Santiago Giordano entrevistó a Richard
Galliano antes de su debut porteño y el resultado puede leerse en la nota
que se ofrece a continuación, publicada hoy en el diario Página 12.
Puente entre afinidades genéricas
Por sobre las posibles especulaciones sobre si su música
podría entrar en los rótulos del jazz, o si quizás está más cerca de la
tradición clásica, o incluso encuentra afinidades dentro del tango
contemporáneo, Richard Galliano responde sencillamente que él es un músico
francés. Un acordeonista francés, para más datos. Y si en las distintas etapas
de un artista que lleva más de 50 años de carrera su música atravesó por
diferentes estilos y dialogó con distintas tradiciones, lo hizo desde ese
lugar. “Si usted me pregunta qué hice de importante en mi vida, le diría que no
hice más que cumplir un sueño que traía desde mi infancia, que era el de
cambiar el acordeón de lugar. Es decir, cambiar su imagen, que estaba
estrechamente relacionada con el ámbito de la música para baile, donde había
sido confinado, con la correspondiente condena a ser un instrumento menor. Lo
que hice fue ponerlo en diálogo con otras músicas”, explica Galliano a Página/12. “Con esto no digo que soy el
mejor del mundo ni mucho menos, pero sí que logré que el instrumento se libere
de su mala fama, para que otras músicas, como el jazz o la llamada música
clásica, le abran sus puertas. Pero lo que más me complace, es que ese camino
fue seguido por muchos acordeonistas hasta hoy”, asegura.
Hoy a las 19 Galliano actuará en el
Centro Cultural Kirchner, junto a un grupo de músicos que por su variedad
estilística bien pueden reflejar aquel sueño de la niñez. Junto al acordeonista
estarán los integrantes de Escalandrum, Daniel “Pipi” Piazzolla en batería y
Nicolás Guerschberg en piano, y el contrabajista Juan Pablo Navarro, además del
violinista francés Bertrand Cervera, prestigioso solista y concertino de la
Orquesta Nacional de Francia. El programa del concierto incluirá piezas de
Galliano, como "La Valse a Margaux", "Spleen" y "Tango pour Claude", además de obras
de Astor Piazzolla, como "Otoño porteño", "Primavera porteña" y "Oblivion". Y se
completará con otras piezas, de Johann Sebastian Bach.
“Encontrarme con estos muchachos
será maravilloso, y descuento que se producirán lindas cosas entre nosotros”,
asegura Galliano de cara a esta próxima presentación. “Bertrand (Cervera) será
un poco el factor de unión del grupo, él es un músico de gran escuela y muy
versátil. Además me encontraré con Pipi, el nieto de mi gran amigo y maestro
Astor Piazzolla. Me gusta mucho lo que hacen con Escalandrum, esa manera de
fusionar jazz, rock y tango”, halaga.
–¿Qué recuerdo
tiene de Astor?
–Astor me dio un consejo que nunca
olvidaré: no te alejes de tus raíces. Eso fue fundamental para mí en un momento
en el que yo tocaba mucho jazz. Todavía siento la inmensa energía que Astor
reflejaba como músico y como persona. Hoy tenemos la inmensa alegría de ver el
modo en que su música es reconocida, aunque es una pena que esto se diera después
de su muerte.
De aquel consejo de Piazzolla salió
New Musette, un disco que Galliano grabó en 1991 en el que, al frente de un
cuarteto, aborda al clásico vals-musette francés desde otro lugar. Una nueva
forma en la que el calor del jazz –además del empleo amplio de la
improvisación– y cierto modo de administrar la energía expresiva que estaba en
Piazzolla, renuevan un género popular emblemático de Francia.
“Del mismo modo
que es posible escuchar una evolución del tango paralela a la del bandoneón en Argentina,
en Francia el vals-musette se desarrolla junto al acordeón. Es la necesidad de
cada generación de poner estas músicas al gusto de los tiempos actuales”,
asegura Galliano.
–¿Sintió el
rechazo por parte de los conservadores cuando renovó la musette?
–No. Si lo hubo no me di cuenta.
Fui muy respetuoso de las raíces y eso se notó. Además, se sabe que el rol de
cada generación es ir más allá. Siempre.
–¿Cómo inició su camino en el jazz internacional?
–Chet Baker y Ron Carter fueron los
primeros nombres importantes del jazz con los que colaboré. Antes había
trabajado con estrellas de la canción francesa como Juliette Greco y Charles
Aznavour, pero aquellos encuentros con músicos de jazz me abrieron horizontes
importantes.
–Un camino ilimitado...
–No crea. En Estados Unidos todavía
existen muchos prejuicios para integrar un instrumento como el acordeón al
universo de la música afroamericana.
–¿Y usted se
siente un músico de jazz?
–Antes que nada me considero músico
y compositor. ¿O usted no cree que grandes nombres del jazz como Miles Davis,
John Coltrane y Bill Evans, por nombrar algunos, no son músicos, antes de ser
trompetista, saxofonista y pianista?
Entre los discos de Galliano hay
reflejos precisos de ese estado de alerta ante la variedad. Bach (2010), Vivaldi (2013) y el reciente Mozart
(2016), un disco en el que junto a un quinteto de cuerdas transcribe con
precisión y cierta propiedad estilística un contrapunto de El arte de la fuga,
los movimientos del “Concierto para clave”, el “Concierto para oboe y violín”,
o algunas danzas de las “Suites para violonchelo”, entre otras cosas. En From Billy Holliday to Edith Piaf
(2009), que Galliano comparte con el quinteto de Wynton Marsalis, tiende
puentes entre dos civilizaciones afines pero con características propias bien
definidas: la canción americana y la francesa. En Paris Concert (2009) aparece el solista omnívoro, capaz de saltar
con idéntica soltura y frescura de Piazzolla a las “Gnossiennes” de Eric Satie,
de la canción italiana a los acordeonistas brasileños, de Thelonious Monk a sus
propias composiciones. Ni hablar de los dos maravillosos Mare Nostrum (2008 y 2016), junto al trompetista italiano Paolo
Fresu y el pianista sueco Jan Lundgren.
–¿Además de acordeón, usted toca bandoneón. ¿Lo
trajo a Buenos Aires?
–¿Usted llevaría salchichas a
Frankfurt?