domingo, 15 de julio de 2012

Lo nuevo de Pat Metheny


En estos términos, el 11 de julio pasado, Diego Fischerman comentaba en Página 12 la edición local del último disco de Pat Metheny.

Sintonía fina con su historia

Toda obra de arte dialoga con su propia historia. Y el jazz, desde siempre, lo hace de manera explícita. Cada solo, podría pensarse, es un comentario sobre todos los solos anteriores que se han hecho sobre ese mismo tema. Y cada nueva composición se proyecta sobre el conjunto de eso que el género define, con síntesis exacta, como standard. Pat Metheny pertenece a una generación que, como Elvis Costello o Beck en el pop, en lugar de elegir una de las líneas históricas en particular, opta por la enciclopedia. Y, en ese sentido, no hay camino que le sea del todo ajeno, desde el hard bop más estricto hasta el free pasando por el jazz-rock y las escapatorias a las músicas del mundo.

Un recorrido por sus últimos discos, al que acaba de agregarse el excelente Unity Band, recién publicado localmente por Warner, lo muestra con el grupo junto a Lyle Mays (en el notable The Way Up), solo en guitarra (en One Quiet Night) y con esa especie de orquesta accionada por computadora que es el orchestrion (en el CD del mismo nombre). Unity Band reúne a un cuarteto excepcional. Junto a Metheny –que además de guitarras eléctrica, acústica y sintetizador se da el gusto de tocar el orchestrion en un tema, “Signals”– aparece un viejo compañero, el baterista Antonio Sánchez (que ya había formado parte del trío con Christian McBride, con el que grabó Day Trip), el virtuoso saxofonista Chris Potter, que aquí toca tenor y soprano y, también, clarinete bajo, y un contrabajista que asoma como una revelación, el muy joven Ben Williams. Este músico sostiene el pulso grupal con una seguridad pasmosa y tiene un sonido, una afinación y una manera de frasear que lo colocan ya entre los grandes de su instrumento.

El repertorio incluye exclusivamente temas de Metheny, que van desde la exquisita balada inicial, “New Year”, hasta un clásico vals à la Bill Evans, “Interval Waltz”. En un paisaje sumamente homogéneo y de altísima calidad interpretativa, se destacan la bellísima introducción de “Come and See”, donde la guitarra sintetizador semeja un arpa y se une al clarinete bajo para luego desembocar en un poderoso ostinato de Williams, y “Leaving Town”, una típica composición de Metheny, con su característica relectura de la asimetría de Ornette Coleman en la construcción de las frases. Con muy buena presentación y en medio de un panorama de ediciones discográficas de inusitada pobreza, en que a diferencia de otras épocas no se importa pero tampoco se publica casi nada, ediciones como ésta se agradecen.

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