A Jonio González se le ocurren cosas que luego sus lectores agradecemos. Por caso, crear la siguiente guía de escucha de Hermeto Pascoal (Arapiraca, 22 de junio de 1936), uno de esos grandes e inclasificables músicos brasileños.
Hermeto Pascoal: Brevísima guía de escucha
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en el universo musical de Hermeto Pascoal es una experiencia en el sentido lato
del término, un verdadero experimento que termina en aprendizaje que condiciona
los conceptos estéticos del oyente. Se trata de un universo formado por ritmos
como samba, frevo, baiao o forró, superpuestos a lo que solía llamarse fusión
más ciertos conceptos musicales que remiten a los impresionistas, Berg, Boulez
o un Zappa menos grave y hasta más festivo. Si este genio inclasificable
(y pocas veces mejor utilizado el tópico) se dio a conocer internacionalmente
al colaborar con Miles Davis en Live Evil, de
1970, para el que compuso dos temas, Little Church y Nem um talvez (que aparece firmado por Davis),
llevaba ya años dando sobradas muestras de su talento. Para comprobarlo, el
aficionado puede empezar por cuatro discos, el homónimo del Conjunto Som 4
(Continental, 1964), Em som maior, del
Sambrasa Trio (Som Maior, 1965), el homónimo del Quarteto Novo (Odeón, 1967) y Brazilian
Octopus (Fermata, 1969).
El
primero, en el que intervienen el propio Hermeto en piano y flauta, Papudinho
en trompeta, Azeitona en contrabajo y Edilson en batería, fusiona jazz, bossa
nova y samba. Los temas que lo componen pertenecen a pesos pesados de la música
popular brasileña, como Baden Powell y Vinicius (Consolaçao), Tom Jobim (Inutil
Paisagem), Carlos Lyra, Edu
Lobo, Durval Ferreira, Marcos Valle o Moacir Santos, y es una buena muestra de
lo que por entonces se cocía. Mejor muestra es, sin embargo, el disco del
Sambrasa Trio, integrado por Hermeto, Humberto Claylor (uno de los mejores
contrabajistas brasileños de su tiempo, que se doblaba en armónica) y Airto
Moreira en percusiones varias. El repertorio es similar al anterior, con
composiciones de Edu Lobo, Vinicius, Marcos Valle o Roberto Menescal, pero
instrumentalmente es más rico y, además, Hermeto graba su primer tema, Coalhada, con un magistral solo de Claylor.
Brazilian Octopus probablemente
sea el disco más raro que grabó Hermeto en su vida. Encabezado por el pianista
Cidio Bianchi (que había colaborado con Milton Banana y a quien algunos
llegarían a considerar una suerte de nuevo Sergio Mendes) e integrado entre
otros por Alemao Stocker (autor de un himno generacional como O
Caderninho) y Lanny Gordin,
se trataba de un grupo eminentemente comercial que mezclaba pop con música
cubana, temas de Edu Lobo y versiones semitropicalistas de la Pavana de
Fauré. El disco es casi inconseguible, pero vale la pena cierto esfuerzo
(aunque, ya puestos, quizá sea preferible dedicar éste a hacerse con los
registros de Som Imaginário).
Tras sus colaboraciones a comienzos de los años setenta con Miles Davis, Duke Pearson y Airto Moreira, su etapa estadounidense produce dos discos, Hermeto (Buddah, 1972) y Slaves Mass (Warner, 1976), acompañado de músicos de la talla de Joe Farrell, Thad Jones, Joe Newman, Ron Carter o Hubert Laws en el primero, Hugo Fattoruso, Laudir de Olivera, Alphonso Johnson o Raul de Souza en el segundo. En el primero, con orquestaciones que recuerdan por momentos a Gil Evans, Hermeto multiplica los climas, los contrapone, aniquila y resucita, yendo de lo etéreo a lo macizo, o viceversa. En el segundo, uno de los discos más populares de nuestro hombre, tal vez, nos sume en el desconcierto al interrumpir la más sutil melodía para internarse en terrenos próximos al free, yendo constantemente de la improvisación libre al samba y del samba a la fusión en collages que incluyen coros angelicales, gritos, llanto, risa y chillidos de cerdos, literalmente. Entropía en constante movimiento, como ha escrito el crítico Eduardo Hojman.
Tras sus colaboraciones a comienzos de los años setenta con Miles Davis, Duke Pearson y Airto Moreira, su etapa estadounidense produce dos discos, Hermeto (Buddah, 1972) y Slaves Mass (Warner, 1976), acompañado de músicos de la talla de Joe Farrell, Thad Jones, Joe Newman, Ron Carter o Hubert Laws en el primero, Hugo Fattoruso, Laudir de Olivera, Alphonso Johnson o Raul de Souza en el segundo. En el primero, con orquestaciones que recuerdan por momentos a Gil Evans, Hermeto multiplica los climas, los contrapone, aniquila y resucita, yendo de lo etéreo a lo macizo, o viceversa. En el segundo, uno de los discos más populares de nuestro hombre, tal vez, nos sume en el desconcierto al interrumpir la más sutil melodía para internarse en terrenos próximos al free, yendo constantemente de la improvisación libre al samba y del samba a la fusión en collages que incluyen coros angelicales, gritos, llanto, risa y chillidos de cerdos, literalmente. Entropía en constante movimiento, como ha escrito el crítico Eduardo Hojman.
