Craig Taborn se presentó los días 25 y 26 de julio, acompañado en la primera parte por dos de los mejores pianistas de jazz argentinos: Francisco LoVuolo y Ernesto Jodos, respectivamente. Sus conciertos, que seguramente se cuentan entre lo mejor que tendrá este año, ya son recuerdo, uno de esos increíbles recuerdos que dejan las grandes actuaciones y que, seguramente, van a perdurar en la memoria durante muchísimo tiempo. La siguiente entrevista, realizada por Jorge Fondebrider, salió en el diario La Nación el sábado mismo del primero de los dos conciertos.
“Nada más que música”
Craig Taborn
es uno de los invitados internacionales que llega a Buenos Aires para
presentarse en el marco del festival Piano Piano, que, con curaduría del
brasileño Benjamin Taubkin,
está teniendo lugar en el Centro Cultural Kirchner, desde 3 de julio al 8 de
agosto de este año. Cuando se le pregunta si alguna vez estuvo en Sudamérica,
Craig Taborn responde a La Nación –que tuvo oportunidad de conversar con él
pocos días antes de su llegada– que sólo estuvo en Chile, integrando el grupo
del trompetista Ralph Allesi, y en Brasil, con el contrabajista Dave Holland.
Interrogado sobre si va a presentarse acompañado o solo responde: “Va a ser un
solo piano”.
–¿Es
ése el formato que prefiere?
–En realidad, no tengo un formato
preferido. Tocar solo supone un tipo de presentación particular: no hay nadie
que responda a las ideas de uno ni tampoco a quien responderle, por lo tanto se
crea un mundo enteramente propio y toda la responsabilidad es de uno. Tocar con
otros implica fundamentalmente oír para poder responder y, a la vez, proponer.
Son distintos tipos de desafío. A mí me gustan todos los contextos.
Hay
sobradas pruebas de que es así. En 1994 James Carter hizo su debut con JC on the Set, un álbum que lo revelaba
como uno de los más notables saxofonistas de ese momento. En su grupo estaban
el pianista Craig Taborn, el contrabajista Jaribu Shahid y el baterista Tanni
Tabal, quienes, ese mismo año, registrarían bajo el nombre del pianista Craig Taborn Trio, un disco al
que, en años posteriores y con otras formaciones, Taborn –nacido en
Minneapolis, Minnesota, en 1970, pero radicado en Nueva York– sumaría Light
Made Lighter (2001), Junk Magic (2004) y, para el sello ECM,
Avenging Angel (2011) y Chants (2012). Se trata, en apariencia, de
muy poco para un pianista, considerado en la actualidad como uno de los más
importantes de la actualidad. Hay, con todo, otros datos que conviene
considerar: a lo largo de todos esos años, Taborn integró diversos grupos, como
el Chris Potter’s Underground, Drew Gress’ 7, Farmers by Nature –con
contrabajista William Parker–, la Innerzone Orchestra ,
los grupos de Tim Berne –Hard Cell y Science Friction– el Mat Maneri Quartet,
el Michael Formanek Quartet, Roscoe Mitchell & the Note Factory, Chris
Lightcap’s Bigmouth, Rob Brown Trio, Nicole Mitchell’s Sonic Projection, el
Susie Ibarra Trio, una de las últimas formaciones de Dave Holland, un grupo con
Brill Frisell, etc. Con la mayoría grabó discos, pero también lo hizo con Lotte
Anker, Louis Sclavis, Scott Colley, David Torn, David Binney y muchos otros
artistas. Luego, se ha presentado en todo el mundo con las más diversas
formaciones, conquistando una notoriedad que le ha valido la atención de la
crítica y el público.
–Recorriendo
su discografía, salta a la vista que ha pasado por las propuestas más diversas?
–Supongo que la clave está en la manera en
que uno se acerca a la música. Trato de mantenerme abierto. Parte de mi trabajo
consiste en exponerme a diferentes tipos de intérprete y descubrir qué puedo
aportar yo a la música que se me propone. Por supuesto que, a medida que pasa
el tiempo, uno va forjando un estilo, pero me parece saludable forzarlo a ver
qué pasa en diferentes situaciones.
