El mañana continúa
Ignoramos hasta qué punto la crisis está afectando a Argentina, pero si tuviéramos que guiarnos por la actividad jazzística que en el país tiene lugar, diríamos que poco. No hablamos de público, por supuesto, que imaginamos tan escaso como en todas partes, sino fundamentalmente del nivel de sus músicos y la calidad de los lanzamientos que se han producido en 2012.
Del saxofonista Luis Nacht nos ha llegado Lo invisible (BAU Records BAU 1191), quizá el mejor disco de cuantos ha grabado. En él deja por una vez de lado el formato cuarteto para adoptar el de trío drumless (con los siempre impecables Ernesto Jodos al piano y Jerónimo Carmona al contrabajo), inspirado, según el propio Nacht, en la formación de Jimmy Giuffre con Paul Bley y Steve Swallow. Si dicha modalidad de trío de jazz cuenta con otros atractivos antecedentes (de Konitz con Mehldau y Haden a Phil Woods con Flanagan y Mitchell pasando por Brignola con Barron y Holland, Sims con Mitchell y Rune Gustafsson y aun Peter Broatzmann con Peter Kowald y Sven-Ake Johansson en el férvido For Adolphe Sax), la propuesta de Nacht crece en la comparación, no solamente por el nivel de unas composiciones (todas de su autoría) que poseen la belleza y sencillez de auténticos standards, en ocasiones, sino por el desarrollo de las mismas, sereno, íntimo, con un sugestivo protagonismo del silencio, una insinuación rítmica ejemplar y un altísimo nivel formal y técnico.
Otro que no para de crecer con cada nueva obra es Adrián Iaies, y Melancolía (SMusic 197745-2) constituye una oportuna demostración de ello. Ya sea con temas propios o de Billy Strayhorn, un tango o incluso una suerte de canción patriótica como el Himno a Sarmiento (a la que le da el tratamiento de una pieza Rodgers y Hammerstein), el pianista argentino ha ganado en austeridad y adquirido una elegancia que lo emparenta con sus admirados Hank Jones y Tommy Flanagan. Como estos, pero con una voz crecientemente personal, más meditativa sin perder vivacidad, Iaies se apropia del espíritu de la canción y lo expresa recurriendo a la menor cantidad de notas posible. Por otro lado, sigue presente una de sus características fundamentales, la homogeneidad, esa concepción del disco como una obra global cada una de cuyas partes dialoga permanentemente con el resto. Si lo que alcanza Iaies con este disco (gracias en buena medida a la sapiencia de Ezequiel Dutil en contrabajo, Pepi Taveira en batería y el puntual contrapunto de Mariano Loiacono en trompeta y fiscorno) no es propio de maestros, se le parece mucho.
Quien sin duda ha alcanzado la categoría de maestro es el también pianista Pepe Angelillo. En su nuevo disco, M & M (Lumenan JZ-000208), revisita una vez más a Monk (recordemos su magnífico Modo Monk, de 2006) y por el camino, sin necesidad de desviarse mucho, encuentra a Mingus (con un eje vertebrador en el centro mismo del disco, Prospectus, de Steve Lacy, profundizador inteligente y pertinaz de ambos genios). En la empresa lo secunda un viejo compañero de viaje, el saxofonista soprano Pablo Ledesma. La elección de Mingus y Monk no parece casual: ambos fueron montañas de dos picos: el de la tradición y el de la modernidad. Y es así como Angelillo es Monk con la mano izquierda, es decir, la tradición actualizada del piano stride, mientras con la derecha proyecta esta misma tradición hacia un futuro que encuentra en Epistrophy la forma de su sueño. Ledesma, entretanto, parece imaginar a Lacy salvando los valles entre las distintas vertientes, redefiniendo los paisajes.
Hay productores (Philippe Ghielmetti, Nils Winther, Giovanni Bonandrini, Gerry Teekens, por mencionar algunos contemporáneos que ahora acuden a nuestra mente) cuyo oficio no solo es su modo de expresión sino que son responsables, en gran medida, de que aun existan, entre otras cosas, grabaciones, tendencias incluso y, desde luego, público. En relación con ellos, debería valer lo que Miles dijo en una ocasión respecto de Ellington: que todo músico debería rendirle tributo siquiera una vez en la vida. Mucho de lo anterior puede aplicarse a Justo Lo Prete, responsable de Rivorecords, cuya sencilla premisa, como escribió algún crítico, es grabar standards con músicos excelentes y en condiciones técnicas óptimas. Las siete referencias lanzadas en 2012 rayan a gran altura.
