viernes, 2 de marzo de 2012

El Arcón del Talibán: hoy, Hank Jones

Jonio González, el corresponsal permanente de este blog en Barcelona, propone una nueva sección a la que, en honor de nuestro líder Guillermo Hernández, vamos a llamar El Arcón del Talibán. Se trata de recuperar viejas entrevistas que nos parezcan adecuadas, como por ejemplo ésta, publicada en la revista Jazz Times, vol. 28, nº 1, febrero de 1998, que se ofrece en traducción del mismísimo J.G.


Hank Jones habla sobre Art Tatum

Vi a Tatum muchas, muchas veces. Yo solía trabajar en el Anchor Bar, un club de Buffalo, Nueva York. Cuando Tatum visitaba la ciudad, actuaba en un club que quedaba en el extremo opuesto, el McVans. Llegábamos para ver la última entrada, después de la cual se iba a algún after hours o a la casa de quien lo invitase, y allí seguía tocando, durante horas. Supongo que era el modo que tenía de practicar. Jamás paraba de tocar, al menos mientras estaba despierto. Imagino que era así como perfeccionaba su técnica y conseguía que no decayese. Su flujo de ideas era interminable y su técnica, con las dos manos, increíble. Unía ambas cosas. En mi opinión Tatum fue el pianista más importante del siglo.

La primera vez que lo oí, fue en la radio, antes de que llegase a Nueva York. Al principio creí que eran dos o tres pianistas tocando juntos unos arreglos inconcebibles. Me dije que debían de haber ensayado aquello un montón de veces, porque de otra manera era imposible que tocasen como lo hacían. Entonces, para mi sorpresa, me enteré de que era un solo hombre quien tocaba. No me lo podía creer. Ése fue mi primer contacto con Tatum.

Cuando finalmente lo conocí y tuve ocasión de oírlo tocar en directo, me dio la impresión de que lo que hacía no le costaba demasiado esfuerzo; tocaba como si para él fuese lo más sencillo del mundo. Pero era una impresión engañosa. Lo veías y no podías creerte lo que escuchabas. Apenas si se movía ante el teclado, no intentaba enfatizar los movimientos de las manos ni hacía grandes aspavientos para producir la música que producía, y eso era en sí mismo sorprendente. Estaba intensamente concentrado, y sin embargo nadie lo habría dicho al  verlo tocar.

Tatum dominaba por completo el idioma del jazz. Su concepción armónica estaba  muy avanzada a su tiempo. De hecho, empleaba conceptos armónicos que los músicos del bebop adoptaron años después. Por supuesto, su técnica era impecable, y con ambas manos, como he dicho.  Estoy seguro de que podía ejecutar cualquier cosa que concibiera mentalmente, y su mente se movía a la velocidad de la luz, de otro modo era imposible que hiciese las cosas que hacía.  Hizo todo lo que es posible hacer con el piano. He oído a muchos que trataban de imitar a Tatum. Los imitadores sólo pueden llegar hasta ahí. Tal vez sean consigan acercarse en el aspecto técnico, pero ¿cuánto pueden acercarse a su creatividad y sus ideas? Nadie es capaz de algo semejante. Puedes sentarte y transcribir uno de sus solos, y supongo que si alguien practica veinte o veinticinco años probablemente consiga tocarlo nota a nota, pero eso no es lo mismo que crear música. Tatum era un creador, y eso es lo que lo hizo único.

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