Diego Fischerman entrevistó a John McLaughlin, quien, después de un
largo hiato de 22 años, se presentará el próximo viernes en el Teatro Gran Rex.
La nota y sus subnotas se publicaron hoy en Página
12. La cobertura contrasta con la indigencia de las otras notas realizadas
hasta ahora por otros medios, como la simple lectura permite comprender.
“Hoy el jazz ya no es pasional ni expresivo”
Para
algunos es el creador de la Mahavishnu Orchestra. O el de Shakti. O aquel que
participó en agunos de los mejores discos del jazz inglés a fines de los 60. O
uno de los integrantes de aquel trío de virtuosos junto a Paco De Lucía y Al Di
Meola. O el guitarrista que selló el tránsito de Miles Davis hacia el
jazz–rock. Y está, por supuesto, su estilo, tan imitado como difícilmente
imitable. Muchos pueden reconocer, en distintos momentos de la carrera de John
McLaughlin, a un ídolo. Y cualquiera de ellos, el héroe de la velocidad, el que
abrió la puerta del jazz a los ritmos indios, el guitarrista de Miles, el
continuador de Coltrane por otros medios o el armonista à la Bill Evans , se basta por
sí solo para garantizar un lugar en el parnaso.
Experimentador
de los formatos más variados –y más originales–, en su música, sin embargo, se
lo reconoce de inmediato. Puede estar sonando con un cuarteto de guitarras, con
un percusionista de la India
o con un guitarrista flamenco pero este músico inglés, nacido en Doncaster,
West Riding of Yorkshire, suena siempre fiel a sí mismo. Una de las palabras
que repetirá en su charla con Página/12
será “honestidad”. Otra es “generación”. Y que ése no es un dato menor para
alguien nacido en 1942, el mismo año que Jimi Hendrix. “Mis héroes vienen del
jazz: Miles, Coltrane. Pero la música de mi generación es el rock. Ese es mi
sonido”, sintetiza. A pocos días de una nueva visita a la Argentina –la anterior fue
hace 22 años–, en la que presentará su grupo actual, The 4th Generation, con el
que viene tocando desde hace 7 años, John McLaughlin afirma que “casi todo lo
que escucho en el jazz, actualmente, es malo. Porque es superficial y está
lleno de lugares comunes. Yo he tocado rock’n’ roll y rhythm & blues. Lo he
tocado para vivir, porque en Inglaterra era imposible vivir haciendo jazz y
escuché rock bueno y rock malo. Pero había, en ese entonces, una vitalidad. Fui
muy afortunado de estar en los Estados Unidos a fines de los 60, y tocar con el
Lifetime de Tony Williams y con Miles. Allí también estaba, en esa época, esa
vitalidad. Fue un momento vital, además. Porque Miles estaba viviendo su propia
transición desde el jazz clásico a una nueva música que aún no tenía nombre,
que se estaba gestando. Yo toqué con ellos, y después vinieron la Mahavishnu y Shakti, y
eran las compañías de discos las que necesitaban rotular para vender: ‘esto es
jazz’, ‘esto es jazz–rock’, ‘esto es fusión’. Yo no creo en esas diferenciaciones.
Yo soy un músico de jazz que tiene sus raíces, también, en el rock y el rhythm
& blues y que supo enamorarse de la música de Oriente y del flamenco, entre
muchas otras que también me enamoran y otras que aún no he conocido. Eso es
todo. En mi música eso es orgánico.”
The
4th Dimension, el grupo con el McLaughlin actuará este viernes en el teatro
Gran Rex, ha grabado hasta el momento cuatro discos, el último de ellos Black Light, publicado en 2015, y está
conformado por el multifuncional Gary Husband, en batería y teclados, Etienne
Mbappe en bajo eléctrico y Ranjit Barot en percusión. “Husband me permite
oscilar entre dos clases de grupo que siempre me atrajeron mucho, el trío,
aunque con el agregado de un percusionista que propone un contrapunto con otro
universo cultural, y el cuarteto con teclados y guitarra, con la percusión
ocupando exclusivamente la función de base rítmica. Esta banda me permite, en
muchos aspectos, tener lo mejor de varios mundos sin tener que optar entre unos
y otros y permitiendo que, por el contrario, se informen y enriquezcan
mutuamente.” En cuanto a si hay una reivindicación consciente de aquello que
otros llaman jazz-rock, el guitarrista es categórico. “Cuando llegué a los
Estados Unidos el jazz era pasional –dice–. Y expresivo. Hoy no es ni pasional
ni expresivo y yo busqué, sencillamente, armar un grupo que tuviera pasión. Y
que pusiera todo de sí para comunicarla. No se trata de si es jazz rock o no.
Se trata de pasión, y uno no puede estar apasionado por algo que no es parte de
su propia vida.”
