martes, 4 de agosto de 2015

Las razones de por qué Craig Taborn tocó como tocó en Buenos Aires

Alertado de la venida de Craig Taborn a la Argentina, el núcleo duro de Minton's procedió rápidamente. El viernes previo a los conciertos del fin de semana, en connivencia con el productor del ciclo Piano Piano, el pianista fue sustraído de su hotel y llevado a la disquería de Guillermo Hernández, donde fue psicológicamente preparado para lo  que vendría.


Una vez en el Gran Buenos Aires, el dueño de casa (a quien, por razones de seguridad, de ahora en más llamaremos Sr. M), le mostró a Craig Taborn lo que iba a poner sobre las brasas con el objeto de homenajearlo.

El diligente Sr. M., acto seguido, procedió a atizar el fuego, sin por ello pasmarlo, mientras el pianista estadounidense comenzaba a entender un tanto más en qué consistía la argentinidad.


Luego, en el interior de la vivienda, el Sr M. en forma conjunta con el Sr. J. (que en la foto sostiene la botella) procedieron, ante la mirada vigilante de Guillermo Hernández, a iniciar al joven pianista en las bondades de nuestras cepas, con explicaciones que habrían hecho palidecer a Miguel Brascó, si todavía estuviese vivo. 

(Nota 1: No fue posible registrar las palabras evocadas por el Sr. J en su explicación, pero su expresión parece plausible. Tampoco queda claro si la actitud de rezo de Hernández está vinculada a su deseo de que el Sr. J. se llame a silencio.

Así las cosas, 
algunos comensales, como Carri
estuvieron de alegre palique con el invitado.

Otros, como el Sr. MC, manifestaron un vehemente deseo de fotografiarse con la celebridad venida del norte. 


Lo mismo ocurriócon el Sr. A. y el Dr. B, quienes no dudaron en posar ante las cámaras, uno sabiéndose autorizado por los años que llevaba escuchando free jazz y el otro, de puro contento por no estar haciendo campaña política, por más que a ello lo obligara su conciencia de militante. 

Con todo, en otro rincón del salón, y haciendo caso omiso a todo lo que no fuera su satisfacción inmediata, Guillermo Hernández mordía rabiosamente una costillita de cerdo, compitiendo en gula con el célebre y hambriento crítico musical D.F., quien, hueso en ristre, amenaza, ante la mirada atenta del Sr. S y del Sr. J., con vaya a saber uno qué atonalidades.


Mientras tanto, solo y en las sombras, el Sr. Carlos Melero amenizaba la reunión y hacia gala de su talento como pianista.

Nota 2: Dos días más tarde, cuando los mismos comensales entraron al camerino de Taborn para felicitarlo por lo que había sido un concierto realmente increíble, él aclaro que buena parte de la energía con la que había tocado había sido previamente adquirida en el asado del Sr. M.
Dicho lo cual, se le prometió mollejas para cuando venga con William Parker.

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