La siguiente nota de Diego Fischerman anunciando el concierto que esta noche va a dar el piansita italiano Steffano Bollani apareció hoy en el diario Página 12. La bajada dice: "En su tercera visita, el pianista
italiano propondrá un nuevo recorrido del que se desconocen comienzo,
itinerario y destino, y que así permitirá zambullirse en un universo siempre
disfrutable: como quedó claro en sus conciertos anteriores, todo puede suceder."
Viajar a lo desconocido
El jueves 11 de mayo de 2006, el
pianista Stefano Bollani tocó por primera vez en Buenos Aires. Fue en la
apertura del Festival de Jazz de la ciudad, que en ese entonces, antes de que
la gestión del ingeniero Macri pretendiera habérselo inventado, se llamaba
“Jazz y otras músicas”. Allí, este músico brillante tocó en dúo con quien
todavía hoy considera su mentor: el trompetista Enrico Rava. Con él había
grabado para el sello ECM, en 2003, como parte de su quinteto (en Easy Living) y, en 2004, en un notable
disco en trío (el tercer hombre era el baterista Paul Motian) bautizado Tati. Y registraría, en el mismo año de
su actuación porteña, y, como aquí, en dúo, otro álbum, sin tercer hombre
alguno, llamado The Third Man. En
2007, Bollani regresó a Buenos Aires, a solas. Y hoy, a las 20.30, este músico
que se considera más “un improvisador” que “un músico de jazz” volverá a actuar
como solista.
En el Teatro Coliseo (Marcelo T.
de Alvear 1125), y como parte de un ciclo llamado “Verano italiano en Buenos
Aires”, programado por el gobierno de Italia en combinación con el Ministerio
de Cultura de Buenos Aires, Bollani tocará lo que, en sus propias palabras, “se
me ocurra en el momento”. Si fuera necesaria una prueba de hasta qué punto
llega su falta de premeditación (o la inutilidad de cualquier clase de plan
previo), bastaría con lo que cuenta acerca de la grabación de Piano solo (publicado también en ECM):
“La idea original era hacer un disco alrededor de Prokofiev. En muchas
ocasiones tomo piezas clásicas y las tomo como si no lo fueran, como materiales
para la improvisación. Me entusiasmaba improvisar sobre Prokofiev, o eso creía,
pero lo que me salía no me interesaba en absoluto. Estuve un rato largo en el
estudio de grabación sin lograr nada que me gustara hasta que me vino a la
cabeza “Don’t Talk”, una canción de los Beach Boys, que me cambió totalmente el
ángulo de lo que estaba haciendo. Finalmente, en el disco hubo algo de
Prokofiev y también un tango, “A media luz”, entre otras cosas; pero lo que
había planificado de una manera acabó siendo muy diferente a como lo había
previsto”.
Bollani tiene una discografía
profusa. Sólo en ECM se agregan, a los ya nombrados, un disco más con Rava (New York Days, de 2008, con un quinteto
que completan Mark Turner, Larry Grenadier y Paul Motian); Stone in the Water (grabado ese mismo año en trío con Jesper
Bodilsen en contrabajo y Morten Lund en batería); Orvieto, registrado en vivo a dúo con Chick Corea, en el festival
de esa ciudad, en diciembre de 2010 y enero de 2012; y O que será, un luminoso recorrido por algunas piezas maestras del
repertorio de la canción brasileña –y por alguna otra cosa, como el “Oblivion”
que Piazzolla escribió para un film de Marco Bellocchio– junto a Hamilton de
Holanda en bandolim (una mandolina folclórica de Brasil). Pero un panorama
representativo de este pianista casi inclasificable no debería excluir alguno
de sus discos para el sello francés Label Bleu –como el formidable I Visionari, de 2006, en quinteto con
Mirko Guerrini en saxos y flauta, Nico Gori en clarinetes, Federico Spinetti en
contrabajo y Cristiano Calcagnile en batería, con el agregado de la voz de
Petra Magoni y la suya propia– o su versión de Rhapsody in Blue y el Concierto
en Fa, de George Gershwin, registrada para Decca junto a la Orquesta de la Gewandhaus dirigida por
Riccardo Chailly.
Lo sucedido en Orvieto, en todo
caso, no es un hecho menor si se piensa que Bollani es el único pianista,
aparte de Herbie Hancock, con quien Chick Corea actuó y grabó a dúo. La idea
fue del director del Festival de Jazz de Umbria, Carlo Pagnotta, y, según
cuenta Bollani, “mi agente llamó a Chick y él dijo ‘sí’”. “Fue maravilloso
tocar con él”, afirma. “Era un fan de
Chick Corea desde niño, desde que empecé a escuchar pianistas de jazz a los 11
años. Y así y todo jamás hubiera imaginado el grado de pasión que él pone en la
música. Empezamos conversando por correo electrónico, y él siempre hablaba de
lo que estaba estudiando en ese momento y de los ejercicios que hacía en el
instrumento. Era un pianista de 70 años, hablando de estudiar y practicar.
Inmediatamente pensé que me gustaría llegar a esa edad y ser como él, todavía
apasionado y todavía un estudiante.”
Nacido a fines de 1973, Stefano
Bollani tiene entre sus fuentes al jazz. Pero su manera de abordarlo –o de
trabajar técnicamente con su instrumento– no es exactamente jazzística. Sus
improvisaciones, que obviamente releen a Art Tatum y a Bill Evans –y a Chick
Corea, claro–, entre muchos otros, lo hacen desde un universo más cercano al de
los Estudios para piano del compositor György Ligeti (que, a su manera, también
releen a Tatum) que a la propia tradición del jazz. Tampoco sus materiales
provienen de un solo lugar. Tango, canción brasileña, un movimiento de un
concierto de Prokofiev, Michael Jackson, Frank Zappa o una canción napolitana
pueden ser igualmente válidos como puntos de partida. “El tango y las canciones
de los años ’30 son la música del último período en que el gusto popular iba a
la par del de la crítica”, reflexiona. “Después tomaron rumbos opuestos. Y en
el medio inventamos el rock, como para complicarlo todo aún más. A mí me gusta
considerarme, por una parte, un divulgador, simplemente. Alguien que hace
conocer algunas músicas. Y, por otra parte, me interesa tomar una música con
una visión de 360 grados, aunque haya gente a la que esto no le venga bien.
Leonard Bernstein, casi al final de su carrera, escribió una misa con
instrumentación de rock. Y antes, comedias musicales. Y nadie se atrevería a
decir que no fue un gran músico. El jazz, para mí, fue el conocimiento de la
libertad. Si ahora, en nombre del jazz, se defendiera la falta de libertad,
significaría sencillamente la muerte del jazz.”
McCoy Tyner, uno de los grandes
pianistas de la historia de ese género e integrante del cuarteto de John
Coltrane, había dicho a este diario que tocar con ese saxofonista era como “un
viaje en el que sabíamos desde dónde salíamos, y a veces adónde deberíamos
llegar, pero jamás el recorrido”. La definición bien podría caberles a los conciertos
de Bollani, a solas con su piano. Con una diferencia: en estos casos tampoco se
sabe exactamente el lugar donde comenzará el viaje.
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