Apocalypse, el tercer disco de la Mahavishnu Orchestra ,
fue producido por George Martin, el recientemente fallecido colaborador de los
Beatles. “Tal vez haya sido mi mejor disco –confía McLaughlin–. Y sin duda gran
parte de su valor se lo debe a Martin, uno de los músicos más extraordinarios
que conocí. Creo que su genialidad radicaba en toda la música que tenía en su
cabeza y, sobre todo, en que no la tenía compartimentada. Podía pasar de un
lado al otro con una libertad absoluta. No sólo tenía una información amplísima
sino que las combinatorias que podía hacer con ellas, y lo que podía sugerir a
los músicos que tuvieron la fortuna de trabajar con él, era virtualmente
infinito. En su imaginación, todo se conectaba con todo.” Otro de los músicos
con los que tocó y por los que guarda un particular afecto es, desde ya, Paco
De Lucía. Más allá del Trío de Guitarras –que antes de él había contado con
Larry Coryell pero con su participación no sólo amplió sus posibilidades
técnicas y expresivas sino que explotó como fenómeno comercial–, McLaughlin y
De Lucía tocaron juntos en varios proyectos, y el primero compuso para él
varias piezas. “Cuando me enteré de su muerte estábamos planificando un
encuentro. Habíamos estado hablando los días anteriores. Ibamos a volver a
tocar. Ibamos a hacer un nuevo disco juntos. No lo podía creer –rememora
McLaughlin–. Allí había habido algo mágico; por el encuentro entre estilos y,
también, entre sonidos diferentes.”
Más allá de su uso ocasional de la guitarra, él es, y lo
sabe, uno de los que más hicieron por darle a la guitarra eléctrica un status
propio. No el de una adaptación o el de, apenas, una guitarra amplificada, sino
el de un instrumento en sí. “Eso había sucedido en el rock. Hendrix. Clapton.
Leslie West en los Estados Unidos. Y antes en el blues: Buddy Guy, Muddy
Waters, B. B. King. Más o menos en 1964, a mí no me conformaba el sonido de la
guitarra clásica del jazz. Yo amaba a Coltrane y esa música no cuajaba con ese
sonido. El tocaba, a veces, dos y hasta tres sonidos juntos. La distorsión está
ya en esa música y en su manera de tocar. Yo pensaba que la guitarra eléctrica
tenía esa posibilidad, que la guitarra no tenía, de explotar el sonido. No me
malentiendan. Charlie Christian había sido maravilloso. Y era, y es, fantástico
escucharlo. Hay una sabiduría armónica, un gusto exquisito. Pero es el sonido
de otra época. La música, la época que queríamos expresar necesitaba
distorsión. Jimi Hendrix lo hizo. Yo no quería tocar como él. Quería tocar como
mi propia música me lo dictaba. Pero ése era el sonido. Y de allí es de donde yo
vengo.”
El
debut discográfico de John McLaughlin es, como su propio estilo, explosivo. Extrapolation, de 1969, aun con un
estilo mucho más cool –se trataba de jazz inglés, al fin y al cabo– que lo que
vendría después, tiene una tensión interna, una energía y un nivel de
sofisticación en los solos verdaderamente asombrosos. Allí los compañeros de
ruta eran el contrabajista Brian Odgers (nombrado incorrectamente Odges en la
ficha del disco), el baterista Tony Oxley y el saxofonista y clarinetista John
Surman, con quien el guitarrista también realizaría una serie de grabaciones
extraordinarias, junto al quinteto que completaban Dave Holland, Karl Berger y
Stu Martin.
De
ese mismo año son sus primeras colaboraciones en los Estados Unidos, In a Silent Way y Bitches Brew de Miles Davis, Super
Nova de Wayne Shorter, Infinite
Search, de Miroslav Vitous, y Emergency!,
de Tony Williams Lifetime. Devotion,
de 1970 y con Buddy Miles como baterista, Larry Young en órgano y Billy Rich en
bajo, y My Goals Beyond (junio de 1971),
donde hace su aparición el violinista Jerry Goodman y, también la influencia de
la cosmovisión y la música india, son ya, en muchos sentidos, precuelas de la Mahavishnu Orchestra ,
o, por lo menos, del lado más salvaje del jazz rock. The Inner Mountain Flame, editado en agosto de 1971, marca el
comienzo de la
Mahavishnu Orchestra , integrada, además de por McLaughlin y
Goodman, por el tecladista Jan Hammer, el bajista Rick Laird y el baterista
Billy Cobham. Con esa misma formación se grabó Birds of Fire, en 1973.
En Apocalypse, del año siguiente y con
producción de George Martin, el grupo se integraba con el violinista Jean-Luc
Ponty, la cantante Gayle Moran, el bajista Ralphe Armstrong y Narada Michael
Walden en batería. Y junto a ellos aparecía la Sinfónica de Londres,
dirigida por Michael Tilson Thomas (las orquestaciones eran de Michael Gibbs).
