miércoles, 27 de agosto de 2014

Fischerman, en vísperas del concierto de Chick Corea


Esta noche se presenta Chick Corea en Buenos Aires, con su nueva banda The Vigil.  Lo que sigue es la entrevista que Diego Fischerman realizó con él y publicó hoy en el diario Página 12.





“Mi ‘secreto’ es siempre ser un estudiante”

Es uno de los grandes pianistas de la historia del jazz. Uno de los pocos –y tal vez uno de los últimos– que crearon lenguajes y cuyos rastros pueden ser seguidos en varias generaciones de sucesores. Chick Corea, después de su debut en 1962, con Mongo Santamaría y Willy Bobo, a los 21 años, y de su paso por los grupos de Blue Mitchell, de Herbie Mann y de Stan Getz, tuvo uno de los comienzos como líder más espectaculares que puedan imaginarse, con dos discos que quedaron para siempre como clásicos del género: Tones for Joan’s Bones, de 1966, y con Woody Shaw en trompeta, Joe Farrell en saxo y flauta, Steve Swallow en contrabajo y Joe Chambers en batería, y Now He Sings, Now He Sobs, de 1968, en trío con Miroslav Vitous en contrabajo y Roy Haynes en batería.

Después llegaría su fundamental pasaje por el grupo de Miles Davis, el Return To Forever acústico y latino de los comienzos y el que luego encarnó la versión más furibunda, eléctrica y compleja del jazz rock; la Elektric o la Akoustik Band; el mejor free con Circle y el trío ARC; los dúos con Herbie Hancock o con Gary Burton; las revisitas a sus propias invenciones; y más discos, muchos, tan distintos entre sí, dignos de cualquier antología: Friends, The Leprechaun, Three Quartets, The Griffith Park Collection, Voyage, los dos volúmenes de Improvisations, ARC, Again and Again, Crystal Silence, Romantic Warrior, Children Songs y el reciente Portraits, en piano solo (que acaba de ser publicado también en la Argentina). Parafraseando el título de una vieja colección de literatura infantil, bien valdría la apelación “elige tu propio Chick Corea”. Sin embargo, tal diversidad estilística no es tal. Siempre –como en Igor Stravinsky, otro transformer– se escucha allí al mismo creador. Y, además, ha logrado un estilo propio y absolutamente reconocible, aun en los usualmente impersonales teclados electrónicos.

“Cada uno de nosotros tiene la responsabilidad de vivir de acuerdo con los estándares que se ha fijado para sí mismo –reflexiona en diálogo con Página/12–. Demasiados acuerdos con ‘tendencias’ y ‘estilos’ merman la posibilidad de que las nuevas ideas surjan. Poner el propio estándar bien alto es el primer paso; pero el próximo paso es igualmente importante, o tal vez aún más. Hay que llevar las propias intenciones a través de ese estándar y no volver atrás por barreras o detenciones. Uno puede llamarlo ‘integridad artística’ o sólo simple ‘persistencia’. Pero, en cualquier caso, creo que esa podría ser la cualidad de individualidad en el jazz.”

En una entrevista con este diario, el pianista Stefano Bollani, que tocó a dúo con Corea, comentaba que lo que más le había llamado la atención era la relación del pianista con el estudio. El hecho de que siempre, aun siendo ya un músico absolutamente consagrado y con una técnica consumada, cada vez que lo encontraba o hablaba con él lo encontraba estudiando. El propio Corea se refiere a ello, mientras habla de lo que le dejó haber tocado con Miles Davis, Stan Getz o Anthony Braxton, y, de paso, brinda una suerte de posible enseñanza: “Mis logros han sido siempre el resultado de seguir mis intereses verdaderos o de permitirme a mí mismo estar interesado en lo que verdaderamente me interesa, y entonces ir más allá y aprender más acerca de ello, incrementando mis habilidades gradualmente mientras hago ese camino. Mi ‘secreto’ es ser siempre un estudiante y no el maestro que otros asumen que soy. Siempre he hecho todo lo posible por encontrar la compañía de artistas y músicos de gran habilidad y, trabajando para ellos o con ellos, observar cómo ellos logran hacer lo que hacen y aprender a aplicarlo en mi propia vida. Esa manera de actuar, pensar siempre qué es lo que se puede aprender de cada situación creativa, siempre ha funcionado bien para mí”.

