Como de costumbre, Jonio González sorprende. Aquí con un artículo sobre canción francesa y jazz que recientemente publicó la revista Cuadernos de Jazz, en su edición digital de junio de 2012. Se reproduce aquí, con la bajada original incluida: “En la forma de lo que se ha dado en llamar relecturas, el jazz ha demostrado a lo largo de su historia que puede con lo que le echen, de Serrat a Mompou, de Radiohead a los Grateful Dead. Por supuesto, también con la chanson. Sin embargo, en el caso de ésta existe una diferencia: un fondo jazzístico algo más que testimonial. Los siguientes discos, dedicados respectivamente a tres pilares de la canción francesa como Georges Brassens, Charles Trénet y Léo Ferré, no hacen más que demostrarlo”.
Chanson du Jazz
A comienzos de los años cincuenta Georges Brassens empieza a conocer el éxito como autor y compositor gracias a las interpretaciones que de sus temas hace el cantante Jacques Grello. Corren los tiempos en que en locales como Le Lapin Agile se gesta poco a poco la leyenda de una de las mayores figuras de la chanson. Pero no será hasta 1952 cuando otro intérprete de sus composiciones, Patachou, convenza a Brassens de interpretarlas y cuando éste grabe sus primeros 45 rpm para Polydor. Antes, en 1951, un Brassens que desde siempre ha amado el jazz, y no sólo el manouche, conoce en el Vieux-Colombier de Saint-Germain-des-Prés, un antro al que acudían las más señaladas rats de cave parisienses, a François Galepides, “Moustache”, más conocido como comediante pero baterista sólido (tanto como su físico) que solía acompañar a Sidney Bechet y tenía su propia formación, Les Petits Français, integrada, entre otros, por François Guin y Benny Vasseur. Esa noche, suponemos que entre pastís y pastís, “Moustache” le ofrece a Brassens grabar un disco con temas de éste interpretados desde el jazz. El proyecto, sin embargo, no se materializará hasta 28 años después, en enero de 1979. Los arreglos correrán a cargo de Michel Attenoux, un saxo alto enamorado del blues y la música de Nueva Orleans que había acompañado a Bechet y grabado con Albert Nicholas. Serán de la partida los Petits François sobrevivientes más otros convocados para la ocasión, así como Joël Favreau y Pierre Nicolas, fieles compañeros de ruta de Brassens, y, ahí es nada, Eddie “Lockjaw” Davis, Joe Newman, Harry Edison (viejos cofrades de Basie), la casi olvidada pero muy estimable Dorothy Donegan y Cat Anderson, que en los setenta solía pasar largas temporadas en Francia, donde grabó infinidad de registros para Black & Blue. El resultado serán dos discos, aparecidos ese mismo año en el sello Philips/Phonogram: Brassens-Moustache jouent Brassens en Jazz y Brassens joue avec Moustache et Les Petits François. Una década después, y en el sello Philips/PolyGram, se reeditará con un nombre destinado, imaginamos, a atraer a los aficionados del jazz que, hambrientos de rarezas, se lo perdieron en su día: Giants of Jazz Play Brassens (sin tener en cuenta que los verdaderos Giants of Jazz, de los muchos que ha habido, fueron Gillespie, Blakey, Monk, McKibbon y Stitt).
Como quiera que sea, con un título u otro nos hallamos ante un disco que llegó a alcanzar la categoría de obra de culto, ganador de numerosos premios (entre ellos el de la Academia del Disco Francés y el Grand Prix de la Ville de París) y que es un ejemplo de equilibrio casi perfecto entre el espíritu musical de Brassens (melodías sencillas pero efectivas, joie de vivre y al mismo tiempo cierto sutilísmo esplín), el indudable fondo manouche que tiñe cierto espectro de la chanson (basta escuchar a Henri Crolla y a Gus Viseur para constatarlo) y puro swing neorlandés. Los aspectos destacables son muchos, empezando por las habilidades instrumentales del propio Brassens, tan mesuradas como eficaces, y siguiendo con el violín de Teddy Martin, menos pirotécnico que Grappelli pero preciso en su musicalidad; las intervenciones de Zanini, claramente inspirado en Hubert Rostaing al clarinete y en Bechet al soprano pero aun así capaz de aportar dos elementos clave en la concepción del disco; el pianismo stride de Donegan, que alcanza momentos sublimes (Les copains d'abord) por su energía y limpieza; los numerosos pasajes de puro dixie; las constantes referencias a Django y hasta un retromodernismo avant la lettre que ya quisieran para sí Les Primitifs du Futur o Tétes de Bois. Aparte de todo esto, Brassens nos ofrece sendas versiones cantadas de Elégie á un rat de cave y Le temps passé, Edison y Davis dialogan con elegancia en La non-demande en mariage, Newman despliega su clasicismo de terciopelo en Je me suis fait tout petit y Anderson se complementa con naturalidad en todas sus intervenciones. Un disco maravilloso, en suma, que, por utilizar un tópico que por una vez se justifica, crea adicción.
