domingo, 22 de febrero de 2015

Fischerman, con Miguel Zenón, en París

Lo de siempre: Guillermo Hernández, insatisfecho con el gusto de la cerveza Stella Artois que se hace en la Argentina, mandó a Diego Fischerman a París para que le  trajera un paquete de seis porroncitos, recomendándole que lo comprara en un Monoprix no lejos de Chatêlet, en el centro de París. Fischerman no pudo con su genio y desoyendo la orden de Hernández, en lugar de volverse de inmediato a Buenos Aires, ya que estaba ahí, decidió entrevistar al saxofonista Miguel Zenón, estrella del firmamento del jazz actual, que justo en esos días tocaba en el Duc des Lombards, lujoso boliche ubicado en la esquina donde esa calle se cruza con el Boulevard de Sebastopol. Nadie sabe en qué invirtió Fischerman sus viáticos, aunque se sospecha.

Parte del panteón de los elegidos

Pertenece al pequeño panteón de los elegidos. Su nombre figura, ya desde hace varios años, en las encuestas de críticos y público de la revista especializada Down Beat. Pero, por supuesto, Miguel Zenón descree de ello. “Es parte del negocio y a mi manager le importa”, dice en un bar de París, en la mañana siguiente a la segunda de las dos actuaciones deslumbrantes que realizó con su cuarteto en el club Duc des Lombards. “El peligro de esas cosas es que alguien se lo tome demasiado en serio. El mundo del jazz es muy chiquito y los músicos sabemos muy bien qué y cuánto tenemos que aprender y cuál es el exacto lugar en el que estamos.”

Nacido en Puerto Rico, radicado en Nueva York y, en efecto, uno de los mejores saxofonistas del jazz actual, Zenón, además, está ligado por varios lados a la Argentina. Grabó, junto al pianista francés Laurent Coq, un disco dedicado a Rayuela y a Julio Cortázar; ha tocado con Aca Seca cuando el trío actuó Nueva York; tiene un proyecto en puerta con Juan Quintero y Luna Monti; ha formado parte del grupo Los Guachos de Guillermo Klein, quien, por otra parte, ha sido el orquestador de los grupos de cuerdas y maderas que aparecen en varios de sus discos. Incluso estuvo en Buenos Aires alguna vez, casi de incógnito, tocando con Liliana Herrero y presentando el disco de Klein sobre el Cuchi Leguizamón. “Nos conocimos cuando yo estaba estudiando en Berklee, en Boston. Conocía a músicos que lo conocían, lo escuchaba, me gustaba mucho lo que hacía. Alguna vez alguno de sus músicos no pudo tocar, le hablaron de mí, lo reemplacé en esa ocasión; y después nos hicimos muy amigos y encaramos una cantidad de proyectos juntos.”

A los 38 años, Zenón valora un cierto corte generacional. “Creo que el jazz está en uno de los mejores momentos de su historia. Hay muchísima creatividad, hay grandes músicos, de generaciones anteriores, como Joe Lovano o Steve Coleman o Chris Potter, si pienso en el saxo, y notables maestros, y también muchísima gente de mi edad que está tocando. Es muy importante esa sensación de comunidad. De tener compañeros en un proceso de aprendizaje y de búsqueda.” También es un hombre de relaciones musicales duraderas. Con el pianista Luis Perdomo, con quien llegó a París, hace quince años que tocan juntos. Y el baterista, Henry Cole, forma parte del cuarteto desde hace una década. La única excepción, esta vez, fue el contrabajista, Jorge Roeder, que para esta gira –el cuarteto viene de Amsterdam y sigue viaje para Nantes– reemplazó a otro viejo compañero de ruta, Hans Glawischnig.

“Admiro a Aca Seca, me encanta lo que hacen, y la posibilidad de hacer algo juntos con Juan Quintero y Luna Monti surgió sola. Aún no sabemos lo que haremos, pero sabemos que lo haremos”, cuenta. Sus primeros cinco discos, entre ellos los premiados Esta plena y Alma adentro, donde toma como objeto principal de estudio la plena y el bolero puertorriqueño, fueron editados por Marsalis Music, el sello que creó y administra Branford Marsalis. Rayuela fue publicado por Sunnyside. Y es una producción independiente su reciente Identities Are Changeable, donde incorpora como parte de la banda sonora testimonios de inmigrantes puertorriqueños, recogidos por él mismo, acerca de lo que significa la identidad para los nativos de la isla que viven en Estados Unidos. “No debo rendirle cuentas a nadie, lo vendo en los shows y directamente por Internet, y recupero el dinero, lo que me permite hacer otros discos. Es mucho mejor”, afirma. La aseveración de Zenón no resulta extraña, si se piensa que la FNAC, el otrora rutilante emporio francés de la venta de discos, en su gigantesca sede de Montparnasse, ha mudado los CD, en un literal y nada metafórico descenso, del primer piso al primer subsuelo.

Para este saxofonista alto de notable técnica y apabullante creatividad la cuestión de las raíces musicales no es jamás una cuestión pintoresquista. “Es cierto que la música caribeña, y lo que se bailaba y se pasaba por la radio cuando era chico, es una parte de uno. Es, casi, algo en lo que no se piensa. Pero mi origen musical, en realidad, fue la música clásica. Era lo que estudiaba. Incluso, al jazz lo descubrí tarde, por amigos. Allí fue que me puse a escuchar y a estudiar como loco y, curiosamente, también fue con ese descubrimiento que decidí, o mejor dicho pensé por primera vez, que podría dedicarme a la música. Puerto Rico es muy pequeño en cuanto a su posibilidad de estudiar y hacer jazz, así que me fui a estudiar a Estados Unidos. El trabajo con géneros folklóricos de mi país fue natural. En parte porque siento que cada género es muy profundo, que no se trata de calcar un ritmito por aquí e imitar una melodía por allí, sino que hay que internarse realmente en algo para comprenderlo. Y en parte porque la investigación y el estudio me llevaron a entender que hay muchos más elementos en común entre músicas muy diversas que lo que suponía previamente. El jazz es una música de origen afroamericano y estadounidense, y eso hay que reconocerlo, por supuesto. Pero hoy no es más una música norteamericana. O sólo norteamericana. Es un lenguaje con el que muchos, en muchas partes del mundo, sentimos que es posible una expresión propia e individual. Y, de hecho, hay tantas formas del jazz como músicos creativos puedan estar tocándolo, en cualquier parte del mundo.”


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