viernes, 28 de marzo de 2014

Barbie Martínez responde a las preguntas de Jorge Fondebrider

El Periódico de Poesía es una publicación digital de la UNAM (Universidad Nacional Autónoma de México). Allí, desde hace más de seis años, Jorge Fondebrider se ocupa de una de las rúbricas mensuales. Se llama Poesía y Música e incluye artículos, reseñas y entrevistas que vinculan a ambas expresiones. En el último número on line, el de febrero último, hay una entrevista con Barbie Martínez. Entiéndase asimismo que la introducción incluye algunos conceptos dirigidos a un público no argentino.



Preguntas a Barbie Martínez

No por nacer en un lugar determinado uno tiene necesariamente que vivir ajustándose a las tradiciones de ese lugar. Esto mismo, dicho de otro modo, podría traducirse así: que la gente que nos precedió haya desarrollado cierto gusto o cierta costumbre no nos obliga a aceptar ciegamente esos gustos o costumbres como propios. Y si bien la decencia nos obliga a tratar de conocer ese bagaje que se nos lega –y en parte, condiciona–, cumplido ese tránsito tenemos la posibilidad de optar. Por caso, vivo en un país donde se toma mate. Hay toda una ceremonia alrededor de ese brebaje. A mí, el gusto de mate a veces me agrada; la ceremonia del mate y la bombilla compartidos, nunca. No por asco. Simplemente, juntarme con otras personas a pasar un recipiente común del que todos beben se me hace poco interesante. Hay, como se imaginará el lector, cosas mejores que llevarse a la boca… Entonces, no veo por qué tengo que cumplir con esa ceremonia tan cacareadamente argentina ni por qué, no cumpliéndola, sería menos argentino. Tal vez el ejemplo que acabo de plantear sirva para señalar que se opta por razones culturales, a veces por razones ideológicas y también, por puro gusto. Claro, cultura, ideología y gusto presentan límites difusos y a veces se confunden.

Sumo ahora un segundo ejemplo: a mí, que vivo en un país con grandes extensiones de campo, no me gusta el campo. En consecuencia, no me gusta especialmente el folklore rural argentino, que, si se me permite, no es tan rural como dicen y, llegado el caso, tampoco es tan folklórico. Por caso, hay muchas otras tradiciones de músicas folklóricas que sí me gustan, o que me gustan más. Pero a la hora de elegir, generalmente elijo la música de las ciudades. Y como vivo en una gran ciudad que originó el tango, una de las músicas más interesantes del siglo XX, disfruto enormemente la música de otras grandes ciudades. Y por encima de todas las músicas urbanas, el jazz. ¿Por qué? Tal vez porque a diferencia del tango, el samba brasileño y otras músicas igualmente nacidas en ciudades, es música que vive de la improvisación, de lo que ocurre una vez y nunca más, y, en consecuencia, de la intensidad. También, porque es omnívoro. El jazz se come todo: salió de la mezcla de las músicas folklóricas rurales de los Estados Unidos con la música europea de tradición escrita, y después siguió viaje sin detenerse jamás en ninguna latitud. Así, hay jazz estadounidense, pero también europeo, y jazz latino; y así como se habla del jazz de Nueva York, de Kansas o Chicago, hoy se puede hablar de jazz francés, de jazz italiano, de jazz escandinavo, de jazz japonés, indonesio o argentino, etc. En todos los casos, sigue siendo jazz sin que importe si se trata de la música generada por un saxofonista escocés, un trompetista italiano, un checo, un oudista argelino o libanés, o un baterista sudafricano.

Pero hay, sí, un problema: el jazz nació en inglés, las mejores letras de canciones conocidas y probadas por el paso del tiempo –los standards– fueron escritas en esa lengua. ¿Qué pasa entonces cuando alguien, que viene de otra tradición, se mide con esos temas? Para saberlo, le planteé una serie de preguntas a Barbie Martínez, quien, pese a su extrema juventud, con Swing, Live at Thelonious y Walkin’ (out the door), tres magníficos discos, acaso la mejor cantante de jazz de mi país.

–¿Qué tan determinantes son las palabras de una canción a la hora de cantar?
–Las palabras son la esencia de la canción. A la hora de cantar, las palabras tienen un peso fundamental para poder  contar una historia, y transmitir pensamientos, sensaciones o sentimientos. Esas palabras, cuando se cargan de sentido, contienen el alma o el espíritu del tema. Digamos que si un tema tiene letra entonces es fundamental saber de qué se trata y qué significan cada una de esas palabras o expresiones idiomáticas, para poder interpretarlo de una manera que tenga relación con el mensaje que contienen las palabras. Muchos standards son sumamente poéticos, y en ellos hay sutilezas, referencias de todo tipo, y detalles maestros que le dan una identidad única a cada canción. Creo que las palabras son nuestra guía para poder apropiarnos realmente de un tema mediante la interpretación subjetiva que hagamos de la letra.

