“El contrabajista, que trabajó con Gato Barbieri, Téte
Montoliú, Johnny Griffin y Woody Shaw, creó su nuevo álbum, intentando retratar
en cada pieza a pájaros autóctonos”, dice la bajada de la nota que publicó hoy
Cristian Vitale, en el diario Página 12, a pocos días de la presentación de Horacio
Fumero en Buenos Aires.
Que un disco de jazz esté basado
totalmente en pájaros sorprende... hasta ahí. Al principio apenas, cuando a
cada pieza corresponde el nombre de un ave, argentina en este caso, y genera
una singular imaginación a priori. Pero es el mismo autor, Horacio Fumero, el
que naturaliza la situación. O desnaturaliza la sorpresa. Enmarca con el apodo
Charlie Parker, el creador del bebop (Bird); acerca con piezas sueltas del
género que intentan pintar con sus músicas diversos bichos voladores
(“Ornithology”, del mismo Parker, “The Peacoks”, de Jimmy Rowles y Gary Foster,
o “Bye Bye Blackbird”, la casi centenaria pieza de Ray Henderson y Mort Dixon),
y remata con un trabajo entero, conceptual, de Dave Holland, en cuyo nombre no
filtran dudas: Conference of the Birds. Ubica, en suma, su flamante disco
Vuelos en un contexto de realidad, amparado en sus precedentes. “No soy yo
quien pueda comparar mi humilde homenaje con lo que realizaron tan grandes
figuras del jazz, pero me gusta pensar que hemos compartido algunas visiones”,
se limita a decir él, mientras está de gira por los cielos fríos de Europa
Central, antes de presentarse los sábados 18 y 25 de enero junto a Adrián Iaies
en Café Vinilo (Gorriti 3780).
Vuelos, tal como su nombre
indica, es un intento conceptual del histórico contrabajista de retratar aves
autóctonas con sonidos. De musicalizarlas. Sustentado en el trío que completan
Diego Schissi en piano y Mariano Loiácono en trompeta, Fumero trata de emular
los cantos del chimango, la torcacita, el tero, la cigüeña, el chajá, el
carancho, el tordo músico, el ñandú –todos bajo idea propia–, más un plus ajeno
(“Las golondrinas”), cuya versión original corresponde a Eduardo Falú. “Pocos
días antes de entrar en el estudio falleció Falú y, conmovido por la noticia,
quise rendirle un pequeño homenaje con sólo las cuatro cuerdas del
contrabajo... Se me apareció su voz cantando ‘adónde te irás volando por esos
cielos’ y, bueno, las golondrinas tenían que estar presentes, ¿no? Como son
aves migratorias, hice un guiño musical, modulando su melodía por tonalidades
alejadas unas de otras, tritonos, terceras menores... Falú fue enorme. Recuerdo
cuando oíamos en discos de 78 rpm su ‘Tonada del viejo amor’, en aquellos
largos veranos de la infancia”, explica y evoca el ex contrabajista del Gato
Barbieri, Téte Montoliú, Johnny Griffin y Woody Shaw, entre otros pesos pesados
del género, nacido hace más de seis décadas en el paraje campero y santafesino
de Cañada Rosquín.
–Se intuye que su infancia
rural ha aparecido en este disco...
–Recuerdo especialmente los
pájaros de mi infancia, sí. Es algo mágico un ser vivo que vuela, ¿no? En el
campo, en aquellos años, había una enorme variedad de especies de pájaros y
mariposas, y siempre me maravillaron sus vuelos, sus cantos, sus nidos... El primer
tema que compuse se llamaba “Hornero”, hermoso ejemplo de pájaro constructor
que la gente respeta tanto. Y resulta que la música es fundamentalmente
construcción, lo que pasa que es construcción con aire, con vibración de aire
que se transporta del emisor al oído de quien está escuchando: esto también es
mágico.
Para imaginarle una música al
resto de las aves regionales, Fumero se basó en las onomatopeyas que distinguen
sus cantos –el “teru teru”, por caso– o en características especiales que
surgen de oír los sonidos del ñandú, la cigüeña o el tordo músico. “En el caso
del ñandú pensé en sus largos pasos y escribí el tema siguiendo una serie de
cuartas musicales que hacen un progreso rapidísimo en la escala musical hacia
lo agudo o hacia lo grave. En el de la cigüeña quise evocar algo, una cierta
nostalgia de algo que quizá nunca existió, pero que nos gustaría que hubiera
existido. Y ‘Tordo músico’ está dedicado a mi desaparecido hermano Hugo, porque
era su pájaro preferido”, explica Fumero sobre ciertas piezas de este singular
disco surgido tras su paso por el programa de televisión Ocells, palabra
catalana cuyo significado en castellano es, claro, pájaros. “Lo hicimos hace un
año para TV3 de Rosario, y el disco fue idea de Horacio Vargas, su productor”,
informa.
–Bajo la impronta del jazz, que
da para todo...
–Bueno, sí, es una música que me
fascinó desde el principio, pero no es la única música para mí. Me gusta
definirme como músico, así, a secas y no como “músico de”. No pertenezco a
ninguna secta musical, me gustan todas las músicas que están hechas con esa
mezcla maravillosa de corazón y cerebro: el folklore, el tango, la música
árabe, la hindú, el flamenco, en fin, hay tantas...
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