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sábado, 7 de enero de 2017

Nuevo disco de John Scofield

Diego Fischerman publicó en Página 12 el 4 de enero pasado el siguiente artículo sobre el último disco de John Scofield, que aparentemente va a editar localmente Universal, aunque los disqueros dicen que no, y vaya uno a saber.

Reinventar caminos conocidos

El country-western es una presencia poco menos que inevitable para un guitarrista estadounidense. Por más que toque jazz. La forma de rasguear de Pat Metheny incorporó de manera transparente algunos elementos de aquel folklore. Bill Frisell lo hizo explícito en su disco Nashville, de 1996. Y a la hora señalada –los 64 años estipulados por The Beatles– John Scofield abreva allí para su último y brillante disco cuyo título homenajea, de paso, al gran novelista Cormac McCarthy y, claro, a los hermanos Coen. “No es país para viejos”, decían ellos. Country for Old Man, contesta Scofield en su primer álbum dedicado a temas ajenos desde That’s What I Say, su tributo a Ray Charles de 1995.

Si para Frisell la asunción del folk es la de un universo donde sumergirse, en el caso de Scofield funciona casi a la inversa. El mundo sigue siendo el del jazz –o el de cierto jazz–, es decir el del abordaje de canciones o temas a los que se re armoniza y a partir de cuyos elementos, entendidos de manera muy amplia, se construye un desarrollo basado en la improvisación. Y aquí esos temas pertenecen a George Jones, Hank Williams, Merle Haggard (su “Mama Tried”, que grabó Grateful Dead en 1971), Dolly Parton o Bob Wills. Y, por otra parte, en este País para viejos el blues, parte del indudable ADN de su creador, tiene un papel protagónico. Aunque sea en uno de James Taylor, el bellísimo “Bartender Blues” (incluido por primera vez en su disco JT, de 1977). En la selección de temas, eventualmente, hay un sesgo generacional indudable. El guitarrista que ha cumplido 64 y ha perdido su pelo (ya desde bastante antes) bucea, ni más ni menos, en la música de su juventud, cuando el boom del folklore (el de allá) se adueñó de gran parte del mercado. El Festival de la Asociación de Música Country Americana, que se realiza anualmente en Nashville –y que Robert Altman radiografió en 1975–, tuvo su primera edición precisamente en esos años, en 1972. Y el debut profesional de Scofield no llegó mucho después. En 1974, la banda de Gerry Mulligan estaba en gira y necesitaba un guitarrista. Le pidió consejo a un viejo conocido, el baterista Alan Dawson, que era profesor en la Escuela Berklee de Boston, y él le recomendó a un joven alumno de 23 años, que acabó siendo parte no sólo del grupo de Gerry Mulligan sino de la histórica reunión del saxofonista con el trompetista Chet Baker, después de casi quince años de no hablarse, y de la grabación del encuentro en el Carnegie Hall. John Scofield no se cansa de repetir que “no podía creerlo”.

En Country for Old Men, editado por Impulse y publicado también en la Argentina, Scofield tiene como coprotagonistas a otros viejos –y notables– hombres del jazz y, además, compañeros de ruta de larga data: el extraordinario bajista Steve Swallow, con quien grabó por primera vez en 1980 –el genial Bar Talk– y el baterista Billy Stewart, que es parte de su trío (y también del reciente cuarteto junto a John Lovano) desde 1991. A ellos se agrega, en piano y órgano Hammond, Larry Goldings, con quien también mantiene una prolongada relación musical que, en lo que a grabaciones respecta, inauguró el disco Hand Jive, de 1993.  Complicidades de más de veinte años, en todos los casos, que resultan notorias a la hora de escuchar la fluidez, el swing, la manera en que las ideas de unos continúan naturalmente en las de los otros y la que, tal vez, resulte la virtud más llamativa: el don que comparten con Scofield para, a la manera de equilibristas expertos, salir de la armonía (o en el caso de Stewart de las subdivisiones estrictas), crear zonas de tensión y riesgo, y volver al territorio conocido como manera de aliviar la presión pero, también, de preparar y anticipar las excursiones nuevas.  Si hiciera falta elegir un solo motivo para la escucha de este disco, eventualmente, alcanzaría con el comienzo de “I’m So Lonesome I Could Cry”. La manera en que Swallow explota, literalmente, y en que Scofield y Stewart se integran a esa vorágine, puntuada por los comentarios exactos de Goldings, es asombrosa. Pero nada termina allí. Después llega el extraño, feérico, solo del órgano. Y, enseguida, el “Bartender Blues”. Esa epifanía.


