lunes, 4 de marzo de 2013

El turrón de Guillermo y dos disquerías de Barcelona

Como todo el mundo sabe, este blog permaneció cerrado durante varios meses (desde septiembre de 2012 hasta febrero de 2013, para mayor exactitud), lo que en muchos provocó algo así como un ciertosindrome de abstinencia. A tal punto que varios de sus usuarios, hombres hechos y derechos, insospechados de cualquier sentimiento femenil, se lamentaron golpeándose la cabeza con varias cajas de Mosaic juntas. Tampoco faltaron los reclamos destemplados, los gemidos, los sollozos y suspiros.

Mientras todo esto ocurría, a Guillermo Hernández le dieron ganas de comer turrón y, según parece, alguien le había dicho que en Barcelona vendían el de Planelles (http://www.planellesdonat.com/), el mejor turrón del mundo. Entonces, después de decirle a algún nuevo cliente distraído que él no vendía discos de Herbie Hancock o de echar a los gritos a otro que le pidió no se sabe qué disco de Michael Brecker, sacó del bolsillo uno de esos fajos de billetes que colecciona desde su época de verdulero y le dijo a Jorge Fondebrider: "Tomá pibe, andate a Barcelona y traeme dos paquetes de turrón. Mirá que sea gijona, eh". Corría el mes de octubre de 2012.

Al cabo de una serie de gestiones, el mandadero llegó a la ciudad condal, donde lo esperaba Jonio González, corresponsal de Minton's en Catalunya, y ambos amigos cumplieron la diligencia que satisfaría la gula de Hernández. Pero ya que estaban ahí aprovecharon para ver discos.

Siempre guiado por González, Fondebrider llegó a Blue Sounds, una muy coqueta disquería, ubicada en Carrer Benet Mateu, 26, en el Distrito Sarrià-Sant Gervasi, del barrio Sarrià. Atiende de 10 a 13.30 y de 17 a 20.30. Se llega con el metro de la L3, bajando en la estación María Cristina, o con el bus de la línea 34. Vale la pena comprobar que esté abierta porque no está lo que se dice al paso. Para hacerlo, se puede llamar al  (34) 932 80 60 28.

González y Fondebrider en Blue Sounds
Blue Sounds está atendida por Esteban, quien, apenas oyó el acento argentino preguntó: "¿Os manda Guillermo?". Ante la respuesta afirmativa empezó a mostrar discos y estos empezaron a acumularse en pilas. "¿Los queréis con las cajas o los preparo como me pide Guillermo?", preguntó Esteban. Se le respondió que con las cajas. "Este tío Guillermo es todo un personaje", dijo Esteban.González y Fondebrider se miraron, pero como no sabían si era o no un doble agente, no hicieron comentario alguno, aunque sí pensaron unas cuantas cosas.

Resuelta la compra –lo que llevó un buen par de horas–, hubo tiempo para charlar un poco más y enterarnos de la reputación de Hernández allende los mares. "¿Y cómo es Minton's?", preguntó Esteban. González y Fondebrider respondieron que estaba claramente menos ordenada que Blue Sounds y que los criterios clasificatorios no eran tan nítidos. Con todo, Esteban suspiró: "Es que me hace tanta ilusión conocer ese lugar. De veras me apetece".Nuevamente González y Fondebrider se miraron.

Esa noche, en casa de González, quien recibió de Guillermo la orden de alojar a Fondebrider, hubo un recuento de discos: éste sólo había podido comprar unos 34. No era una cifra digna como para presentarse ante Guillermo y decirle "mirá lo que conseguí". Por lo tanto, el experimentado González propuso visitar al día siguiente Jazz Messengers, a apenas dos cuadras de su casa.



Jazz Messengers queda en Còrsega 202. Se trata de un lugar relativamente céntrico y, por lo tanto, de muy fácil acceso. Su sitio de Internet es http://www.jazzmessengers.com/. Ahí se puede recabar toda la información sobre días de apertura, horarios y teléfono.




La disquería queda al lado de un gran depósito de discos y ambas puertas están conectadas. Se accede a Jazz Messengers descendiendo unos pocos escalones. Una vez adentro se parece al paraíso o, al menos, a una de sus posibles formas.

Y algo muy importante. A no engañarse: no son los mismos discos que uno consigue en Blue Sounds. Además, a diferencia de la primera, en ésta hay ofertas. La clasificación también es otra. Y la atención, también, aunque igualmente amable.


Pero como suele ocurrir, hete aquí que Fondebrider oyó el ultrasonido del llamador de patos de Guillermo y esa misma noche se comunicó con el talibán de Merlo. "¿Y, viejo?", preguntó Guillermo. "¿Para cuándo mi turrón?". Con dos cajas de discos (los CleanFeed abultan poco), Fondebrider se despidió de González y, no sin cierta melancolía, emprendió el regreso.  Promediaba octubre y ésta era otra historia más de la ciudad desnuda.

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