Publicada
en el diario Clarín, del 18 de agosto
pasado, la siguiente entrevista entre Federico
Monjeau y Chick Corea es un
anticipo de la próxima visita del pianista a la Argentina.
“Mi misión es promover la libertad individual”
Nacido
en Chelsea, Massachussetts, en 1941, el pianista y compositor Chick Corea forma
un capítulo fundamental del jazz moderno. Entre 1968 y 1970 integró el quinteto
de Miles Davis; en 1971 formó Circle (notable cuarteto de vanguardia completado
por Dave Holland, Barry Altschul y Anthony Braxton) y grabó dos volúmenes de improvisaciones
en piano solo para ECM que forman una de las grandes joyas de todo el
jazz; en 1972 abrió la senda del jazz rock con Return to Forever; en 1976
renovó los lazos entre el jazz y la música española con el encantador My Spanish Heart. Su enorme discografía
excede el campo del jazz, para incluir incursiones como dúos con el pianista
clásico Friedrich Gulda y una formidable ejecución del Concierto para dos pianos K. 365 de Mozart junto con Keith
Jarrett, mientras que sus Children
Songs constituyen una exquisita extensión de Bela Bartok.
Ahora
el músico vuelve a la
Argentina para presentar su nuevo álbum The Vigil, con nueva banda y nuevas composiciones.La gira coincide
con el flamante lanzamiento local de Portraits (Universal),
de nuevo en piano solo, con standards,
composiciones propias, reelaboraciones de piezas de Bartok y Scriabin y unos
curiosos retratos musicales improvisados en salas de Cracovia, Vilnia,
Casablanca e Easton (Maryland), con personas del público que aceptan subir al
escenario y posar para estas breves pinceladas musicales.
“Ese
es un juego que yo solía prácticar en casa con mi tío, con mi hijo o con
amigos, y que todavía de vez en cuando hago”, cuenta el músico en conversación
telefónica con Clarín. “Invento
una pequeña melodía para describir su estado de ánimo y resulta bastante
divertido”.
–¿Usted siempre necesita alguna imagen –objetiva
o mental– como punto de partida para la improvisación?
–No siempre. A veces puede ser algo más
abstracto: un sonido o el recuerdo de un sonido; un acorde, dos notas. En el
caso de losPortraits, no lo pienso mucho. Invito a una persona a subir al
escenario y le pido que se siente en una silla cerca del piano. Le digo “hola”,
le pregunto su nombre. Me dice “María”, por ejemplo, y ahí yo comienzo a crear
una melodía como si estuviese pintando un retrato.
–Viendo
el cuadernillo del disco, ¿le gusta mucho pintar y dibujar?
–Es un hobby que me relaja. No son dibujos de Salvador Dalí, como usted
habrá visto, pero es algo que me divierte hacer.
–Volviendo
al tema de la improvisación, ¿cuál es la diferencia entre improvisar solo, como
en su disco, e improvisar en grupo, como lo hará aquí con su banda?
–Cuando estoy solo en la escena no hay
ninguna otra influencia musical. Mi comunicación con la audiencia es muy
directa, íntima. Con la banda es una conversación que viene y va. El pintor
trabaja solo, el escritor también, pero el músico, en el caso del grupo de
jazz, es hacer algo juntos en el instante mismo de la música.
–Usted
siempre mantuvo una relación intensa con el repertorio clásico. ¿Qué piensa que
puede darle usted como músico de jazz a un Concierto de Mozart, por ejemplo?
–Nunca lo pensé en esos términos. Toco
lo que me interesa, sin pensar en el efecto que esto pueda tener en la vida del
repertorio clásico. Toco los autores que han significado una gran inspiración
en mi vida como músico.
–Además de Mozart y Bartok, ¿qué toca con
más frecuencia?
–Voy cambiando, Bach está siempre, por
supuesto. Pero últimamente me gusta mucho tocar en público alguna balada de
Chopin o preludios de Scriabin.
–¿Cómo ve la escena actual del jazz en los
Estados Unidos? Da la impresión de que el panorama es un poco más conservador
que veinte o treinta años atrás, ¿no?
–Todo es más conservador que veinte o
treinta años atrás. El mundo se está volviendo cada día más maquinal y la
individualidad de los artistas y de la creación, algo cada vez menos
importante. No es así para la personas, pero sí para las instituciones. Es el
modo en cómo la sociedad está evolucionando en un sentido más mecánico, y la
música no está libre de eso.
–¿Y cuál es su posición como músico al
respecto?
–Cómo decirlo... mi misión es promover
la libertad. La libertad individual. Quiero mantener la tradición de la
improvisación y el contacto inmediato con la audiencia. Creo que eso es lo
mejor que yo puedo ofrecer como artista.
–¿Qué podría decirme de su nueva banda?
–Que tiene un fuerte toque latino y que
está inspirada en la diversidad. Hay un bajista cubano, Carlitos del Puerto, y
un percusionista venezolano, Luisito Quintero, y las conexiones con la música
latinoamericana y el flamenco son muy estimulantes para mí. En la banda todo
eso conecta con la tradición del jazz de Nueva York: Marcus Gilmore, el
baterista, es nieto del gran Roy Haynes (también baterista). Charles Altura es
un brillante guitarrista de California, mientras Tim Garland es un saxofonista
y compositor que viene de Londres. Creo que esta diversidad le da una gran
fuerza a la banda.
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