domingo, 24 de enero de 2016

Últimos días de la víctima

Luego de varios días sin publicar las aventuras de Guillermo Hernández en Lutecia (y se aclara que no se trata de un nuevo volumen de Asterix), llego el momento de dar cuenta de los últimos días de la víctima, título de esta entrada que no especifica si la víctima es Hernández himself o su fiel acompañante Fondebrider.


Todo el mundo sabe que Hernández es un soñador y que París no hizo otra cosa que aumentar sus sueños. Así lo dijo una y otra vez con la verba inflamada por la emoción. De hecho, en más de una oportunidad, frente a los monumentos emblemáticos de la ciudad, pidió ser inmortalizado para que los miembros del Núcleo Duro sepan.

Con todo, no todos sus sueños se cumplieron. Por ejemplo, la foto que más quería, la que tenía por objeto demostrarle al mundo que efectivamente estuvo, quedó trunca, como la torre en cuestión. Los motivos, claro, fueron meramente atmosféricos, lo cual no es consuelo. 

Quien sepa escrutar el enigmático rostro de nuestro comerciante amigo, comprobará la frustración que le trajo costearse hasta Trocadero debajo de una lluvia constante para toparse con "esa puta nube" (la cita es textual). El fiel Fondebrider intentó compensarlo ofreciéndole llevarlo a ver la Ópera Garnier, con la correspondiente vuelta de compras por las Galeries Lafayette o Printemps, pero Hernández, contrariado, decidió terminar su día a eso de las 14.30 hs del sábado 23 de enero, tal era su desazón. 

"No importa, Guille", insistió Fondebrider. Hernández entonces recordó el motivo de su viaje a París y ladró más bien que dijo: "Llevame a una quesería que yo, al almacenero ése de mi barrio, lo cago". 


Así fue como ambos amigos llegaron a la Ile Saint Louis, en cuya calle principal, Hernández pasó un buen momento contemplando los quesos y sacando conclusiones.

Hernández se lanzó entonces a un monólogo en el que alternaba puteadas con nombres en francés. Algo así como "Mirá ese reblochon del carajo" o "el Petit Camembert de Président es mucho mejor que el de la Vache Qui Rit, que es una cagada", o "No es la hostia pero el Coulommiers de  Leader Price es casi tan bueno como el que venden en el Franprix, y si no estás de acuerdo, metete la lengua en el culo". También tuvo palabras para el Mimolet ("No vale una garcha") y para el Emental ("De puta madre, che"). Eso sí, se lo vio remiso con los quesos de brevis y los de chevre (oveja y cabra, respectivamente), acaso por recordar sus días de pastor en Tres Algarrobos y el profundo amor que lo unió, literalmente, a las mencionadas criaturas del señor (y por "señor" Hernández quiso decir "dueño del campo"). 

Ya de mejor humor, Hernández le dijo a Fondebrider: "Che, ¿qué es eso de la Opera que dijiste?". Fondebrider le explicó que se trataba de la ópera más vieja de los dos edificios consagrados a tal actividad en París. Alentado por el cambio de humor, llevó a Hernández a la Ópera Garnier. Ya ahí, Hernández vio el Café de la Paix y manifestó su deseo de tomarse un cafecito pagando 6 euros (considérese que en cualqueir otro lado el café sale 2 euros o 1, si se lo toma en el mostrador). El comentario de Hernández fue: "¿Viste estos franceses como copian todo? Le pusieron el mismo nombre que tenía ese café de Recoleta, ése que estaba enfrente de la Biela". Los mozos oyeron con total nitidez el sollozo de Fondebrider. La expresión de Hernández en la foto lo muestra muy divertido y animado.


Hubo, claro, otros momentos igualmente emocionantes durante esos últimos días, como cuando con el dinero logrado durante las ventas del mes de enero, Hernández pensó en darse un lujo y comer en la Tour d'Argent, uno de los restaurantes más caros y exclusivos de París.

Extendiéndole un billete de 10 euros, le dijo a Fondebrider: "Mirá, yo acá tengo algo que hacer, así que andate a un MacDonald y comprate un cheesburguer y una coca, y volvé a buscarme en una hora y media".

Sin embargo, a poco de despedirlo, Hernández alcanzó a su fiel amigo diciéndole que los franceses esto y aquello. Cuando Fondebrider quiso saber qué había pasado, Hernández murmuró algo de lo que sólo se entendió "portero..campera... el rojo... cagadores de mierda", mensaje que Fondebrider no pudo decodificar debidamente.


Otra vez hubo que buscar algo que le llamara la atención a Hernández para que no siguiera refunfuñando. 

Primero, Fondebrider intentó llevarlo a una tienda especializada en la venta de ajenjo y anises en Le Marais, informando previamente que había ajenjos que alcanzaban los 68° de alcohol. Y si bien el dato le llamó la atención al empacado Hernández, la tienda estaba cerrada y la maniobra para levantarle el ánimo no funcionó.

Haciendo de tripas corazón, y sólo porque Le Marais, además de ser barrio judío, estaba reputado como gay friendly, Fondebrider pensó en una panadería que había visto alguna vez y que consideró apropiada para atraer la volátil atención de Hernández. Allí, además de varios panes con formas ad hoc, había estas gallettes bastante sugestivas ante las cuales Hernández, claro, se detuvo. "Me está dando hambre", fue su comentario.

En ese momento, Fondebrider decidió matar dos pájaros de un tiro: el hambre de Hernández y terminar con la polémica que lo había traído a París. Como siempre lleno de recursos, dispuso entonces que Hernández hiciera su cata de quesos en solitario, para lo cual recurrió a unos amigos franceses que lo recibieran en su casa, disponiendo un señor plato de quesos para dirimir el intríngulis. Dicho y hecho. La sonrisa enigmática de Hernández nos deja sin embargo sin saber si se ríe porque le ganó al almacenero o porque el almacenero tenía razón y el equivocado era él. Esta historia terminará entonces con ese misterio sin resolver.



También, con una foto donde uno y otro amigo se despiden de los lectores de este blog  hasta la próxima aventura.

1 comentario:

  1. Che ! alguien sabe quien es el gordo de la campera roja que se parece a Guille ?

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