Giants of Jazz Play Brassens
Georges Brassens (g, voc), Cat Anderson (tp), Eddie “Lockjaw” Davis (st), Harry “Sweets” Edison (tp), Joe Newman (tp), Dorothy Donegan (p), Christian Donadieu (vib), Marcel Zanini (cl, ss), Michel Attenoux (sa), Géo Daly (vib), Teddy Martin (vl), François Guin (tb), Irakli (tp), Moustache (bat), Pierre Nicolas (b), Benny Vasseur (tb)
París, enero de 1979
Philips/PolyGram 832 466-2
Si en Brassens el jazz es cita o referencia, en Charles Trénet es parte integral de su acerbo musical. Ciertamente, en el así llamado “padre de la chanson” se da, según escribió en su día Boris Vian, “la conjunción de un gran don poético con la vitalidad, plenamente asimilada, del jazz”. De hecho, Vian lo considera el primer autor-compositor-intérprete francés influido por el jazz y el introductor del swing en la canción francesa (para Claude Nougaro, más que de influencia del jazz habría que hablar de influjo del fox-trot). En cualquier caso, lo cierto es que en sus comienzos, allá por 1931, Trénet forma con un joven pianista de jazz, Johnny Hess (que en 1938 tuvo sus quince minutos de fama con la grabación de Je suis swing), el dúo Charles et Johnny, con el que llega a registrar en 1935 una versión de “Miss Otis Regrets” con el título “Miss Otis regrette”. Casi una década después, hacia 1940, Trénet graba para Columbia “Verlaine, Terre!” y “La cigale et la fourmi” (éste con música de Django Reinhardt, con quien ya se había presentado en Le Fiacre y otros cabarets) acompañado por Le Jazz de Paris, una formación convocada para la ocasión dirigida por Alix Combelle e integrada, entre otros, por el citado Django, su hermano Joseph y el trompetista Philippe Brun, de cuya Swing Band formaban parte ocasionalmente los dos anteriores. Por todo lo expuesto era de esperar, aunque en los hechos resultó excepcional, que un músico de jazz decidiera tarde o temprano revisitar la obra de Trénet.
Guy Lafitte, para el crítico y poeta Michel Laverdure uno de los pocos músicos europeos que han asimilado el “acento” específico de los jazzmen afroamericanos, poseedor de un sonido robusto pero sin asperezas, cálido, elegante, acariciador, tributario claro de Coleman Hawkins y Ben Webster pero con menor profundidad que estos, relee a Trénet desde una visión puramente jazzística, con una acusada tendencia a la lentificación de los originales hasta convertir la mayoría en baladas de una majestuosidad que recuerda al Hawkins de At Ease. Hay excepciones, como el discreto calypso de “France dimanche”, el swing luminoso de “Il y avait des arbres” o la matizada ironía de “Que reste-t-il de nous amours”, en los que se ajusta más al espíritu del poète fou de nos vingt ans, como lo ha definido el citado Laverdure. No obstante, la impresión general de este disco, por otra parte excelente, es que a Lafitte le ha importado menos hacer un homenaje que extraer todas las posibilidades armónicas de unos temas que integran la memoria musical de varias generaciones de oyentes, pero apropiándose de ellos hasta despojarlos, en muchos casos, de su esencia, aunque no de su belleza (lo que por otra parte resultaría casi imposible). Para terminar, una aclaración para discólogos: el cedé comentado contiene, íntegro, el elepé del mismo nombre lanzado en 1984 por Black & Blue con la referencia 33.190 más sendos temas de Trénet extraídos de Midnight Slows, a nombre de Buckner, Lafitte y Woodyard (33.115; 1977), y Corps et ame, con el saxofonista como titular (33.128; 1978).
Guy Lafitte
Joue Charles Trénet
Guy Lafitte (st), Hank Jones, Marc Hemmeler (p), Milt Buckner (org), George Duvivier, Jack Sewing (b), Philippe Combelle, Sam Woodyard, J. C. Heard (bat).