–Imagino
que debe haber un límite.
–No estoy seguro. Miré, yo vengo
exponiéndome a muchos tipos de música distinta desde muy joven. Nunca
privilegié a ninguna como mi favorita.
–En
el caso de sus propias composiciones, uno nunca está del todo seguro de si se
trata de jazz o de música contemporánea. Un par de años atrás, durante su gira
europea con el pianista Vijay Iyer los dúos de piano que presentaron parecían
inclinar la balanza para el lado contemporáneo.
–Cuando uno hace música improvisada no
necesariamente piensa en términos clasificatorios que, tiendo a pensar, son una
cuestión de marketing. No creo que me
corresponda ocuparme de esas cosas. Personalmente, no estoy demasiado
interesado en saber qué música es la que hago. Se trata nada más que de música
y ahí termina todo. La única distinción que haría depende del contexto del
concierto. Eso, en más de una oportunidad, determina el tipo de improvisación
que sigue. En ocasiones, podrá identificarse con lo que tradicionalmente
llamamos “jazz”. Pero, a veces, es otra cosa. No sé si tiene sentido ponerse a
adivinar qué cosa es. Le aseguro que con Vijay no nos pusimos a pensar nada de
esto. Simplemente nos sentamos y nos pusimos a tocar.
–Brad
Mehldau y Eric Reed nacieron, como usted, en 1970. Vijay Iyer en 1971. Son de
una misma generación, pero, sin embargo, da la impresión de que sus
“bibliotecas” son muy distintas…
–Me imagino que nos relacionamos con
distintas genealogías y que, por lo tanto, estudiamos cosas diferentes.
–En
su caso particular, uno puede imaginarse a pianistas como Cecil Taylor, Andrew
Hill, Muhal Richard Abrams, Matthew Shipp…
–Sumaría a esa lista a Don Pullen y, más
cerca en el tiempo, a Geri Allen…
–¿Por
qué esos nombres?
–Por la forma de encarar la composición. Todos
ellos son parte de una tradición que deberíamos remontar a Duke Ellington y a Thelonious
Monk; vale decir, pianistas que componen prestándole atención al piano, a las
múltiples posibilidades que ofrece ese instrumento. La composición en ellos
suena a improvisación y la improvisación es siempre una composición. Eso los
diferencia de otros pianistas que buscan
para el piano lo que por ejemplo ofrecen los bronces o las cañas.
–¿Hay
un denominador común en los nombrados?
–En casi todos, la cosa pasa
exclusivamente por el piano. Ahora bien, que la mayoría de los pianistas que
nombró estén identificados con un cierto tipo de jazz más vinculado al free, no significa que no vaya a
considerar a melodistas como Keith Jarrett, que es un gran pianista.
–Noto
que establece una diferenciación entre compositor y pianista.
–En los casos de Thelonious Monk y de
Andrew Hill importa más la composición. Hay que escucharlos para aprender y
después hay que despegarse porque se corre el riesgo de terminar imitándolos y ellos
no admiten imitaciones. El problema –y el desafío– es cómo hacer para no
tenerlos presentes cuando se interpretan sus composiciones.
–Cambiando
de tema, da la impresión de que después de una época muy conservadora, como los
años noventa, con su vuelta al bebop y a otros estilos museológicos, en los
últimos años hay una cierta voluntad de pasar a otra cosa. ¿Es realmente así?
–Hoy hay mucha más gente tocando jazz que
antes. A través de las escuelas, los jóvenes dominan los instrumentos y los
estilos del pasado relativamente rápido. Y eso, antes, no pasaba. La escena del
jazz se ha multiplicado exponencialmente. Los estilos anteriores probablemente
sobreviven como alternativa comercial de la que se nutre la nostalgia. ¡Los
músicos tienen que comer! Pero después, uno ve a esos mismos músicos tocando
otras cosas que se relacionan más con el presente. Y eso pasa en todas partes,
tanto en los Estados Unidos como en Europa e, imagino, también en Sudamérica.
Supongo que la variedad no le hace mal a nadie, ¿no?
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