miércoles, 2 de marzo de 2016

John Scofield y Joe Lovano vuelven a unir fuerzas en el último disco del guitarrista

En Página 12 de hoy, Diego Fischerman escribe sobre el último disco de John Scofield, publicado localmente. La bajada dice: “El guitarrista da muestras de sus marcas de fábrica: un profundo vibrato, pureza en el fraseo y un notable empuje. Acompañado por el saxofonista Joe Lovano, el contrabajista Larry Grenadier y el baterista Bill Stewart, ratifica que el todo es aún más que la suma de las partes”-

La relajación sublime del jazz

En 1974, una banda en gira necesitaba un guitarrista. El líder del grupo conocía a Alan Dawson, profesor en la Escuela Berklee de Boston, por haber tocado con él en el cuarteto de Dave Brubeck, y le pidió consejo. El baterista le recomendó a un joven alumno de 23 años, que acabó siendo parte no solo del grupo de Gerry Mulligan sino de la histórica reunión del saxofonista con el trompetista Chet Baker, después de casi quince años de no hablarse, y de la grabación del encuentro en el Carnegie Hall. Era el primer trabajo de John Scofield y como repite una y otra vez, no podía creerlo.

Unos cuarenta años después y desde hace por lo menos tres décadas en el podio de los guitarristas más importantes del jazz de su época, Scofield acaba de publicar un nuevo disco. El título, Past Present, habla de una cierta mirada a su historia. El formato es, desde ya, un regreso a las fuentes. Después de haber tocado junto a Medeski, Martin & Wood, aquí nada podría estar más impregnado de modestia: el buen y viejo trío con el agregado de un saxo tenor. Ya la tapa parece una declaración de principios minimalistas: un recuadro blanco encuadrando una foto del guitarrista con expresión reconcentrada y su instrumento en brazos. Y la música, en efecto, carece de petulancia. Scofield se complace en ceder espacio a sus compañeros, en la exquisita interacción de sus acentos, de sus acordes.

Los cuatro muestran una relajación sublime. Los temas pertenecen todos al guitarrista y van desde el propulsivo “Slinky” con que comienza el disco, al asimétrico “Museum”, pasando por un bellísimo y atípico vals, “Hangover”, por el rhythm & blues de “Get Proud” o por “Season Creep”, un hermoso tema al borde de la balada. Pero en el jazz, ya se sabe, los nombres propios cuentan. Y los tres cómplices de Scofield son nada menos que el saxofonista Joe Lovano, el contrabajista Larry Grenadier y el baterista Bill Stewart. Eventualmente, no es un dato menor que tanto Lovano como Stewart ya habían estado junto a él en dos grandes discos de hace 25 años, Meant To Be y What We Do.

Miembro de la Billy Cobham-George Duke band, del grupo de Charles Mingus, del cuarteto de Gary Burton y del quinteto de Dave Liebman, Scofield tocó, entre 1982 y 1985, con el grupo de Miles Davis y con él grabó tres discos, Star People, You’re Under Arrest y el notable Decoy. Su trío con Steve Swallow y, en la batería, primero Adam Nussbaum y luego Stewart, su dúo con Pat Metheny (registrado en el disco I Can See Your Hose From Here), el cuarteto Bass Desires, con el contrabajista Marc Johnson, el guitarrista Bill Frisell y Peter Erskine en batería, son puntos altísimos de una carrera en que su sonido siempre más cercano al rock que al jazz, su profundo vibrato, la pureza de su fraseo y el empuje que es capaz de imprimir a los grupos donde toca, han quedado como marcas de fábrica.

En Past Present, editado por Impulse (y publicado localmente) Scofield está en su mejor forma. Su estilo sigue siendo inconfundible y allí sigue habiendo sorpresas. Lovano, con una seguridad pasmosa, entra y sale de los acordes, subdivide rítmicamente con gran riqueza y demuestra por qué sigue siendo uno de los mejores saxofonistas del momento. Grenadier, preciso en la marcación, soberbio en los solos y con un sonido de impactante presencia, resulta una pieza insustituible. Y Stewart funciona como lo wue indudablemente es, una continuación de Scofield por otros medios. Y es que un cuarto de siglo tocando juntos no pasa en vano. Y, de paso, se verifica una de las reglas del mejor jazz: el todo es aún más que la suma de las partes.