La siguiente reseña del concierto de Adrián Iaies y Bojan Z, firmada por Jorge Fondebrider, fue publicada por el diario La Nación, de Buenos Aires, el pasado lunes 20 de julio.
De la pampa a los Balcanes
En
el marco del
festival Piano Piano, que se
viene desarrollando en Centro Cultural Kirchner desde el pasado 3 de julio al 8
de agosto próximo, el jueves 16 hubo un doble programa dedicado al piano solista.
En primera parte se presentó el argentino Adrián Iaies y, acto seguido, el
serbio Bojan Zulfikarpasic, quien, radicado en Francia y acaso por motivos
obvios, hace unos años simplificó su nombre artístico en “Bojan Z”. No podía
tratarse de pianistas más disímiles, lo que, para gusto del público, se tradujo
en una suerte de agradable complementariedad.
Iaies incluyó algunos standards del repertorio jazzístico, así como grandes lecturas de
“La casita de mis viejos”, de Juan Carlos Cobián (uno de los compositores
favoritos de Iaies) y de “Serenata para la tierra de uno”, de María Elena Walsh,
además de piezas propias. En ese eclecticismo, en el abordaje de temas
correspondientes a distintas especies interpretados como si se fueran todos de
un mismo género está uno de los rasgos distintivos de Iaies, pianista que,
acaso con mayor énfasis que muchos de sus compatriotas, ha sabido hacer de la
forma canción una marca de fábrica. Sus inteligentes relecturas son casi
siempre desconcertantes y, en muchas oportunidades –como el jueves con “My one
and only love” y “Whisper not”– magníficos ejemplos de cómo es posible sacarle
provecho desde una perspectiva diferente a bellísimos temas, abordados cientos
de veces por otros músicos.
Terminada su actuación Iaies presentó a
Bojan Z, quien sin solución de continuidad se instaló al piano. Miembro de una familia musulmana de origen bosnio, nació en Belgrado en 1968. Allí comenzó sus
estudios de piano, que continuó en los Estados Unidos con Clare Fischer. Luego de haber cumplido con el
ejército de la entonces Yugoslavia en una banda militar, se instaló en París en
1988. Allí además de integrar los grupos de Julien Lourau, Magic Malik, Henri
Texier, Michel Portal, Nguyen Lê y Sylvain Beuf, entre muchos otros, comenzó
una actividad como solista y líder de sus propios grupos, lo que le permitó
grabar discos tan notables como Solobsession (2001), Xenophonia (2006) y el más reciente Soul
Shelter (2012), que acaso
destacan sobre el resto de su catálogo.
El
virtuosismo de Bojan Z, su descomunal manejo del ritmo, la variedad de recursos
–que incluyen una portentosa mano izquierda– y el aprovechamiento de las formas
folklóricas de los Balcanes –que, en medio de su vértigo, curiosamente remitían
a nuestro propio folklore– podrían haberse constituido en una demostración algo
circense, si no hubiese mediado la necesidad de decir algo. Y Bojan Z dijo
mucho y bien, poniendo el corazón al servicio de la música (fundamentalmente,
varios temas del álbum Soul Shelter,
así como un bellísimo vals del contrabajista Henri Texier, sin olvidar los
restos de una rapsodia húngara que, contó, interpretaba su padre, deformándola
cada vez que se sentaba al piano). Fue deslumbrante. Y si quedaban dudas, ahí
estaba el tema de Duke Ellington, con el que Bojan Z cerró una noche increíble.
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