Probablemente
quien más y mejor hace por la difusión del jazz argentino en España, Jonio
González acaba de publicar la siguiente nota en la revista Cuaderno de Jazz del mes de agosto.
El jazz que llega de Argentina
El jazz que nos llega de Argentina está tan lleno de sorpresas como de (crecientes) certezas. Voces que reafirman su calidad, otras que se afianzan y por fin las que se abren paso a fuerza de sensibilidad y trabajo. De ellas hemos recibido recientemente unas cuantas muestras, todas desde Buenos Aires y Rosario, al parecer las ciudades (junto con
Adrián Iaies Drumless Trio
Cada mañana te trae
Adrián Iaies (p), Juan Manuel Bayón (b), Mariano Loiácono (tr)
Rosario, Argentina, agosto de 2014
20 Misas
Ernesto Jodos
Actividades constructivas
Ernesto Jodos (p)
Rosario, Argentina, agosto de 2014
Blue Art BARCD-169
Guillermo Bazzola
Hora libre
Guillermo Bazzola (gt), Ernesto Jodos
(p), Rodrigo Domínguez (st, sa, ss), Juanma
Barroso (bt)
Buenos Aires, mayo de 2005
Blue Art BARCD-164
Hernán Mandelman
Reflexiones en verano
Hernán Mandelman (bat, perc), Natalio
Sued (st), Juan Cruz de Urquiza (tp), Rodrigo
Domínguez (sa), Sebastián de Urquiza
(b), Francisco Lo Vuolo (p)
Blue
Art BARCD-168
Guillermo Roldán Trío
Nuclear
Tatiana Castro Mejía (p), Hernán Rodríguez (bt), Guillermo Roldán (b)
Tatiana Castro Mejía (p), Hernán Rodríguez (bt), Guillermo Roldán (b)
Buenos Aires, marzo de 2014
Autoeditado. compra
Comencemos por un pianista bien conocido por el público español, Adrián Iaies,
que en Cada mañana te trae opta por la fórmula drumless trio, con Juan Bayón
en contrabajo (gran trabajo el suyo, no sólo sosteniendo sino impulsando y
tendiendo puentes) y su viejo conocido Mariano Loiácono, con quien ya colaboró
en Small Hours, Late at Night (20 Misas, 2013) y Melancolía (20 Misas, 2012), un trompetista que no
ha parado de crecer, dueño del mesurado vigor de Clifford Brown, la melódica
serenidad de Miles Davis y un conocimiento de su instrumento y de los arcanos
del swing absolutamente propios. Iaies, cuyas composiciones suenan cada vez más
clásicas (por concepción, por estructura, por poder melódico), saca todo el
provecho posible de la elasticidad y los espacios que genera la ausencia de
batería y prioriza, con un sonido de singular pureza, tanto el poder de la
melodía como la interacción con sus compañeros, generando silencios
complementarios, climas secretos, desplazando el centro del discurso hasta
hacerlo adquirir por momentos una triple voz conjunta. Sin duda, uno de los
mejores trabajos de Adrián Iaies en su fructífera carrera (y uno de los que más
blues contiene) y la constatación, por si hacía falta, del talento de Loiácono
y Bayón.
El también pianista Ernesto Jodos, por su parte, vuelve a grabar sin
acompañamiento más de diez años después de su anterior y primer disco en
solitario (Solo, BlueArt, 2004). Si en Iaies el silencio cumple una
cierta función de ceñir la melodía, en Jodos viene a ser el hilo en que se van
ensartando, sin premura, como destiladas, las notas que constituyen la esencia
de cada uno de los doce temas, todos de él mismo, que conforman Actividades constructivas, su último trabajo. Contrariamente a lo
que podría pensarse, Jodos no deconstruye la melodía a la manera de un Ethan
Iverson, por hablar de un pianista de su generación (de hecho, tienen la misma
edad), sino que busca sus diversos núcleos, los ubica, los analiza, los
confronta, especula con ellos y los devuelve al mismo lugar musical en un
proceso literalmente fascinante en el que avanza a medida que profundiza, en la
línea del mejor Bill Evans.
