“El suspenso, la naturaleza misma del jazz”
–Durante la edición 2009 del Festival Internacional de Jazz de Montreal, usted tuvo carta blanca, con tres formaciones diferentes de las cuatro que presenta en la serie Domaine Privé en la Cité de la Musique y en la Salle Pleyel. Le gusta entonces “cuestionar la forma”…
–Cada una de esas propuestas es para mí estimulante, incómoda, inspiradora… En cada oportunidad hay un desafío que enfrentar. Por eso elijo músicos a los cuales me siento muy próximo tanto musicalmente –compartimos los mismos valores– como humanamente. Son amigos. Algunos de esos proyectos son más “nuevos” o menos familiares que otros. Es el caso del Axis Saxophone Quartet, por ejemplo, con quienes nunca antes he tocado. En cambio, el Double Trio graba desde 2009, y desde hace diez años tocamos juntos con Sam Yahel y Brian Blade, y con Brad Mehldau desde hace casi veinte años… Pero tengo la sensación de que, en cada uno de esos grupos con los que trabajo, hay un lado “experimental”. De todos modos, la importancia de la improvisación en el jazz a menudo nos lleva a territorios desconocidos. Adoro que cada noche, cada fragmento, cada instante sean diferentes. El jazz pone en escena el sonido de la sorpresa. Uno toca lo que siente en el momento mismo en que lo siente. El “suspenso” es la naturaleza misma de esa música.
–Tratándose de un cuarteto de saxofones con Mark Turner, Chris Potter y Chris Check, ¿cuál es la naturaleza de ese proyecto? ¿Se inspiran en sus predecesores, como el World Saxophone Quarter o el Rova?
–Como acabo de decirle, nunca tocamos juntos. Pero sucede que Mark Turner, Chris potter y Chris Check son tres de mis saxofonistas favoritos, cada uno de ellos ha ejercido una fuerte influencia sobre mí y, además, me ha inspirado. Somos de la misma generación. Por más que tengamos un sonido y un estilo de tocar distintos, compartimos muchas ideas musicales, tenemos valores y experiencias comunes. Estamos muy entusiasmados por este proyecto que nos lleva a reflexionar mucho. Estoy convencido de que nos tomará un poco de tiempo afinarlo y verlo progresar. París va a ser nuestra primera gran fecha, estoy impaciente de saber cómo vamos a sonar, pero estoy seguro de que va a ser apasionante y que nos vamos a divertir y a provocarnos… El público tendrá la oportunidad de asistir al nacimiento de un grupo. Espero que tenga una larga vida.
–¿Cuál va a ser el repertorio?
–No soy el único que escribe. Se trata de una empresa colectiva. Cada uno de nosotros compone y concibe arreglos específicamente para ese cuarteto. Pero esperamos abrir las composiciones originales a otros músicos con quienes tenemos ganas de colaboar, como Patrick Zimmerli o Guillermo Klein.
–En cuanto al dúo con Brad Mehldau, ¿de qué manera la amistad de veinte años influye en la conversación musical?
–En mi opinión, en el más alto nivel el jazz vehiculiza siempre una experiencia social. Se trata tanto de expresión, de comunicación, de conversación, de diálogo. En cada orquesta en la que participo, me esfuerzo por tener excelentes relaciones con los otros músicos, tanto sobre el escenario como fuera de él. Me resulta inconcebible estar en un grupo durante mucho tiempo, si éste no está unido por vínculos de amistad. Evidentemente, cuando se trata de ese formato tan particular que es el dúo, la calidad de la relación humana es todavía más determinante. Se comparte tanta intimidad que luego se hace pública… Nos resulta necesario escuchar al otro con un máximo de atención y de intensidad sin flaquear ni un instante, hay que alentar, afirmar, motivar, cuestionar al otro constantemente, hacerlo ir más lejos. La empatía y el respeto mutuo son esenciales. No se puede lograr eso sin una amistad profunda. Si no podemos ser amigos en tanto hombres, no podemos ser libres en tanto músicos.
–¿Va a explorar nuevas composiciones con Brad?