–La mayoría de los standards de jazz, al igual que los tangos del período clásico, se refieren a otra época muy distinta de la nuestra. Por más que lo que expresan muchas de las letras tenga vigencia incluso hoy, ¿cómo se hace para lidiar con otra realidad tan alejada en el tiempo?
–Si bien es cierto que los standards se refieren a una época distinta y alejada de la nuestra, lo maravilloso del jazz es justamente su atemporalidad y universalidad. Las letras de los standards hablan sobre cosas “que nos pasan a todos”. Es muy fácil identificarse con estas canciones porque cuentan historias en las que nos podemos ver reflejados. ¿A quién no le paso desear que llegue un gran amor, como en “Lover man”, o querer que no hablen mal de uno cuando termina una amistad como en “Please don’t talk about me when I’m gone”? ¿Quién no se obsesionó pensando en alguien como en “Night and Day”, quién no conoce a alguien como la palma de su mano como en “I could write a book”, y quién no fantaseó alguna vez acerca de algo que no iba a suceder, como en “Imagination”? ¿Quién no dijo alguna vez “no me enamoro más”, como en “I’m through with love”, o “lo nuestro fue muy divertido, pero solo algo pasajero” como en “Just one of those things”? Y así, los standards hablan sobre todas las aristas del amor, la amistad y la vida y cuentan historias sobre los sentimientos de las personas frente a las más diversas situaciones, y esto es algo que trasciende las épocas.

–Entiendo que sos profesora de inglés. Con todo, vivís en castellano. ¿No hay ahí un cortocircuito cuando cantás letras escritas en otra lengua?
 –En mi caso, no siento un cortocircuito porque estudio inglés desde los 3 años, fui a un colegio bilingüe y después me perfeccioné en la facultad y di clases muchos años. Escucho jazz desde hace 17 años, y esa también es una forma de estar permanentemente ligada al idioma. Para mí, el inglés es casi como el castellano. Me siento completamente en casa cantando en inglés y lo tengo tan naturalizado que hasta puedo cambiar o sacar letra mientras improviso. De todas maneras, creo que si el mensaje es contundente y se tiene justificación artística va a funcionar aunque no sea tu lengua. En otras palabras, si se tiene algo para decir, se puede decir como sea y va a estar bien.

–¿En qué medida tu interpretación se ajusta a las tradiciones del género y en qué medida se aleja?
–Creo que mi interpretación se ajusta a las tradiciones del género en el sentido de que, en mi caso, es fundamental partir de ese lenguaje para poder sonar realmente en estilo. Por otro lado, soy una persona contemporánea y estoy atravesada por experiencias e influencias estéticas, musicales, culturales, etc. Eso resulta en un lenguaje propio que aún hoy se sigue construyendo y elaborando en torno de esa síntesis entre lo que uno toma y lo que uno intenta aportarle a la música.

–La elección de un tempo determinado puede hacer variar la naturaleza del standard elegido. ¿Cómo afecta la interpretación a la letra original? 
–La posibilidad de experimentar con los tempos es una de las formas que hay para reinterpretar un standard. Se puede conservar el espíritu de un tema aunque lo cambiemos drásticamente detempo. Se puede hacer una relectura o reinterpretación del mensaje del tema que justifique el cambio de tiempo. Uno puede contar una historia frenéticamente o con calma, siempre depende de la perspectiva, y esto es fácilmente aplicable a muchas historias. La interpretación le da vida a la letra original, la convierte en la historia o experiencia de alguien que se adentra en las profundidades de sus recuerdos y a través de esestandard sublima y comparte sentimientos que surgen desde lo más profundo para transformarse en algo tan bello y conmovedor como el canto. 

–¿Tenés compositores favoritos? ¿Cuáles? 
–Richard Rodgers, Duke Ellington, George Gershwin, Jule Styne, Jimmy Van Heusen, Jerome Kern, George Shearing, Vernon Duke, Victor Young, Thelonious Monk, Henry Mancini, John Lewis… También están los compositors que son, además, letristas, como Cole Porter, Sammy Cahn, Horace Silver, Billy Strayhorn, George Gordon, Johnny Mercer… Y otras categorías, como la de los compositores y letristas asociados. Por ejemplo, para no repetir, Harold Arlen (compositor) con Ted Koehler (letrista) o Jimmy McHugh (compositor) con Harold Adamson (letrista). Y los que además de ser letristas hacían algo más, como Eddie De Lange (letrista y director de orquesta), Hoagy Carmichael (compositor, cantante y pianista) y Frank Minion (cantante y letrista)

–¿Y letristas a secas?
Ira Gershwin, Lorenz Hart, Oscar Hammerstein, Bernie Haniguen…

–¿Pensás en la posibilidad de cantar jazz en castellano? Si así fuera, ¿cuál sería el tipo de compositor que elegirías?

–La verdad es que hoy por hoy no pienso en cantar jazz en castellano, pero si lo hiciera creo que elegiría temas del Flaco Spinetta porque creo que melodica y armonicamente es el compositor mas jazzístico y sus letras están llenas de poesía como en los standards.

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