Entre el 29 de noviembre y el 7 de diciembre pasados tuvo lugar la Feria Internacional del Libro de Guadalajara. Esta vez el país invitado fue la Argentina y Jorge Fondebrider fue uno de los sesenta escritores argentinos que integraron la delegación enviada a esa ciudad mexicana por la Dirección de Cultura de la Cancillería con el objeto de dejar bien alto el nombre del país participando en mesas redondas y lecturas, que son las cosas que se suelen hacer en esos lugares. Sin embargo, como en otras ocasiones, Guillermo Hernández, del todo ajeno a la importancia de la misión, pero sabiendo del viaje le encargó a Fondebrider que le trajera unos chiles habaneros porque, según le explicó al atribulado polígrafo, en Merlo no se consiguen. Y sacando uno de esos fajos de billetes que conserva en el bolsillo del pantalón desde sus tiempos de verdulero le dijo al azorado escritor: "Tomá unos pesos, comprame los morrones y traeme el vuelto".
Ya en tierras aztecas, Fondebrider cumplió con los encargos (el de la patria y el de Hernández) y aprovechó para asistir dos noches a los shows musicales que tuvieron lugar dentro del programa que organiza la FIL en su explanada. En ambas ocasiones, lo primero que le llamó la atención fueron las 43 sillas vacías dejadas en homenaje a los estudiantes de la Escuela Normal Rural "Raúl Isidro Burgos", conocida como Escuela Normal Rural de Ayotzinapa, presuntamente asesinados por policías municipales del municipio de Iguala, en el estado mexicano de Guerrero. Cada una de esas sillas, con la correspondiente foto, se constituyó en una presencia ominosa a lo largo de cada acto que tuvo lugar en la explanada de la FIL y en un recordatorio singular de que México, harto de todo tipo de desigualdades y vilencias, es en estos días una especie de olla a presión
Gustavo Musso y Pipi Piazzolla |
Con todo, cuando Pipi anunció la presencia de la cantante Julieta Venegas, quien iba a compartir algunos temas con el conjunto, el auditorio se vino abajo. Con un bajísimo perfil y mucha humildad, la cantante mexicana se atrevió con "Chiquilín de Bachín" y un par de temas más, para concluir cantando una canción de Gustavo Ceratti (que, por cierto, le venía mucho mejor que las complicadas canciones de Piazzolla). De más está decir que todo terminó en una cerrada ovación. Y Escalandrun cerró con una versión magnífica de "Adiós Nonino", demostrando con gran inteligencia y muy buenos arreglos del pianista, que la música de Piazzolla puede ser interpretada sin recurrir al sempiterno bandoneón.
Dos días más tarde fue el turno de Adrián Iaies y Horacio Fumero. Ambos se presentaron por primera vez en México y, con un repertorio fundamentalmente de tangos tocados como standards de jazz, alguna incursión de Fumero en el folklore, un tema de Charlie Parker en homenaje a Julio Cortázar (cuyo centenario de nacimiento festejaba la FIL) y otro para el compositor local Armando Manzanero, cautivaron a un público entusiasta que terminó ovacionándolos de pie.
Contento con lo visto y oído, y con los chiles habaneros guardados en el bolsillo del saco, como otras tantas veces, Fondebrider se perdió en la noche, dispuesto a beberse un último tequila.
No hay comentarios:
Publicar un comentario