Fiel a su estilo y a sus pasiones, Jonio González la emprende hoy con Shelly Manne, uno de sus músicos favoritos. Nosotros, agradecidos.
Shelly Manne
The Navy Swings!
Shelly Manne (bat), Richie Kamuca (st), Conte Candoli (tp), Russ Freeman (p), Chuck Berghoffer (b), Frank Strozier (sa), Mike Wolfford (p), Monty Budwig (b), John Gross (st), Gary Barone (tp), Juney Booth (b)
United Recorders, Hollywood, 1961, 1965, 1967 y 1970
Studio West 109 CD
Los hombres de la radio
Durante la Segunda Guerra
Mundial la Armada
de Estados Unidos (así como las Fuerzas Aéreas y el Ejército) impulsó diversos programas radiales, tanto
dramáticos o humorísticos como musicales, con la intención de levantar la moral
a la tropa, proveerla de entretenimiento, convencer a quienes no se habían
reclutado de que lo hicieran y demás acciones de propaganda patriótica.
El principal programa musical durante ese
periodo fue Your Navy Show, por el
que pasaron, entre otros, Tommy Dorsey, Harry James y George Shearing. En los
sesenta se lanzó, con similares propósitos, The
Navy Swings, dedicado principalmente al jazz. En él intervendrían músicos
tan diversos como Dave Brubeck, Vince Guaraldi, Jeri Southern con Charlie
Barnet, Joanie Sommers, Wes Montgomery, Red Nichols, Don Cherry o Herb Ellis,
pero ninguno tantas veces como Shelly
Manne, quien con sus Men grabó, con la producción de Vil Vohler, de Programs Inc.,
23 registros en un total de nueve sesiones que tuvieron lugar entre 1961 y
1970. La fecha exacta de las grabaciones, así como de su emisión, se desconoce
por el momento, según Scott Yanow, autor del cuadernillo informativo, y en
efecto ni siquiera figuran en las discografías de los músicos implicados que el
autor de esta reseña ha consultado. No obstante, sí ha conseguido saber que The Navy Swings se emitía cinco días a
la semana y que su duración era de veinte minutos, lo que exigía de los músicos
una máxima concentración creativa, tema sobre el que ya volveremos.
Conte Candoli |
Lo cierto es que en entre 1961 y 1965
Manne y sus hombres del momento entran en los estudios Universal Recorders para
registrar 16 temas. En el 61 el baterista neoyorquino acababa de llegar de su
gira por Europa con el JATP de Norman Granz (que acabó convenciéndolo a fuerza
de dólares) y de reabrir en Hollywood su Hole, donde en marzo de ese año grabaría
en directo con sus Men los extraordinarios registros que el aficionado tiene en
mente. Conte Candoli acababa de reemplazar a Joe Gordon (que ese mismo año
registraría su tercer disco a su nombre, Lookin'
Good, reeditado en 2006 por Verve en su serie Originals) y la escena jazzística angelina seguía siendo un hervidero.
Ignoramos hasta qué punto el jazz podía constituir un aliciente para que quien
no sabía qué hacer con su vida se uniera a los ejércitos de la Unión , pero en cualquier
caso la música de Manne (ese hard bop de la Costa Oeste bautizado
pretenciosamente como West Coast Style) obligaba, como mínimo, a pensárselo. Y
eso que nuestros hombres apenas si disponían de tiempo para exponer sus
argumentos. En efecto, si lo mejor de Shelly Manne and his Men hasta la fecha,
y probablemente a lo largo de su historia, había que buscarlo en las
grabaciones en directo, donde los temas solían durar más de diez minutos y
acercarse en ocasiones a los veinte, el formato radiofónico los obligaba a no
superar los tres minutos, como si volvieran, tras la revolución que supuso para
la evolución del jazz la invención del elepé, a los viejos discos de pasta.
Ello suponía que una de las grandes bazas del grupo, la improvisación extendida
(en la que Candoli y, sobre todo, el gran Kamuca eran maestros consumados),
tuviera que readaptarse intentando no perder la esencia de su poética. No
obstante ello, nuestros hombres se conocían ya lo suficiente para sonar
perfectamente conjuntados. Candoli, todavía bajo el fuerte influjo de Davis,
quizá suene algo lánguido, pero Kamuca es un portento de músculo e ideas inesperadas;
Freeman un maestro del refinamiento y las "líneas melódicas
mercuriales", como escribió el crítico Thomas Cunniffe; Berghofer un
contrabajista clásico pero extraordinariamente sólido (como siempre a lo largo
de su algo oscura carrera) y Manne el apoyo rítmico perfecto y con un sentido
de la medida inigualable. Lo mejor de las 14 composiciones que interpreta esta
formación tal vez se encuentre en las más dinámicas, como "Love For Sale", "Green Dolphin
Stree"t, "A Gem From Tiffany", tema insignia del grupo en las presentaciones
en el Black Hawk, y, especialmente, "The King Swings", debido a la pluma de
John (por entonces Johnny) Williams, futuro padre musical de Star Wars y E.T., y que ese mismo año registrarían en Checkmate (Williams ya había colaborado con Manne en los arreglos
de My Fair Lady y volvería a hacerlo
en That's Gershwin).
A finales
de 1965 los Men habían sufrido importantes cambios, como la entrada de Wofford
por Freeman, el regreso de Budwig y el reemplazo de Strozier por Kamuca, quizá
la más importante. Si Manne ya había coqueteado con cierto vanguardismo (v.g.
en A Quiet Gass), las intervenciones
de Strozier (único saxo alto en una formación de los Men y suerte de puente
entre el bop y ciertas innovaciones experimentales, como ha señalado Christian
Béthune), restan en alguna medida robustez al grupo pero lo dotan de un nuevo
lirismo, más cool y ligero si se
quiere, de un melodismo más cristalino, cuyo ejemplo más exacto es una versión
de "March of the Siamese Children" (que
Strozier ya había grabado en 1962 en su álbum homónimo para Jazzland)
impensable con los mimbres anteriores. Cabe señalar también que Candoli
comienza a encontrar (o reencontrar) su sonido, tanto con la sordina
(inconfundible) como al ejecutar esos agudos tan controlados que sus problemas
de dentadura lo obligarían a dosificar tiempo después. De esta formación sólo
se incluyen cinco composiciones emitidas entre 1965 y 1967. En las últimas
cuatro, registradas en 1970, el grupo
recupera hasta cierto punto la energía que siempre lo caracterizó y un sonido más
acusadamente hard bop. Gross no es Kamuca, pero también tocó con Herman, con
Kenton, con Holman, con los Lighthouse All Stars de Howard Rumsey, y se le
nota. Sabe ser enérgico y también introspectivo, atacar cuando hay que hacerlo
e interactuar cuando corresponde. A esto contribuye un Gary Barone que suena
como un clon del mejor Candoli, con preciosos efectos a media válvula ("Here's That Rainy Day").
En suma, un disco que va mucho más allá de la
rareza al uso, altamente recomendable no sólo para quienes desean completar la
discografía del inmortal Shelly Manne, sino para aquellos quieran comprobar lo
que son capaces de hacer, en apenas tres o cuatro minutos, unos músicos que
tienen las ideas claras y saben cómo expresarlas de manera directa y eficaz,
sin perder un ápice de swing y sentimiento.
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