Esta
noche se presenta Chick Corea en
Buenos Aires, con su nueva banda The Vigil. Lo que sigue es la entrevista que Diego Fischerman realizó con él y
publicó hoy en el diario Página 12.
“Mi ‘secreto’ es siempre ser un estudiante”
Es
uno de los grandes pianistas de la historia del jazz. Uno de los pocos –y tal
vez uno de los últimos– que crearon lenguajes y cuyos rastros pueden ser
seguidos en varias generaciones de sucesores. Chick Corea, después de su debut
en 1962, con Mongo Santamaría y Willy Bobo, a los 21 años, y de su paso por los
grupos de Blue Mitchell, de Herbie Mann y de Stan Getz, tuvo uno de los
comienzos como líder más espectaculares que puedan imaginarse, con dos discos
que quedaron para siempre como clásicos del género: Tones for Joan’s Bones, de 1966, y con Woody Shaw en trompeta, Joe
Farrell en saxo y flauta, Steve Swallow en contrabajo y Joe Chambers en
batería, y Now He Sings, Now He Sobs,
de 1968, en trío con Miroslav Vitous en contrabajo y Roy Haynes en batería.
Después
llegaría su fundamental pasaje por el grupo de Miles Davis, el Return To
Forever acústico y latino de los comienzos y el que luego encarnó la versión
más furibunda, eléctrica y compleja del jazz rock; la Elektric o la Akoustik Band ; el
mejor free con Circle y el trío ARC;
los dúos con Herbie Hancock o con Gary Burton; las revisitas a sus propias
invenciones; y más discos, muchos, tan distintos entre sí, dignos de cualquier
antología: Friends, The Leprechaun, Three Quartets, The Griffith
Park Collection, Voyage, los dos
volúmenes de Improvisations, ARC, Again
and Again, Crystal Silence, Romantic
Warrior, Children Songs y el
reciente Portraits, en piano solo
(que acaba de ser publicado también en la Argentina ). Parafraseando el título de una vieja
colección de literatura infantil, bien valdría la apelación “elige tu propio
Chick Corea”. Sin embargo, tal diversidad estilística no es tal. Siempre –como
en Igor Stravinsky, otro transformer–
se escucha allí al mismo creador. Y, además, ha logrado un estilo propio y
absolutamente reconocible, aun en los usualmente impersonales teclados
electrónicos.
“Cada
uno de nosotros tiene la responsabilidad de vivir de acuerdo con los estándares
que se ha fijado para sí mismo –reflexiona en diálogo con Página/12–. Demasiados acuerdos con ‘tendencias’ y ‘estilos’ merman
la posibilidad de que las nuevas ideas surjan. Poner el propio estándar bien
alto es el primer paso; pero el próximo paso es igualmente importante, o tal
vez aún más. Hay que llevar las propias intenciones a través de ese estándar y
no volver atrás por barreras o detenciones. Uno puede llamarlo ‘integridad
artística’ o sólo simple ‘persistencia’. Pero, en cualquier caso, creo que esa
podría ser la cualidad de individualidad en el jazz.”
En
una entrevista con este diario, el pianista Stefano Bollani, que tocó a dúo con
Corea, comentaba que lo que más le había llamado la atención era la relación
del pianista con el estudio. El hecho de que siempre, aun siendo ya un músico
absolutamente consagrado y con una técnica consumada, cada vez que lo
encontraba o hablaba con él lo encontraba estudiando. El propio Corea se
refiere a ello, mientras habla de lo que le dejó haber tocado con Miles Davis,
Stan Getz o Anthony Braxton, y, de paso, brinda una suerte de posible enseñanza:
“Mis logros han sido siempre el resultado de seguir mis intereses verdaderos o
de permitirme a mí mismo estar interesado en lo que verdaderamente me interesa,
y entonces ir más allá y aprender más acerca de ello, incrementando mis
habilidades gradualmente mientras hago ese camino. Mi ‘secreto’ es ser siempre
un estudiante y no el maestro que otros asumen que soy. Siempre he hecho todo
lo posible por encontrar la compañía de artistas y músicos de gran habilidad y,
trabajando para ellos o con ellos, observar cómo ellos logran hacer lo que
hacen y aprender a aplicarlo en mi propia vida. Esa manera de actuar, pensar
siempre qué es lo que se puede aprender de cada situación creativa, siempre ha
funcionado bien para mí”.