Entre
uno y otro de los discos anteriores encontramos otra obra clave de O Bruxo,
como se lo conoce: A Música Livre de Hermeto Paschoal [sic]
(Sinter, 1973). Primer disco a su nombre editado en Brasil, acompañado por
músicos de la calidad (y el cuasianonimato) de los saxofonistas Mazinho y Bola,
por mencionar dos, Hermeto ofrece lo que se espera de él: riesgo, sorpresa,
belleza (ahí están Asa branca oCarinhoso, de Pinxinguinha), sobre todo en una
composición que podría definirse como su ars poetica: Gaio da Roseira. Con sus múltiples atmósferas, sus quiebros
inesperados, desconcertantes, turbadores, sus voces grabadas, manipuladas y
empleadas como instrumentos, nos hallamos ante una suerte de sinfonía de la
libertad.
Tras este puñado de obras maestras (con Hermeto la expresión puede utilizarse sin miedo a exagerar), el oyente que todavía quiera más puede recurrir a una serie de auténticas joyas que llevan por título Zabumbé-bum-á (Warner, 1979), Cérebro magnético (Warner, 1980) Hermeto Pascoal & Grupo (Som da Gente, 1982), Só Não Toca Quem Não Quer (Som da Gente, 1987), Per diferentes caminhos (Som da Gente, 1989) y Festa dos deuses (Warner, 1992). En ellos el Brujo demuestra, una vez más, que para él todos los sonidos son músicas, de un manojo de llaves a los ladridos de un perro (que dista, por fortuna, de ser el de Steve Marriott grabado por Pink Floyd en Meddle) pasando por la ejecución, a veces en un mismo tema, de más de diez instrumentos (Suite Paulistana), o por solos de piano cargados de evocaciones múltiples que suponen encuentros entre el folclore, el jazz y la llamada música contemporánea de raíz europea, en una amalgama tan bella como literalmente mágica (Fale mais um pouquinho, por mencionar un tema), que la experiencia que propone al oyente a través de su inventiva rítmica, melódica y armónica no tiene límites, que todo es musicalmente posible, que el free puede hermanarse con el forró y en el camino convertirse en fusión o, sencillamente, jazz (versionando Round Midnight, por ejemplo), que la melancolía, el humor y la alegría que destilan temas como O gaio do airan(con canto de gallo incluido) o Pensamento positivo, con su manipulación de la voz humana, surgen de la misma alma a la que dan forma.
Tras este puñado de obras maestras (con Hermeto la expresión puede utilizarse sin miedo a exagerar), el oyente que todavía quiera más puede recurrir a una serie de auténticas joyas que llevan por título Zabumbé-bum-á (Warner, 1979), Cérebro magnético (Warner, 1980) Hermeto Pascoal & Grupo (Som da Gente, 1982), Só Não Toca Quem Não Quer (Som da Gente, 1987), Per diferentes caminhos (Som da Gente, 1989) y Festa dos deuses (Warner, 1992). En ellos el Brujo demuestra, una vez más, que para él todos los sonidos son músicas, de un manojo de llaves a los ladridos de un perro (que dista, por fortuna, de ser el de Steve Marriott grabado por Pink Floyd en Meddle) pasando por la ejecución, a veces en un mismo tema, de más de diez instrumentos (Suite Paulistana), o por solos de piano cargados de evocaciones múltiples que suponen encuentros entre el folclore, el jazz y la llamada música contemporánea de raíz europea, en una amalgama tan bella como literalmente mágica (Fale mais um pouquinho, por mencionar un tema), que la experiencia que propone al oyente a través de su inventiva rítmica, melódica y armónica no tiene límites, que todo es musicalmente posible, que el free puede hermanarse con el forró y en el camino convertirse en fusión o, sencillamente, jazz (versionando Round Midnight, por ejemplo), que la melancolía, el humor y la alegría que destilan temas como O gaio do airan(con canto de gallo incluido) o Pensamento positivo, con su manipulación de la voz humana, surgen de la misma alma a la que dan forma.
Para
la etapa final de Hermeto nos quedamos con Mundo verde esperança (Selo Rádio, 2003) y Chimarrao
com rapadura (Tratore, 2006). En el primero, acompañado de la Itiberé Orquestra
Familia, entre otros, incluidos su hermano Elisio y su hijo Fabio, Pascoal
ofrece composiciones de gran dinamismo que llevan su sello inconfundible y se
encuentran entre las más logradas de su fructífera carrera, como Taiane o Celso. En el segundo, un disco a dúo con su actual
esposa, Aline Morena, el genio estrábico da más preponderancia que en otras
obras a la parte visual y, como es normal en él, se atreve con todo, desde el
tango (Divina na milonga)
hasta Kein
Wort, el aria del acto segundo de La
flauta mágica. Por cierto, entre
los múltiples instrumentos que Hermeto y Aline tocan deben incluirse la puerta
del estudio de grabación (él) y el vestido de frascos de yogurt con sombrero de
castañuelas (ella), lo que sin duda contribuye (aunque no determina) el que su
música no sólo hechice sino que cree adicción.
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