París, junio de 1977, marzo de 1978 y marzo de 1984
Black & Blue BB 190-2
Si Georges Brassens y Charles Trénet constituyen dos columnas fundamentales de la chanson, no les va a la zaga, aunque quizá no haya conseguido el mismo reconocimiento mayoritario de estos, Léo Ferré. De los tres, no obstante, es el musicalmente más rico. Maestro de la armonía, comparte con los anteriores una melancolía muy francesa y sin embargo, también como los anteriores, alejada de cualquier tópico, quizá por ese esprit fort que tantos críticos han destacado en él, que debe no poco al jazz manouche, la musette, por supueso, y la tradición del music-hall, que fue enraizando entre el humo de los cabarets parisienses. Él mismo, en su tema “Le jazz band”, ofrece algunas claves de su poética musical: une java qu'avait mal tourné, un fox-trot, un vieux tango sous un faux nom y un boogie. Más allá de la ironía que encierra la letra (a Ferré le disgustaba, de hecho, la “moda” del jazz), lo cierto es que en algunos de sus mejores discos, como los dedicados a Aragon y a Verlaine y Rimbaud, los arreglos corren por cuenta de Jean-Michel Defaye, un músico de amplia formación clásica que amaba el jazz, como lo demuestran sus piezas para clarinete solo y trío de jazz, su pieza Ambivalence, para “trombón solo cásico y trombón solo jazz” o su posterior creación del Mozart Jazz Trio con Francis Darizcuren y Jean-Marie Hauser. Y se trata de arreglos que, si bien no específicamente jazzísticos, transmiten cierta atmósfera alusiva, cierto tono y hasta cierto gesto gerschwiniano. Más allá de esto, no pocos músicos de jazz se sintieron atraídos por el universo musical del artista monegasco, de Abbey Lincoln y Blossom Dearie a Brad Mehldau, Giovanni Mirabassi o el recientemente fallecido Bernardo Sassetti. De todos ellos, sin embargo, ninguno llegó tan lejos como Roberto Cipelli.
El proyecto Ferré nace en 2001 cuando Cipelli, pianista del quinteto de Paolo Fresu, conoce a un íntimo amigo del cantante y compositor, que le transmite su admiración por éste. A partir de ese encuentro, el proyecto, convertido ya en obsesión, comienza a tomar forma en sucesivas giras por Italia, Francia y Bélgica, donde es recibido con entusiasmo por el público y la crítica. En 2007, por fin, se transforma en disco. Cipelli convoca a sus inseparables Fresu y Zanchi, a Philippe Garcia y a Gianmaria Testa, que se ocupará del canto y la guitarra. El resultado es una obra conmovedora en la que se busca, en palabras de Paola Farinetti, productora del proyecto, “el espíritu más que la letra, porque no se trata de covers sino de otra cosa”. Y esa otra cosa es un Ferré destilado y asimilado hasta convertir su música en algo cuyo fondo parece haber estado siempre habitado por el jazz. No nos hallamos, por lo tanto, ante una relectura enajenadora de la obra de Ferré, como es el caso del disco de Lafitte dedicado a Trénet, sino del fruto de una suerte de proceso alquímico que la transforma y reafirma a la vez. Porque si por un lado temas como “Vingt ans, L'Adieu” o “Colloque sentimental” suenan a standards de toda la vida, en parte debido a la exquisita sensibilidad de Cipelli y a algunas de las mejores intervenciones que quien esto escribe le recuerda a Fresu, por otro la presencia de un Testa inmenso en su intimismo preserva todo el genio de Ferré, hasta el punto de que la versión en italiano de una canción tan emblemática como “Avec le temps” suena tan lógica y natural como si su autor la hubiese compuesto en esa lengua, como natural resulta superponer a la melodía de Saint-Germain-des-Prés un poema, recitado por Testa, de Cesare Pavese, “Il blues dei blues”. Nadie en su sano juicio debería perderse este disco.
Roberto Cipelli-Paolo Fresu- Philippe Garcia-Gianmaria Testa- Attilio Zanchi
F. à Léo
Paolo Fresu (tp, fisc), Roberto Cipelli (p), Attilio Zanchi (b), Philippe Garcia (bat, perc), Gianmaria Testa (g, voc).
París, marzo de 2007
Bonsaï Music 080301-2
© Cuadernos de Jazz, junio-2012
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