Distintas
razones atentaron para una correcta cobertura del Buenos Aires Jazz 2016, acaso
uno de los mejores festivales realizados por Adrián Iaies hasta la fecha.
Hubo
puntos muy altos, y la dificultad de ponerse de acuerdo sobre qué fue lo mejor
ya habla de la calidad de lo que se escuchó. Para algunos, la noche del viernes
25 de noviembre, en que el acordeonista Vincent Peirani y el saxo soprano Emile
Parisien tocaron en la Usina del Arte, fue, sin duda, uno de los momentos
culminantes de esta edición. Ambos, que se presentaron por primera vez en la
Argentina, se dedicaron a recorrer su disco a dúo Belle Epoque (editado por el sello alemán ACT), con lecturas muy
originales del repertorio de Sidney Bechet y Duke Ellington, además del
agregado de composiciones propias.
Para
otros, el momento culminante fue el solo piano del pianista español Agustí
Fernández en el Salón Dorado del Teatro Colón, el sábado 26 de noviembre. Dos
días antes, Fernández había realizado un excelente concierto en la Usina del
Arte, en compañía del saxofonista argentino Pablo Ledesma, abriendo una velada
que tuvo como número central al trío Tamarindo, compuesto por Tony Malaby,
William Parker y J.T. Bates.
Durante
su actuación, Malaby dijo que habían tocado con mucha fuerza por la ingesta de
carne realizada el día anterior. Para demostrarlo, se ofrece una foto con parte
del elenco estable de Minton’s, Malaby y Bates, en una parrilla del Centro de
la ciudad.
Malaby
también tocó en uno de los “cruces” propuestos por el festival, con el
guitarrista Juan Pablo Arredondo, el contrabajista Carlos Álvarez y el
baterista Sergio Verdinelli en el Bebop Club, la noche del 25 de noviembre. Un
día antes, el saxofonista Donald Harrison (en reemplazo del trompetista Eddie
Henderson, ausente con una pierna rota), hizo lo propio en Thelonious, en
compañía de Mariano Loiacono, Miguel Rodríguez (de España), Jerónimo Carmona y
Enzo Carpentieri (de Italia). Quienes asistieron a ambos conciertos dijeron que
fueron excelentes.
Otro
tanto ocurrió con quienes fueron al magnífico solo piano de Stanley Cowell,
también en el Salón Dorado del Teatro Colón, que al día siguiente albergó un
dúo con William Parker y Ernesto Jodos.
Otro
de los puntos altos fue la primera presentación en el país del cuarteto del
clarinetista y saxofonista francés Louis Sclavis. Acompañado por el excelente guitarrista
Gilles Coronado, por el tecladista Benjamin Moussay y por el deslumbrante
percusionista iraní Keyvan Chemirani dio un show espléndido y cátedra de cómo
debe tocarse el clarinete bajo.
Por
supuesto que hubo mucho más, como el cierre en la Usina del Arte con Maria Joao
& Guinga (que dejó con la boca abierta a Mariano Loiácono), o las jams
comandadas por el baterista Eloy Michelini, o los conciertos de Omer Avital,
Dado Moroni, Lilian Saba, etc. Pero, como suele suceder, no es posible verlo
todo. Y es una lástima, pero es lo que es y, a veces, no hay más remedio que
optar y luego lamentarse.
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