En
el diario Página 12, del día de hoy, Diego Fischerman realiza la crónica de
lo que fue el Festival de Jazz de Salta, que acaba de concluir su segunda edición
consecutiva. Sabemos que no le faltó el tiempo para comer empanadas.
Ciudad que enamora a los jazzeros
“Dorotea
la cautiva” junto al Art Ensemble of Chicago. O una coplera en inquietante
contrapunto con unas canciones gitanas. “Salta enamora”, dice la muletilla
publicitaria. Y algo de eso debe ser cierto. El Festival de Jazz de esta
ciudad, que concluyó el domingo su segunda edición consecutiva, se destaca
precisamente por eso: por la fascinación que la tradición local ejerce en los
músicos que llegan de afuera. Pero, sobre todo, por el altísimo nivel de los
que viven acá y por la manera en que unos y otros interactúan. Y si faltara
alguna prueba, además de la equilibrada programación “oficial”, bastaría con lo
sucedido noche a noche en las improvisaciones informales. Ese espacio tantas
veces forzado y tan pocas capaz de concitar el interés del oyente fue, en esta
ocasión, el marco natural para encuentros inesperados y para más de un gran
momento musical.
Yamile Burich |
Por
un lado, hay una suerte de círculo virtuoso: los organizadores aman el jazz,
tienen una larga trayectoria como músicos, en el ámbito del periodismo o al
frente de la que fue, de hecho, la sede paralela del festival, el Café del
Tiempo, y el Ministerio de Cultura y Turismo puso todo lo necesario para que el
deseo se transformara en hecho. Por otro, el ambiente musical de la ciudad es
de una riqueza inusual. Y allí aparecen el notable baterista Martín Misa y Juan
Pablo Mayor, percusionista y trompetista de la orquesta, respectivamente, que
animan una gran parte del jazz local y que se hicieron presentes en trío, junto
al bajista Fernando “Fefe” Botti, el fantástico baterista Chinato Torres (al
frente de Chino Básico y protagonizando varias de las improvisaciones fuera de
programa), el legendario guitarrista Pekinés Lamas, quien al frente del grupo
Niebla es capaz de entregar iluminadoras versiones tanto de Monk como de la
“Zamba del pañuelo”. O el contrabajista Matías Saluzzi, o Fernando Nocetti, un
guitarrista de exquisito virtuosismo, y el también guitarrista Walter Guzmán. Y
hubo también repatriados, como la saxofonista Yamile Burich, nacida en la
provincia, formada en Estados Unidos y en Londres y actualmente incorporada a
la escena porteña. O afincados recientes, como Mariana Baraj, actualmente
radicada en Cerrillos, que cantó invitada por el cuarteto de Mariano Otero.
Otro
dato relevante tiene que ver con la parte menos visible del festival: los más
de quinientos asistentes a los talleres que los músicos convocados dieron en la
ciudad. Y, obviamente, en el momento de hacer balance mal podría no tenerse en
cuenta la respuesta del público, que llenó cada noche la sala de la Casa de la Cultura , que agotó las
entradas para oír a la
Sinfónica conducida por Bernardo Teruggini, y que protagonizó
una auténtica fiesta callejera en el cierre, con el grupo de Otero actuando en
un escenario al aire libre. El bajista mostró una faceta más lírica, centrada
en el formato de lo que podría considerarse como la encarnación jazzística de
la canción sin palabras del romanticismo alemán, y fue protagonista de un digno
broche de oro.
Mariana Carrizo |
Varios
de los grupos actuaron en otras localidades –Cachi, Cafayate y Vaqueros– y cabe
destacar, también, el rigor y la falta de concesiones de una programación que
no tuvo reparos en incluir propuestas estéticamente arriesgadas, como la del
trío del saxofonista Pablo Puntoriero con el contrabajista Pablo Vázquez y el
baterista Santiago Lacabe. Burich, por su parte, actuó junto a un grupo
energético y compacto, con Ramiro Penovi en guitarra eléctrica, Alfonso Santini
en contrabajo y Nicolás Segura en batería. Y el inclasificable y siempre
sorprendente Leo Genovese, con Demian Cabaud en contrabajo y el deslumbrante
baterista macedonio Aleksandar Petrov, mostró no sólo su impactante control
sobre el piano, sino una concepción musical en la que cabe casi todo –también
la coplera Mariana Carrizo, que actuó como invitada– y donde “Cheques”, de
Spinetta, puede coexistir con un pie rítmico iraquí, con un instrumento de
cuerda marroquí o, simplemente, con la música en su estado más libre y más puro.
Olá.
ResponderEliminarFiz uma postagem no meu blog que menciona sua loja.
Dá uma olhada em http://colecaodelps.blogspot.com.br/2014/11/lojas-de-discos-em-buenos-aires.html
Grande abraço.