Diego Fischerman escribió en Página 12 del 15 de mayo la reseña del último
disco de Wayne Shorter. Según se lee
en la bajada: “En el año en que cumple 80, la leyenda
jazzera se da el lujo de publicar un CD extraordinario, compuesto,
mayoritariamente, por grabaciones realizadas durante la gira de 2011. De los
nueve temas incluidos, seis son nuevos”.
Un
talento que no tiene red
Es, sin duda, uno de los grandes músicos de la historia del
jazz. Como saxofonista fue posiblemente el único capaz de procesar la
influencia de John Coltrane y, a partir de ella, crear un estilo absolutamente
propio. Y, como Coltrane, generó una escuela. Además, es el autor de temas
seminales: “Pinocchio”, “E.S.P”., “Nefertiti”, “Masqualero”. Wayne Shorter dejó
una huella profunda, como integrante de los Jazz Messengers del baterista Art
Blakey o del Quinteto de Miles Davis a partir de 1968, en sus fundantes discos
como líder para el sello Blue Note, en la década de 1960 (Juju, Speak No Evil, Etcetera, por sólo nombrar algunos),
como miembro de Weather Report o como colaborador, ocasional o no tanto, de
Milton Nascimento, Santana, los Rolling Stones y Joni Mitchell. Pero, además,
en el año en que cumple 80 se da el lujo de publicar un disco extraordinario.
No sólo un gran álbum de una leyenda, sino una obra de arte capaz de hacer
justicia a su título: “Sin red”.
Without a Net se compone, mayoritariamente, por grabaciones realizadas
durante la gira de 2011 por el notable cuarteto que integran, junto a Shorter,
Danilo Pérez en piano, John Patitucci en contrabajo y el baterista Brian Blade.
Con el mismo grupo (salvo el baterista) llegó ese mismo año a Buenos Aires y
dio un concierto ejemplar. Ya había estado en 2006. Y el grupo, que se mantiene
estable desde 2001, editó tres grandes discos para el sello Verve: Footsprints Live, Alegria y Beyond The Sound
Barrier. Ahora, más allá del publicitado regreso a Blue Note (que, en
rigor, es apenas un cambio de habitación dentro de la misma casa, ya que tanto
este sello como el anterior pertenecen hoy a la misma compañía, Universal), lo
realmente importante es la creatividad, el riesgo, la calidad de ejecución y la
originalidad de la música.
De los nueve temas incluidos, seis son nuevos y uno solo,
“Pegasus”, una suerte de poema sonoro de 23 minutos de duración que incluye al
quinteto de vientos Imani Winds, fue grabado en estudio. Allí, a los siete
minutos, aproximadamente, a una de las integrantes del grupo de cámara se le
escapa, al escuchar a Shorter, un sonoro “Oh My God” que Roy Griffin, el
ingeniero de sonido, decidió dejar. De las obras más antiguas, dos son del
propio Shorter, “Orbits” (del disco Miles
Smiles, de Davis) y “Plaza Real” (de Procession,
de Weather Report), y son leídas desde lugares totalmente distintos de los
originales. El otro tema reinventado aquí por el cuarteto es “Flying Down To
Rio”, del film musical de 1933. “Pegasus” funciona como una especie de centro
alrededor del cual gira el resto. Sin embargo, a pesar de las diferencias evidentes
en el timbre y las texturas (más homofónicas en la escritura para el Imani),
tanto en esta obra como en las piezas más breves la forma nada tiene que ver
con las tradicionales improvisaciones sobre secuencias de acordes ni, tampoco,
con el free jazz más institucionalizado. Se trata, más bien, de epígrafes, de
pequeñas inmersiones en ríos sonoros donde cada instrumento puede entrar o
salir y en los que no hay otra guía que la propia interacción de los músicos.
Shorter suele recordar la época con Davis diciendo que “no ensayábamos; ¿cómo
podría ensayarse lo inesperado?” Aquí demuestra que ese espíritu sigue vigente.
Con certeza, ésta no es la obra de alguien que revisita su historia, sino la de
alguien que, para bien de todos, aún está escribiéndola.
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