La siguiente entrevista entre George Garzone y Jorge Fondebrider iba a ser publicada en la revista Ñ, pero por cuestiones que hacen al mal funcionamiento de los medios, quedó inédita. La recupera ahora el blog de Minton's.
Después de las lentejas
El nombre de George Garzone es referencia obligada para los conocedores ya que se trata de uno de los mejores tenores en actividad en el mundo entero y acaso, con John Purcell, el que, mejor conoce el legado de John Coltrane, lo que, convengamos, no es poco. Como si esto fuera poco, Garzone es uno de los más destacados maestros formadores de músicos. Tanto en el Berklee College of Music, como en el New England Cosnervatory, en la Long School of Music, en la New York University o en la New School for Jazz and Contemporary Music, tuvo como alumnos a los saxofonistas Joshua Redman, Branford Marsalis, Donny McCaslin y Mark Turner, entre una lista formidable de músicos que, y acá la cosa empieza a ser más clara, incluye a Ricardo Cavalli. Por eso, cuando en octubre del año pasado viajó a la provincia de San Luis –para tocar en un insospechado festival de jazz local, junto con el trompetista Wallace Roney, el pianista Cyrus Chestnut, el contrabajista Rufus Reid y el baterista Antonio Hart–, resultó de lo más normal el encuentro con su ex-alumno. Con él y su cuarteto se volvió a presentar en Buenos Aires en marzo de este año –que es el momento en que también aprovechó para grabar Heart To Heart–, y ese segundo viaje permite develar del todo el misterio: en su primer periplo a nuestro país, Garzone conoció a una argentina de la que se enamoró, razón que también explica un tercer viaje y una nueva presentación porteña que, insospechadamente, lo termina de integrar a la escena local. Tanto es así que, luego de ponderar las virtudes de un plato de lentejas ingerido de pie durante la comida mensual que organiza la disquería Minton’s, en la galería Apolo de la calle Corrientes, un muy simpático Garzone –que, en varias ocasiones, para entenderse con los otros comensales apeló a sus antepasados calabreses– aceptó conversar este cronista, quien quiso entonces saber cómo era para un músico de jazz estadounidense tocar con sus pares argentinos.
–Muy fácil, porque el idioma del jazz es ahora más universal que antes. Están las escuelas, a las que acuden músicos de todo el planeta. Luego, la información ahora viaja a velocidades impensadas treinta años atrás. Finalmente, uno viaja por el mundo y, además de los conciertos, están las clínicas. Todo eso ha hecho que se achicaran las distancias en todo sentido.
–Ricardo Cavalli, justamente, fue alumno suyo.
–Sí, pero, de hecho no recordaba que así hubiera sido hasta que lo vi. Y después, cuando toqué con él y los muchachos fue todo muy fácil.
–¿Cómo fue que decidió alternar la actuación con la enseñanza?
–Durante muchos años me la pasé tocando de un lado para otro. Estuve en la orquesta que acompañaba a Tom Jones. Con él, anduve por el mundo entero. También me tocó acompañar a personajes como Frank Sinatra, Elvis Presley, Aretha Franklin o The Temptations. Llegó entonces un momento en que quería tener una familia y una casa, y la enseñanza me dio esa oportunidad.
–El hecho de que en la actualidad, por los motivos que antes mencionó, se haya universalizado el lenguaje, ¿afecta las variantes y los desarrollos locales?
–No me parece. Un músico estadounidense, francés, italiano o argentino responde a cierta tradición general, que es la propia del lenguaje, pero hay variantes que podríamos considerar “dialectales” y que se relacionan con la historia de cada lugar.
–Enrico Rava y Paolo Fresu, por ejemplo, dicen que el jazz italiano es más lírico que el francés, que tiende a lo conceptual…
–Es posible, pero habría que pensar también en términos de cada época en particular. Incluso habría que ver músico por músico. No sé si se puede generalizar así.
–En su caso particular, es evidente que usted proviene de una tradición originada a partir de John Coltrane.
–Todos los saxofonistas de mi generación, desde Michael Brecker a Joe Lovano, pasando por Dave Liebman o quien usted quiera nombrar, vienen de Coltrane. Ahí está casi todo.
–¿Y Sonny Rollins?
–Sonny Rollins le diría lo mismo que yo.
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