–Tocamos a la vez composiciones originales, standards, clásicos del jazz y temas pop o rock. Una buena parte de las composiciones originales del dúo nunca fueron interpretadas o grabadas por ninguna de nuestras formaciones y, en ese sentido, pueden considerarse “nuevas”. El dúo con Brad es realmente una historia de exploración, de libertad, de apertura, de espontaneidad en la conversación. De pronto, el repertorio en sí mismo carece de importancia. A veces, cuando tocamos a dúo, el standard más frecuentado puede revelarse tanto o más fresco que las nuevas composiciones. Para nosotros, la apuesta consiste en redescubrir y, si es posible, reinventar cada tema cada noche.
–¿Por qué todavía no grabaron un álbum en dúo?
–Todavía no hemos tenido la oportunidad de tener una sesión en el estudio, nada más. Pero muchos conciertos fueron grabados y ahí hay mucho que trabajar a futuro.
–Con el doble trío (dos contrabajos y dos baterías), usted dispone matemáticamente de toda una serie de combinaciones: dúos con cada músico, tríos y cuartetos combinados e incluso un quinteto. ¿Va a servirse de todo eso?
–Tenemos por costumbre recorrer todas las combinaciones presentes en el álb um Compass. Algunos temas con todos los músicos reunidos en quinteto, con los dos bajos y las dos baterías, otros en trío. Es como si fuera el juego de las sillas, con uno o dos músico que se van del escenario cuando entran los otros. Eso permite explorar distintas texturas y combinaciones sonoras. En eso consiste el interés del formato.
–¿Qué lo ha incitado a probar esa fórmula de geografía variable?
–Una idea que se me ocurrió. A último minuto. Al principio no se tratgaba de grabar así, sino apenas en trío. Y luego de algunas semanas, comencé a imaginar lo que se podría hacer con dos bateristas y dos bajistas juntos. Ninguno de nosotros había hecho la experiencia. No sabíamos a qué atenernos. Simplemente llegamos al estudio sin ideas preconcebidas. Ni siquiera sabíamos si iba a funcionar y si habría material con que hacer el disco. ¡Y funcionó! La salsa cuajó instanteámente. Creo que la frescura es el lado inédito de la fórmula. A medida que avanzábamos encontramos espontaneidad y libertad…
–Pasados un poco más de dos años, ¿se encuentran donde esperaban?
–Como dije, no tenía la menor idea de lo que esperaba. Pero en cada oportunidad, fue un gran placer. No tocamos tanto en vivo en estos tres años que siguieron a la grabación: apenas dos giras y un puñado de fechas aisladas…
–Para el último concierto usted se va a presentar con la Elastic Band, con Sam Yahel en teclados y Brian Blade en la batería. ¿Se trata de trabajar sobre el groove y la energía? ¿O antes que nada sobre un sonido diferente?
–Con la Elastic Band nos interesamos efectivamente en un montón de músicas que utilizan grooves distintos del swing tradicional del jazz en 4 por 4. Pero el acercamiento fundamental, la manera de tocar juntos, la fluidez de los intercamb ios tiene sobre todo que ver con nuestra manera de percibir el grupo como una fórmula actual del trío de jazz clásico alrededor del órgano. Eso es lo que siempre fue el núcleo central de nuestra búsqueda. Para este encuentro con el que cerraré la serie Domaine Privé, seremos menos una Elastic Band que recurra a la electrónica y a las texturas insólitas que un trío de órgano, batgería y saxo como en los viejos tiempos.
–¿Cuál hubiese sido su elección si se le hubiera propuesto un quinto concierto?
–¿Quién sabe? Tengo la impresión de ya estar colmado por los cuatro conciertos que tengo que dar. Por supuesto hay otras fórmulas y colaboraciones que podría imaginar. Pero la base del jazz es el “aquí y ahora”. Prefiero concentrarme en el presente, hacer surgir todo el potencial para lograr conciertos tan apasionantes y creativos como me sea posible.
–¿Podría imaginar un concierto de saxo solo?
–Ya lo hice. Ocurre de vez en cuando y, en cada oportunidad, con un entorno acústico bien particular, como en la Grace Cathedral de San Francisco. Me gustó mucho hacerlo, pero el saxo solo, creo, debe ser algo excepcional. Me parece que el saxo necesita realizar intercambios con los otros instrumentos. Adoro tocar con otros músicos, sacan lo mejor de mí. Y espero hacer otro tanto con ellos.
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