lunes, 15 de abril de 2013

Anthony Perkins, cantante de jazz


Diego Fischerman escribe sobre los discos del actor Anthony Perkins, auténticas rarezas que ahora se consiguen en Minton's.

Tony Perkins

Psicosis. El y su madre. Y, también, él y su doble. O sus dobles. “No muchos lo saben, pero yo estaba ensayando una obra de teatro en Nueva York cuando la escena de la ducha se filmó en Hollywood –contaba Anthony Perkins–. Es bastante extraño atravesar la vida identificado con esa secuencia, sabiendo que ése era mi doble.” Tampoco son muchos los que saben que, para ese entonces, el actor tenía grabados tres excelentes discos de larga duración y siete singles, acompañado por los mejores músicos de jazz de la Costa Oeste. Y que, en el momento en que él comenzó a ser para siempre Norman Bates, cuando Psycho, de Alfred Hitchcock, fue estrenada, en 1960, su promisoria carrera como el cantante de jazz Tony Perkins, surgida de una casualidad, había ya terminado, tan repentinamente como había comenzado.

Su primer disco LP, llamado lacónicamente Tony Perkins, fue grabado en 1957 y contaba con un grupo notable, que incluía al baterista Mel Lewis, el genial saxofonista Bill Perkins, el guitarrista Howard Roberts, el trompetista Don Fagerquist, Herb Geller en saxo alto y clarinete, Bussy Clark en contrabajo y, en piano, a quien ofició también de arreglador y director musical, el célebre Martin (Marty) Paich, el mismo que trabajó junto a Frank Sinatra, Barbra Streisand, Michael Jackson, Sarah Vaughan, Ray Charles y Aretha Franklin, entre muchos otros. En las notas originales de la contratapa decía: “Uno de los jóvenes actores más dotados de los años recientes hace su debut discográfico en esta deliciosa colección de Epic (el sello editor), haciendo canciones de altura considerable con la misma sensibilidad y sinceridad con la que encara sus aclamadas actuaciones en cine, televisión y teatro. Tony Perkins no pensaba, de hecho, comenzar una carrera de cantante; esto fue el resultado de una canción incidental interpretada durante sus apariciones televisivas, y fue por eso que Epic le propuso un contrato, con este disco como consecuencia natural. Los oyentes encontrarán no sólo un abordaje personal a las canciones aquí incluidas, sino un cautivante sentido jazzístico, una combinación tan rara como satisfactoria”.

La participación televisiva había sido en la adaptación de la obra teatral Joey. Había sido el mismo actor el que había sugerido cantar en escena “A Little Love Can Go A Long, Long Way”. Y esa canción fue incluida en el primer single. Durante 1957 publicó otros seis, incluyendo “Thee I Love”, el tema principal de su segundo film, Friendly Persuasion, por el que fue nominado al Oscar como mejor actor secundario, y una canción que llegó a ubicarse 24 en la lista de los Billboard 100 Hot de ese año, “Moonlight Swim”. Al disco debut le siguieron otros dos, From My Heart, However y On a Rainy Afternoon, ambos de 1958 y ambos para la RCA. En las notas de este último, el pianista, educador y crítico de jazz John Mehegan escribía: “El tríptico de la carrera de Tony es un poco confuso para cualquiera. Sus seguidores del teatro dicen: ‘¿Vos querés decir que Tony también canta?’. Las adolescentes preguntan: ‘¿Es el mismo que canta?’. Y dado que todos estamos un poco confundidos, es razonable que Tony también lo esté. Este disco es un paso hacia el redescubrimiento de Tony Perkins por Tony Perkins. No es un disco ‘comercial’ dado que no está hecho para ningún segmento especial de su público. Está hecho por Tony para Tony. A Tony le gusta el jazz; le gusta su libertad y, al mismo tiempo, la disciplina del músico de jazz. Y convierte esas cualidades en parte de sus propias interpretaciones. Si usted corre a través de una tarde lluviosa (“a rainy afternoon” del título) escuche a Tony cantar para Tony –y, tal vez, para Usted–”.

Perkins no fue el único actor tentado por el mercado discográfico. Sin embargo, su caso es diferente de casi todos. En 1958 se trataba de un artista prestigioso. Ese año fue nominado al Tony como mejor actor de teatro, por su participación en Look Homeward, Angel, una producción de Broadway sobre el texto de Thomas Wolfe, y además fue coprotagonista de una joven Sophia Loren en Desire Under the Elms y de Shirley Mac Laine y Shirley Booth en The Matchmaker. Ya por su primera película, The Actress, de 1953, había recibido el Golden Globe como nueva estrella del año. Pero de ninguna manera era un ídolo popular. Y, además, sus discos eran cualquier cosa menos la típica colección de éxitos pop apenas entonados contra un acompañamiento estandarizado y diseñados para el público adolescente. No era un gran cantante. Sus agudos sonaban algo forzados. Pero, un poco a la manera de Chet Baker, lograba transmitir una sensación de intimidad y comunicación a un repertorio intachable. Y lo hacía con el mejor de los acompañamientos posibles. Si Baker (otro psycho, al fin y al cabo) recurría a su aspecto de actor de cine rebelde y descuidado para convertirse en estrella del jazz, el futuro Norman Bates hacía la operación contraria.

La duplicidad, sin embargo, quedaría reservada para su personaje más famoso y, eventualmente, para su sexualidad. Fue exclusivamente homosexual hasta 1972 y para ello resistió estoicamente los avances de Brigitte Bardot y Jane Fonda, entre otras que intentaron doblegarlo. Tuvo, en cambio, romances con Rock Hudson, con el genial libretista Stephen Sondheim y con Rudolf Nureyev. Pero durante la filmación de The Life and Times of Judge Roy Bean, la actriz Victoria Principal consiguió lo que su nombre y apellido anunciaban. A partir de allí, Perkins navegó por dos aguas y se casó, en 1973, con la fotógrafa Berry Berenson, que acabaría muriendo en 2001, como pasajera del Vuelo 11 que se estrelló contra una de las Torres Gemelas, nueve años después de que él falleciera de sida. En su último reportaje, él dijo: “He aprendido más acerca del amor, el altruismo, y el entendimiento humano de la gente que he conocido en esta gran aventura en el mundo del sida que en el despiadado y competitivo mundo en el que pasé mi vida”. A diferencia de Bates, Perkins no eligió una doble imagen, por lo menos en lo profesional. Cuando fue nominado al Oscar, decidió dejar de cantar. Aun no había llegado Psycho –por la que no fue nominado–. Ni, mucho menos, Goodbye Again, con Ingrid Bergman (por la que fue elegido mejor actor en Cannes, en 1961), ni su memorable Joseph K en El proceso de Kafka según Orson Welles. Tampoco su participación en el musical Greenwillow, de Frank Loesser (el autor de My Fair Lady), estrenado en 1960, por el que también fue nominado al Tony, ni su actuación de 1967 en la comedia The Star-Spangled Girl, de Neil Simon. 

Quedaban, de su paso por el jazz, tres discos de los cuales dos, Tony Perkins y On A Rainy Afternoon fueron publicados por el sello Jackpot Records, el año pasado, con excelente sonido y en un solo CD (en una edición que se consigue en Minton’s). Tony para sí mismo, como rezaba la contratapa de este último. Esa imagen, tan cara al Cool, del que está al margen. Del que mira de costado. De la timidez que oculta la furia. Del que canta para el único que realmente entiende. Él mismo. O sus dobles.

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