Chick
Corea es posiblemente el músico de jazz extranjero que más veces ha visitado la Argentina. Y la
mayoría de las formaciones con las que ha tocado en las últimas décadas han
actuado aquí, desde el fantástico dúo con el vibrafonista Gary Burton, y su
Elektric Band, hasta eclécticos grupos como aquel de 1996 en el que participó
en un homenaje a Piazzolla y, más recientemente, en 2012, con “Forever”, la
versión acústica, con Stanley Clarke en contrabajo y Lenny White en batería, de
aquel Return To Forever que cambió a un tiempo los límites del jazz y del rock
(y que tan influyente resultó aquí para músicos como Luis Alberto Spinetta y
Charly García). Hoy, el pianista volverá a actuar en Buenos Aires (en el Gran
Rex, Corrientes 857, a
las 21) y lo hará con su último proyecto, The Vigil. “Nuevas botellas, vino
añejo”, había titulado Gil Evans uno de sus discos más importantes, y algo de
eso hay en este grupo, donde la sonoridad remite a Return To Forever, pero la
música suena con originalidad y frescura. Integrada por Marcus Gilmore en batería
(incidentalmente, se trata del nieto de Roy Haynes), Hadrien Feraud en bajo,
Tim Garland en saxo y el guitarrista Charles Altura, la banda se presentará en
el Gran Rex. “No elijo tanto los sonidos como los músicos con los que hacer
música. No es diferente con mi nueva banda”, dice el pianista. “Estos jóvenes
músicos me inspiran. Aprendo de ellos cada noche, mientras viajamos y tocamos.
De esa manera, todo se conserva fresco y lleno de vida.”
Con
73 años, Corea pertenece a la misma generación que el guitarrista John
McLaughlin, esa que, hace unos cuarenta y cinco años, desde los grupos con los
que Miles experimentó con instrumentaciones electrónicas y en sus posteriores
ramificaciones, cambió masivamente el sonido y la concepción de la composición
en el jazz. Una mirada apresurada podría hacer pensar que en el tiempo
transcurrido desde aquellas revoluciones –y desde épocas en que se creía en las
revoluciones– no ha sucedido demasiado. Y que todo sigue en las mismas viejas y
sabias manos. “El mundo de la música está vivo y en buenas manos”, opina Corea.
“Los músicos jóvenes y los nuevos artistas están creando cosas nuevas en todo
el mundo y todo el tiempo. Lo que sucede es que nuestros sistemas sociales se
han alterado y probablemente han cambiado para peor. La música es un fenómeno
social; siempre lo ha sido. Y el espíritu de la creatividad está vivo en
nosotros. El verdadero problema, pienso, es cuán amigable resulta el medio
ambiente para permitir que esa creatividad florezca. Entonces, me parece, el
jazz, o cualquier actividad creativa, está ‘en manos de’ todos los que creamos
sociedades y ecosistemas culturales. Y cuantos más de nosotros creemos y
participemos del mundo de las artes, más saludables serán los ecosistemas y más
placenteras serán nuestras vidas.”
Entre
los múltiples intereses musicales de Chick Corea apareció en algún momento el
tango y, en particular, la obra de Astor Piazzolla. Parte de la responsabilidad
fue de Gary Burton, quien muy joven, como bajista del cuarteto de Stan Getz,
llegó a Buenos Aires en 1964 y compartió escenario con el formidable quinteto
del bandoneonista. A partir de ese momento, se hacía mandar cada disco de
Piazzolla y se convirtió en un auténtico fan. En los discos de Burton en dúo
con Corea –una relación virtuosa que comenzó con el disco Crystal Silence, editado por ECM en 1972– aparecen las huellas de
Piazzolla en más de un momento. “El gran Astor Piazzolla abrió muchas puertas
musicales para mí”, dice Corea. “Y muchos músicos fueron conmovidos por su obra
y por la inteligencia emocional de sus composiciones. Siempre tuve un interés
muy especial por su música y ese interés se incrementó cuando me pidieron que
escribiera tangos para una película. Al final, por mi propia recomendación,
para ese film usaron tangos clásicos, pero el proyecto me permitió investigar
mucho más profundamente en Piazzolla y en el tango.”
Pero
el gran cruce musical de Corea fue con el flamenco en general (que influyó
discos como My Spanish Heart, por
ejemplo) y Paco de Lucía en particular (con quien tocó en el disco Zyrab). “Paco era un fenómeno artístico
–recuerda el pianista–. El ayudó a que naciera una importante conexión entre el
jazz y su propia tradición del flamenco. Fui afortunado al ser parte de ello,
al convertirme en amigo de Paco y aprender muchísimo de él en cuanto a su
relación con la música. En nuestros numerosos y preciosos proyectos conjuntos,
me sentí muy fuertemente inspirado por Paco y la profundidad de su expresión.
Le debo muchísimo.”
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