Jodos interviene asimismo en el último disco del guitarrista, afincado desde
hace más de diez años en Madrid, Guillermo Bazzola, Hora libre, pero esta vez ante
los teclados de un Hammond. A ambos se suman el saxofonista, también argentino,
Rodrigo Domínguez (en cuyo primer álbum, Tonal,
lanzado por BAU en 2004, Jodos tocaba, precisamente, el órgano eléctrico) y el
baterista madrileño Juanma Barroso (cuyo último trabajo, Nairi -Big Music, 2012-, es altamente
recomendable). Bazzola, que probablemente sea hoy mismo el guitarrista más
interesante de la escena jazzística española, grabó este disco en 2005,
incluyendo nueve temas de su autoría de los diez que lo componen, decidido a
profundizar, en sus palabras, en las coincidencias tímbricas de guitarra y
órgano así como en las posibilidades de la mayor laxitud de las líneas de bajo.
De ello es excelente muestra un disco lleno de potencia y a la vez sutilezas,
mucho swing y en el que, con una coherencia extraordinaria, se invita al oyente
a recorrer un camino que comienza con ecos bop y concluye con alusiones a la
mejor fusión tras tocar puertos que remiten al blues o (lógicamente) el soul
jazz sin eludir, incluso, ciertas pinceladas ácidas. A todo ello contribuye, en
primer lugar, la refinada y serena sensibilidad de Bazzola, pero también un
Jodos de una delicadeza y musicalidad extraordinarias, un Domínguez robusto
como se espera de un saxo que acompaña a un Hammond y un Barroso contundente y
efectivo.
Del baterista y compositor bonaerense Hernán Mandelman, este cronista recuerda
su feliz intervención en Amistad (BlueArt, 2008), un disco de
extraordinaria intensidad y madurez (sobre todo si se considera la edad de los
músicos) en el que se planteaba una interesante reelaboración del lenguaje bop.
Ahora, enReflexiones en verano (tercer
disco de Mandelman a su nombre), son nuevamente de la partida Rodrigo Domínguez
en saxo alto, Natalio Sued en tenor y el propio Mandelman, mientras que
Sebastián Urquiza reemplaza a Franck Oberson en contrabajo y se suman dos pesos
pesados de la escena jazzística argentina, el excelente Juan Cruz de Uquiza en
trompeta y Francisco Lo Vuolo, posiblemente el pianista de su país con un
dominio más profundo del lenguaje jazzístico clásico. Pero si en el citado Amistad, ninguna de las composiciones
era de Mandelman, en éste lo son todas, y ellas revelan una concepción musical
más estructurada y clara si se quiere.Reflexiones... es un claro ejemplo de búsqueda
rigurosa de los límites del lenguaje del jazz que se traduce en unos logros
armónicos y melódicos ciertamente memorables.
Distinta, pero no opuesta, parece la búsqueda del bajista Guillermo Roldán en Nuclear, secundado por la
incisiva y un punto sigilosa colombiana Tatiana Castro Mejía en piano y Hernán
Rodríguez en batería. Nuevamente nos hallamos ante lo que ya suena a tópico:
músicos jóvenes con unos conocimientos y talento para llevarlos a la práctica
que no dejan de sorprender. Pero no es sólo conocimiento, sino plena
consciencia del material con que se trabaja. Al contrario que en los casos
anteriores, donde el noventa y nueve por ciento de los temas están compuestos
por los líderes de las distintas formaciones, aquí nos encontramos con dos
temas de Monk, otros tantos de Ornette Coleman y uno de Paul Motian, además de
uno improvisado que nos remite a lo que escribiera Geoff Dyer a propósito de
Mingus, para quien no había diferencia entre composición e improvisación. La
maestría de estos tres músicos al respecto queda reflejada en el tratamiento a
que someten el tema improvisado, Hombre
lobo, y el Epistrophy de Monk: de lo que se trata, en
realidad, no es de efectuar relecturas desde cierta estrategia musical, sino de
llevar a cabo lecturas capaces de dar con otros significados posibles
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