, y sin duda ocurrieron, en el
ámbito del jazz, dos son dignos de destacar, por motivos subjetivos, ante todo,
y por más de una razón objetiva. El primero de ellos fue la presencia en el
Jamboree de Barcelona de Lou Donaldson, una de las pocas leyendas vivientes del
jazz. Si bien lleva años repitiendo el mismo concierto y tocando prácticamente
los mismos temas, Donaldson supo transmitir espontaneidad, dio una auténtica
lección de swing, imaginación y precisión, y demostró poseer todavía una
potencia sorprendente para sus ochenta y siete años. El otro acontecimiento ha
sido la reedición (por la editorial Gauderio, de Buenos Aires) de Memorias de un
ladrón de discos, de Carlos Sampayo. Y lo ha sido porque no existe
ningún libro similar en castellano y muy pocos en otras lenguas. En él la
música no es mera ilustración, como podría serlo en un Nick Hornby, o el motivo
principal de la escritura, como en Boris Vian o Philip Larkin, no sólo
acompaña, sino que forma parte de cada acontecimiento, cada recuerdo,
cada evocación, convirtiéndose en una con la vida. Sampayo demuestra así una
rara maestría para conjugar erudición, anécdota, análisis, testimonio y
memoria, para trazar el retrato de un músico y a continuación, si no
simultáneamente, explicar o intentar entender qué senderos ha tomado y hacia
dónde se encamina su propia vida. Un libro imprescindible para cualquier amante
del jazz y de la buena literatura.
ARTISTA
DEL AÑO
Si
en algo es rico el jazz de unos años a esta parte es en promesas. La mayoría de
ellas desaparecen con el tiempo, o continúan siendo promesas: en las últimas
encuestas de DownBeat (agosto de 2013) continúan apareciendo como rising stars músicos tan contrastados como Donny McCaslin, Myron Walden,
Bill McHenry, Aaron Goldberg o George Colligan. No obstante ello, lo cierto es
que hay nombres que merecen una especial atención. Me inclino, a tenor de sus
más recientes discos, por cuatro pianistas: Christian Sands, Gerald
Clayton,
Aaron Diehl y Marc Cary (los registros de los dos últimos, The Bespoke Man's
Narrative, en Mack Avenue, y For the Love of
Abbey, en Motéma Music, respectivamente, merecen
figurar entre lo mejor del año). En todos ellos encontramos la convicción de
los clásicos: en Cary un dominio modélico del ritmo y la energía, en Clayton
(de quien todavía recordamos el excepcional Two-Shade, EmArcy) una aguda inteligencia para tender
puentes entre la modernidad y la tradición, y en Sands y en Diehl una virtud
que las nuevas generaciones parecen haber olvidado: la elegancia. No fueron las
únicas "estrellas nacientes" que se afianzan con cada disco: el
siempre interesante Orrin Evans (It Was Beauty, Criss Cross), Giovanni Guidi (City of
Broken Dreams, ECM)
y el vibrafonista Warren Wolf (Wolfgang, Mack Avenue) también aportaron obras
sumamente recomendables. Muchos grandes músicos nos dejaron en este 2013, es
cierto, pero al parecer existe recambio suficiente (si el genio, la suerte y la
"prepotencia de trabajo", que diría Roberto Arlt, acompañan) para
mantener viva la llama.
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