Por meras cuestiones de gusto, este cronista se inclina por dos: Segment (Rivorecords RR-12), a nombre del pianista Francisco Lo Vuolo con la compañía de Cristian Bortoli en contrabajo y Eloy Michelini en batería, y Serenade In Blue (RR-11), de la también pianista Paula Shocron con Juan Manuel Bayón en contrabajo y nuevamente Michelini en batería. Más "boppero" el de Shocron, con reminiscencias de Al Haig y el último Lou Levy en su agilidad, más clásico el de Lo Vuolo, con un sentido del swing si se quiere más ortodoxo y aun así cierta heterodoxia a lo Elmo Hope (su extraordinaria versión de My Funny Valentine es un buen ejemplo de ello), ambos conjugan sentimiento, buen gusto y mesurada emotividad, como si llevaran en esto muchos más años de los que tienen. La propia Shocron firma también Warm Valley (RR-17), éste al alimón con Mariano Loiacono en fiscorno (que los argentinos se empeñan en llamar flugelhorn) y la compañía del ubicuo Michelini y Jerónimo Carmona en contrabajo. El resultado es un disco atemporal, con una Shocron más percusiva que en el disco anteriormente reseñado, más agresiva incluso, pero siempre soberbia (por ejemplo en Elvin, una composición que le pertenece y que sin duda debió de escribir imaginando que caminaba porla Calle Cincuenta y dos) y un Loiacono que extrae de su instrumento un sonido duro, rotundo, que huye de la morbidez que a menudo tienta a tantos fiscornistas pero sin perder melodiosidad. Gran disco, como no lo es menos Light Blue (RR-14), a nombre de Ernesto Jodos, escoltado en esta ocasión por el solicitadísimo Jerónimo Carmona y Pepi Taveira. Entre las composiciones que el trío interpreta, destacan tres pertenecientes a otros tantos "raros" del piano como fueron Monk, Waldron y Herbie Nichols: Light Blue, Fire Waltz y Step Tempest respectivamente. En ellos, como en My Old Flame, Jodos prolonga las líneas melódicas o las interrumple para reflexionar sobre lo expresado, pero a partir de los elementos que la propia melodía ofrece. Magnífico disco en el que los matices, por si hace falta señalarlo, no abandona ni por un instante los coordenadas del jazz.
Por meras cuestiones de gusto, este cronista se inclina por dos: Segment (Rivorecords RR-12), a nombre del pianista Francisco Lo Vuolo con la compañía de Cristian Bortoli en contrabajo y Eloy Michelini en batería, y Serenade In Blue (RR-11), de la también pianista Paula Shocron con Juan Manuel Bayón en contrabajo y nuevamente Michelini en batería. Más "boppero" el de Shocron, con reminiscencias de Al Haig y el último Lou Levy en su agilidad, más clásico el de Lo Vuolo, con un sentido del swing si se quiere más ortodoxo y aun así cierta heterodoxia a lo Elmo Hope (su extraordinaria versión de My Funny Valentine es un buen ejemplo de ello), ambos conjugan sentimiento, buen gusto y mesurada emotividad, como si llevaran en esto muchos más años de los que tienen. La propia Shocron firma también Warm Valley (RR-17), éste al alimón con Mariano Loiacono en fiscorno (que los argentinos se empeñan en llamar flugelhorn) y la compañía del ubicuo Michelini y Jerónimo Carmona en contrabajo. El resultado es un disco atemporal, con una Shocron más percusiva que en el disco anteriormente reseñado, más agresiva incluso, pero siempre soberbia (por ejemplo en Elvin, una composición que le pertenece y que sin duda debió de escribir imaginando que caminaba por
Pero Rivorecords no graba solamente a pianistas, sino que en 2012 nos obsequió también con sendos discos de tres saxofonistas de primer orden. Ellos son The Inch Worm (RR-13), doble a nombre de Carlos Lastra, que interpreta el tenor y el soprano y cuenta con el apoyo de Francisco Lo Vuolo, Cristian Bortoli y Sebastián Groshaus; Our Song (RR-16), de Gustavo Musso, que esta vez cambia el tenor por el alto y es secundado por Lo Vuolo, Carmona y Eloy Michelini, y Heart to Heart (RR-15), de Ricardo Cavalli con Guillermo Romero en piano, Carlos Álvarez y contrabajo, el citado Michelini en batería y nada menos que el maestro George Garzone. Si el primero es un sentido homenaje a Art Pepper con un Musso que se interna en la poética de éste hasta hacerla suya, en los otros dos sobrevuela en todo momento el espíritu de John Coltrane, más evidente en el caso de Lastra, con una voz más personal en el de Cavalli-Garzone, no sólo porque hay momentos en que Rollins hace acto de presencia, sino porque ambos poseen el nivel suficiente para emprender viajes lejos del abrevadero. Brillantes en cualquier caso.
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