jueves, 26 de julio de 2012

Tres reseñas para un mismo disco de Guillermo Klein

El último disco de Guillermo Klein y Los Guachos ha recibido una especial atención por la mayor parte de las revistas especializadas. A modo de ejemplo –y a la espera del comentario de Down Beat, anunciado para agosto– tres comentarios realizados para una publicación estadounidense, otra francesa y una española por Jacob Teichroew, Jacques Denis y Jonio González, respectivamente. Las traducciones fueron realizadas por J.F.


Carrera

Maylor Haskin (tp), Richard Nant (tp, perc), Diego Urcola (tp, tb), Sandro Tomasi (tb), Chris Cheek (st, sb), Bill McHenry (st), Miguel Zenon (sa, fl, voc), Guillermo Klein (p, tecl, voc), Ben Monder (g), Fernando Huergo (b-elect), Jeff Ballard (bat).
Nueva York, mayo de 2011
Sunnyside 1286-2


Guillermo Klein y Los Guachos es un gran ensemble de pequeñas dimensiones. Formado como un vehículo para tocar la música matizada de jazz, clásico y ritmos sudamericanos de Klein, la banda se compone de 11 músicos que estuvieron tocando juntos por casi veinte años, desde la época en que Klein era estudiante en el Beklee College of Music de Boston, Massachussets. Muchos de los integrantes comenzaron en Berklee también, pero partieron para convertirse en algunos de los más notables músicos de jazz. El álbum Carrera, de Klein es oscuro y sencillo, y mantiene una energía que se agita por debajo de la superficie.
(…)

Guillermo Klein y Los Guachos han estado ahí por casi dos décadas y probablemente sigan estando por más tiempo. Carrera es notable por sus piezas cortas, cada una de las cuales restalla a pesar de su naturaleza compacta. Carrera es altamente recomendable para quien busque un álbum lleno de brillantez en los ensambles y humores más bien oscuros.
Jacob Teichroew, About.com Jazz
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Desde el descubrimiento de Los Guachos, Guillermo Klein jamás decepcionó a sus fanáticos, que están al acecho de sus discos, para no hablar de sus apariciones en escena, dado que Francia no eligió hacerle el lugar que merece. Arreglador y compositor, pianista y director de orquesta de fieles desde los años Berklee, el argentino plantea una mirada ligeramente oblicua, indudablemente transversal, sobre el jazz. Carrera presenta una vez más esos estigmas. Blues a la Klein para empezar, después colores que juegan un claroscuro, el colorista firma una obra en negro, más llevada a las zonas de sombras que sobre los trazos luminosos, a pesar del radiante lirismo que vive de punta ap unta en ese otro viaje al fin de la noche transfigurada.

Jacques Denis, Jazz News, nº 13, julio de 2012
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El argentino Guillermo Klein lleva muchos años, en Nueva York, Buenos Aires o Barcelona, dedicado a un proyecto cuyo fin último parece ser la deconstrucción de ese género musical alguna vez llamado jazz para, a partir de la regeneración de sus elementos (históricamente) constitutivos, producir un discurso propio cuyos fundamentos sean otros pero a la vez se estructuren de manera similar a como lo fueron aquellos. El lugar que en los orígenes del jazz ocuparon el blues, las marchas militares o los himnos de iglesia, ahora lo ocupan el tango, el folklore, la música clásica (de Bach a Ligeti), cierta concepción del rock incluso, entendido como manifestación musical popular. Y de lo que se trata es de crear, con este melting pot, una nueva “evolución”, un nuevo jazz que recoja, al modo del jazz primitivo, todas las influencias que la voluntad desee y les adjudique una nueva función. En ese proyecto lo han acompañado, muchos de ellos con inusual fidelidad, músicos de la talla de Jeff Ballard, Chris Cheek, Tony Malaby, Bill McHenry, Seamus Blake, Kurt Rosenwinkel o Ben Monder, así como compatriotas de una u otra orilla como Diego Urcola, Richard Nant, Gustavo Musso o Juan Cruz de Urquiza.

La de Klein es una música (o más que una música, una poética) centrada primordialmente en la composición y en la cual la improvisación desempeña un papel hasta cierto punto secundario, aunque no por ello residual: las voces solistas desempeñan el papel de vértices sobre los que pivotan arreglos que van de las sombras a la luz en días que duran minutos.  Las líneas melódicas se van superponiendo e imbricando, las atmósferas cambian de densidad, se extienden o contraen, lo que sigue a un pasaje puede ser su variación, su espejo o su contrario, las combinaciones entre secciones parecen multiplicarse indefinidamente, pero con extraordinaria fluidez, la percusión introduce variaciones de ritmo inesperadas.

Una pieza puede empezar como una composición de jazz a lo Oliver Nelson, internarse sutilmente en senderos habitados por ecos folclóricos, retomar el tema principal y desembocar en un tapiz de matices diversos, o comenzar por una nana como Frère Jacques para dar paso a un contrapunto espiralado de vientos y cañas sobre el que sobrevuela una melodía luminosa surgida de una trompeta. A destacar, por fin, la creciente intervención de Klein como cantante. Como ya escribimos en su día con ocasión de la reseña de Domador de huellas, dedicado a las composiciones de Gustavo “Cuchi” Leguizamón, Klein no pretende engañar a nadie. Sus recursos vocales son limitados, pero poseen tal carga de sinceridad, tal peso expresivo, que incluso asumiendo el enorme riesgo que supone interpretar un tango como Los mareados, suenan como una pieza tan legítima como natural del entramado musical del intérprete. Con Carrera Klein ha demostrado, una vez más, que va camino de convertirse en uno de los mejores, y más originales, compositores del jazz contemporáneo. Si no lo es ya

Jonio González, © Cuadernos de Jazz, julio-2012


Otra reseña que puede consultarse:

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