miércoles, 8 de mayo de 2013

Melancolía porteña de la mejor


En el diario Página 12 del día de hoy, Diego Fischerman publicó el siguiente comentario sobre Goodbye, el último disco solista de Adrián Iaies, editado por Rivorecords.

La música en estado puro

No hay una sola respuesta posible. La de Adrián Iaies, no obstante, podría ser una de las más lógicas. O, por lo menos, lo es en sus manos. Ante la pregunta sobre qué cosa podría ser el jazz porteño, su hipótesis se ha ido concentrando y perfeccionando a lo largo de los años. Y si en un momento el género de los materiales sobre los que trabajaba, es decir unos tangos cuidadosamente elegidos, resultaba esencial, hoy lo que define su estilo –y por extensión uno de los estilos posibles de la música de esta ciudad– es algo que está más allá. Y, por si hiciera falta, lo explicita en su último disco, tal vez uno de los mejores de su carrera y, sin duda, uno de los más significativos del jazz de los últimos años.

Allí no hay tangos. Tampoco esas otras canciones de iniciación –Charly García, Joan Manuel Serrat– que el pianista revisita con singular fortuna. Si hay algo que pueda ser llamado argentinidad o, tal vez, porteñismo, no reside en nada de lo evidente. El disco, llamado Goodbye y publicado por Rivorecords, está dedicado a standards, es decir temas clásicos del jazz. La originalidad y el buen gusto con los que fue elegido el repertorio –baladas, de autores como Mal Waldron (“Soul Eyes”), Benny Golson (“Whisper Not”) o Gordon Jenkins (“Goodbye”)–, son, sin duda, un punto de partida. Pero lo notable es lo que Iaies hace con él. Y la manera en que se deja atravesar –y deja atravesar a las piezas elegidas– con la más profunda de las melancolías. Un tono neblinoso y difuminado que, más allá de cualquier genealogía improbable, suena inevitablemente a Buenos Aires.

Introspectivo hasta el extremo, ascético hasta el abismo, Goodbye logra un virtuosismo apabullante en su renuncia a cualquier exhibición virtuosa. Se trata, tan sólo, de alguien extrayendo sentido a cada nota, a cada articulación, a cada de-sarrollo, a las exquisitas secuencias de acordes. No hay notas que sobren porque no hay sonidos que obedezcan a otra cosa que una íntima necesidad de comunicación. Es, ni más ni menos, música en estado puro. Y parte del encanto tiene que ver con el disco en sí, con la presentación, con la excelente toma de sonido (y el bellísimo piano Fazioli con que fue realizada), en uno de los salones de Aguaribay y con Néstor Stazzoni y el sabio Carlos Melero como ingenieros de grabación, y con el cuidado en la producción.

Rivorecords, una de las mejores noticias en el mundo del jazz local, ha logrado, en su hasta ahora breve existencia, generar un catálogo de rara homogeneidad. Con un par de preceptos sencillos –grabaciones sin artificios y de calidad inusual, respeto por las estéticas de los artistas y por un objeto en el que todo cuenta, desde el sonido hasta la tapa y el diseño– este sello dedicado a discos de músicos de jazz argentino puestos ante el desafío de tocar standards, cuenta con varios CD notables y con mucho del mejor jazz argentino actual. Iaies, uno de los artistas más prolíficos del medio local –y también uno de los más meticulosos a la hora de dierenciar unos proyectos de otros y de hacer que cada nuevo disco sea, además, novedoso–, logra hacerlo, en este caso, con las armas más sencillas y, también, las más esquivas. Aquellas que sólo encuentran algunos buscando dentro de sí.

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