Chick Corea es posiblemente el músico de jazz extranjero que más veces ha visitado la Argentina. Y la mayoría de las formaciones con las que ha tocado en las últimas décadas han actuado aquí, desde el fantástico dúo con el vibrafonista Gary Burton, y su Elektric Band, hasta eclécticos grupos como aquel de 1996 en el que participó en un homenaje a Piazzolla y, más recientemente, en 2012, con “Forever”, la versión acústica, con Stanley Clarke en contrabajo y Lenny White en batería, de aquel Return To Forever que cambió a un tiempo los límites del jazz y del rock (y que tan influyente resultó aquí para músicos como Luis Alberto Spinetta y Charly García). Hoy, el pianista volverá a actuar en Buenos Aires (en el Gran Rex, Corrientes 857, a las 21) y lo hará con su último proyecto, The Vigil. “Nuevas botellas, vino añejo”, había titulado Gil Evans uno de sus discos más importantes, y algo de eso hay en este grupo, donde la sonoridad remite a Return To Forever, pero la música suena con originalidad y frescura. Integrada por Marcus Gilmore en batería (incidentalmente, se trata del nieto de Roy Haynes), Hadrien Feraud en bajo, Tim Garland en saxo y el guitarrista Charles Altura, la banda se presentará en el Gran Rex. “No elijo tanto los sonidos como los músicos con los que hacer música. No es diferente con mi nueva banda”, dice el pianista. “Estos jóvenes músicos me inspiran. Aprendo de ellos cada noche, mientras viajamos y tocamos. De esa manera, todo se conserva fresco y lleno de vida.”

Con 73 años, Corea pertenece a la misma generación que el guitarrista John McLaughlin, esa que, hace unos cuarenta y cinco años, desde los grupos con los que Miles experimentó con instrumentaciones electrónicas y en sus posteriores ramificaciones, cambió masivamente el sonido y la concepción de la composición en el jazz. Una mirada apresurada podría hacer pensar que en el tiempo transcurrido desde aquellas revoluciones –y desde épocas en que se creía en las revoluciones– no ha sucedido demasiado. Y que todo sigue en las mismas viejas y sabias manos. “El mundo de la música está vivo y en buenas manos”, opina Corea. “Los músicos jóvenes y los nuevos artistas están creando cosas nuevas en todo el mundo y todo el tiempo. Lo que sucede es que nuestros sistemas sociales se han alterado y probablemente han cambiado para peor. La música es un fenómeno social; siempre lo ha sido. Y el espíritu de la creatividad está vivo en nosotros. El verdadero problema, pienso, es cuán amigable resulta el medio ambiente para permitir que esa creatividad florezca. Entonces, me parece, el jazz, o cualquier actividad creativa, está ‘en manos de’ todos los que creamos sociedades y ecosistemas culturales. Y cuantos más de nosotros creemos y participemos del mundo de las artes, más saludables serán los ecosistemas y más placenteras serán nuestras vidas.”

Entre los múltiples intereses musicales de Chick Corea apareció en algún momento el tango y, en particular, la obra de Astor Piazzolla. Parte de la responsabilidad fue de Gary Burton, quien muy joven, como bajista del cuarteto de Stan Getz, llegó a Buenos Aires en 1964 y compartió escenario con el formidable quinteto del bandoneonista. A partir de ese momento, se hacía mandar cada disco de Piazzolla y se convirtió en un auténtico fan. En los discos de Burton en dúo con Corea –una relación virtuosa que comenzó con el disco Crystal Silence, editado por ECM en 1972– aparecen las huellas de Piazzolla en más de un momento. “El gran Astor Piazzolla abrió muchas puertas musicales para mí”, dice Corea. “Y muchos músicos fueron conmovidos por su obra y por la inteligencia emocional de sus composiciones. Siempre tuve un interés muy especial por su música y ese interés se incrementó cuando me pidieron que escribiera tangos para una película. Al final, por mi propia recomendación, para ese film usaron tangos clásicos, pero el proyecto me permitió investigar mucho más profundamente en Piazzolla y en el tango.”

Pero el gran cruce musical de Corea fue con el flamenco en general (que influyó discos como My Spanish Heart, por ejemplo) y Paco de Lucía en particular (con quien tocó en el disco Zyrab). “Paco era un fenómeno artístico –recuerda el pianista–. El ayudó a que naciera una importante conexión entre el jazz y su propia tradición del flamenco. Fui afortunado al ser parte de ello, al convertirme en amigo de Paco y aprender muchísimo de él en cuanto a su relación con la música. En nuestros numerosos y preciosos proyectos conjuntos, me sentí muy fuertemente inspirado por Paco y la profundidad de su expresión. Le debo muchísimo.”


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