Una reseña de Jonio González, aparecida en Cuadernos de Jazz, de mayo de 2015, a propósito del último disco de Chris
Potter.
CHRIS POTTER
UNDERGROUND ORCHESTRA
IMAGINARY CITIES
IMAGINARY CITIES
Chris Potter
(st, ss, cl-b),
Adam Rogers
(g),
Craig Taborn
(p),
Steve Nelson
(vib, marimba),
Fima Ephrom
(b-el),
Scott Colley
(b),
Nate Smith
(bat),
Mark Feldman, Joyce
Hammann (vln),
Lois Martin
(viola),
David Eggar
(chelo)
Nueva York,
diciembre de 2013
ECM 2387
ECM 2387
Basta abrir el cuadernillo del último
disco de Chris Potter para saber con qué va a encontrarse el oyente. Ni un dato
más allá de títulos de temas y los nombres de quienes intervienen. Ni un atisbo
de presentación u opinión crítica. No hacen falta explicaciones cuando se trata
de ECM. Y, en efecto, Imaginary Cities es puro sonido Eicher, y para la
mayoría de críticos lo mejor que el saxofonista de Chicago ha hecho en mucho
tiempo. Para ello Potter ha echado mano de su grupo Underground (Taborn, aquí
en piano acústico, Smith, Rogers) y le ha sumado un cuarteto de cuerdas
encabezado por Mark Feldman, el vibráfono y la marimba de Steve Nelson, el
contrabajo de Scott Colley y el bajo eléctrico de Fima Ephron, con lo cual
queda clara la intención de ganar en armonías, texturas, colores y atmósferas
respecto del anterior, y en muchos aspectos notable, The
Sirens (ECM, 2013), y alejarse de la etapa “eléctrica”
de discos como Underground (Sunnyside, 2003) o Ultrahang (ArtistShare,
2009).
Imaginary Cities es,
no diremos previsiblemente, puro jazz de cámara que gira en torno a la
suite homónima en cuatro movimientos de la que el propio Potter es autor, como
lo es de los otros cuatro temas del disco. Son estos movimientos que, si bien
parecen dirigirse en una misma dirección, acumulando ideas, dispersándolas,
reuniéndolas y redimensionándolas, se diferencian por sus tensiones internas
entre instrumentos (básicamente Potter y un sobresaliente Rogers, para mi gusto
uno de los mejores y más personales guitarristas de jazz de la actualidad) y entre estos y la
sección de cuerdas. De la introspección al arrebato, de la balada a la
disolución, de lo climático a lo ponderado, con ecos de Bartók, según algunos,
y sobre todo, en mi opinión, de George Russell en lo que a reflexionar sobre
los procedimientos se refiere, el sonido de Potter marca siempre la pauta a
quien debe complementarlo o refutarlo, sorprendiendo al oyente como si lo
pautado fuese fruto de la pura intuición.
Una obra,
pues, que sobre un trasfondo sonoro de una pulcritud cuasiaséptica reconocible
y hasta esperada, revela un impulso exploratorio intenso, seguro, proyectivo,
que sólo depende de su creador y, quizá, su productor.
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