El mismo grupo base fue el que grabó Visions
of the Emerald Beyond (1975) y, ya sin Ponty ni Moran y con Stu Goldberg en
teclados, Inner Worlds, de 1976. McLaughlin
volvería a usar el nombre del grupo en la década de 1980, para una serie de
actuaciones en las que también regresaba Cobham como baterista, pero el sonido
de la Mahavihnu
quedaría fijado en aquel poderoso núcleo de la primera mitad de la década del 70.
De esa década es también el disco en que compartió protagonismo con Carlos
Santana, Love Devotion Surrender
(1973), una producción muy mal tratada por la crítica del momento y
crecientemente valorada con el paso de los años.
A lo
largo de su prolífica carrera, McLaughlin transitó por muy diferentes
formaciones, pero en varias de ellas aparecen dos sus predilecciones más
evidentes: el órgano y la música india. Entre aquellas donde se manifiesta la
primera descuellan sus dos discos con el organista Joey DeFrancesco: Tokio Live, grabado en 1993 y con Dennis
Chambers en batería (el mismo trío con el que llegó a la Argentina en 1994) y After the Rain, un notable homenaje a
Coltrane grabado en ese mismo año con la participación de Elvin Jones como
baterista. Entre los que rondan, de maneras más o menos explícitas, la música
india, se destacan los del grupo Shakti –él en guitarra, L. Shankar en violín,
Zakir Hussain en tabla, Ramnad Raghavan en mridangamy y T. H. “Vikku”
Vinayakram en ghatam–: Shakti with John McLaughlin
(1976), A Handful of Beauty (1976) y Natural Elements (1977). Y también, el
trío con Kai Eckhardt en bajo y Trilok Gurtu en percusión, que fue registrado
en 1990 en Live at the Royal Festival
Hall y su colaboración con Zakir Hussain en el magnífico Making Music (1986) donde también tocan
el saxofonista Jan Garbarek y Hariprasad Chaurasia en bansuri (la flauta del
norte indio).
Su
grupo actual, 4th Dimension, conjuga varias de las pasiones musicales de
McLaughlin y una tercera, el viejo y buen jazz-rock (que ya había revisitado
con la Five Peace
Band integrada junto a Chick Corea, Kenny Garrett, Christian McBride y Vinnie
Colaiuta). El primer disco del grupo fue To
the One (2010), precedido, en realidad, por un DVD, Live @ Belgrade (2009). A ellos les siguieron Now Here This
(2012), The Boston Record (2014) y Black Light (2015).
La opinión de los colegas
Herbie Hancock: “Habíamos terminado la
primera sesión de grabación para In a Silent Way y todavía estábamos parados en
el lugar, cuando John se me acercó y me susurró: ‘¿Puedo hacerte una
pregunta?’. ‘Por supuesto’, le dije. ‘Herbie, no sé cómo decirlo... ¿hubo algo
bueno en lo que tocamos? Quiero decir: ¿Qué hicimos? No puedo decir hacia dónde
estamos yendo.’ Entonces le dije: ‘John, bienvenido a una sesión de grabación
con Miles Davis. Tus dudas no son diferentes a las mías. No tengo idea pero, en
algún momento antes de que el disco esté terminado, todo termina teniendo
sentido.”
Carlos Santana: “Escuché a Lifetime (Tony
Williams en batería, Larry Young en órgano y John McLaughlin en guitarra) en un
pequeño club. Fue asombroso. Era un vórtice de sonido. Cream (el trío de Eric
Clapton, Jack Bruce y Ginger Baker) tenía esa clase de energía pero no tenía
sus ideas. John era mortalmente brillante en su manera de tocar y lo era hasta
el punto de asustarme. Y estoy seguro de que lo hubiera asustado al propio Jimi
Hendrix.”
Pat Metheny: “John McLaughlin, para mí, es la
voz más importante, y ciertamente la más influyente, de la guitarra en las
últimas décadas. Sin duda. En un sentido, él ha sido desfavorecido por sus
imitadores. Es tanta la gente que se subió a su carro que a veces nos olvidamos
de lo asombrosa que fue su contribución. El realmente dio una nueva vuelta de tuerca.
Era difícil encontrar un joven alrededor que no quisiera tocar como él. Eso era
un poco angustiante para mí. Yo traté de evitarlo tanto como lo amaba. Es un
lugar común hablar de su fantástica velocidad. Pero la pieza faltante es su
increíble sentimiento, lleno de expresividad. No son sólo las notas. Es más que
‘la pistola más rápida’. Es su dinámica, su personalidad con el instrumento.”
Bill Frisell: “Lo primero que intenté, como
guitarrista, fue, obviamente, imitar a John McLaughlin. Pero era imposible.
Físicamente estaba fuera de mis posibilidades. Reconocer eso me ayudó a ver qué
es lo que podía hacer (y no lo que no podía) y encontrar mi propio estilo.”