Un artículo Yahvé M. de la
Cavada , publicado el 2 de diciembre pasado en
el diario El País, de Madrid.
William Parker, jazzista global
No crean a quien les diga lo
contrario: hace tiempo que la historia del jazz se escribe desde la periferia.
Las superestrellas del género (los tuertos en un mundo de completa ceguera
comercial) pueden acaparar festivales y seguir siendo rostro recurrente de la
iconografía popular pero, los motores principales en el progreso de la
improvisación, se encuentran siempre apartados de los focos. Un sitio, por
cierto, donde se trabaja mejor.
En las últimas décadas, pocos
músicos como William Parker han
desarrollado un perfil tan completo en el jazz y la vanguardia afroamericana.
No es el único perfil poliédrico e hiperactivo en el jazz actual, pero sí el
que representa de manera más exhaustiva la tradición negra del jazz libre. Lo
ha hecho todo, y lo ha hecho bien: instrumentista estimulante, acompañante de
lujo, líder polifacético, compositor consumado, artista global… Su biografía
abarca desde una larga militancia en la Unit del
gran Cecil Taylor a la
organización del Vision Festival de
Nueva York, evento referencial en la vanguardia jazzística, pasando por
centenares de grabaciones y proyectos que le han situado en el olimpo del jazz
del siglo XXI. Y todo con un perfil discreto, de esos que hay que mirar detenidamente
para reparar en su abismal envergadur
Depositario de la herencia del
que fuera contrabajista definitivo de John
Coltrane, Jimmy
Garrison, Parker es capaz de aunar los aspectos más
espirituales del free jazz y, al mismo tiempo, los más intelectuales. No es
casualidad que sea el complice, casi alter ego, de músicos como David S. Ware y Matthew Shipp, colaboradores a su vez, pero
representantes de diferentes acercamientos a la improvisación. Si bien el
cuarteto de Ware (con Shipp y Parker) fue uno de los pocos aspirantes reales a
cubrir el vacío dejado por el último Coltrane, los grupos de Shipp, con Parker
como escudero, son máximos exponentes de un jazz nuevo y anguloso, portador de
tanta tradición jazzística como de nuevas tendencias surgidas en los últimos
años.
Y luego está el Parker compositor
y líder, que por sí sólo ha generado una carrera con muchas y muy ricas
ramificaciones, desde la improvisación más libre y feroz hasta unpost-bop intenso y con sustancia, tanto con
grandes como con pequeñas formaciones. Intentar abarcar todos sus universos
musicales en un artículo o en unas cuantas escuchas es imposible. Parker se ha
prodigado mucho y no es fácil cribar una carrera tan redonda y compleja. Cada
uno de sus grupos habituales tiene cualidades que deben ser experimentadas con
atención, como la intensa furia de In
Order To Survive, los ecos de Charles Mingus en la Little Huey Orchestra, la universalidad
de sus dúos con Hamid Drake, la reinterpretación de su
proyecto homenajes a Curtis Mayfield, las diferentes perspetivas
de sus tríos, etc. Todos tienen su propia magia, pero si hay uno al que Parker
se ha consagrado con más fruición, y con mejores resultados, es a su cuarteto
con Hamid Drake, Rob Brown y Lewis
Barnes.
Desde su fundación hace más de
una década, esta ha sido la formación con la que Parker ha medido la mayor
parte de sus proyectos. Tres músicos que, junto al contrabajista, han supuesto
el núcleo de la mayoría de sus bandas y grabaciones en los últimos años. Ahora,
mano a mano con Steven Joerg,
Parker recupera nueve horas de material inédito en directo que documenta
ampliamente la música del cuarteto —y de varias de sus extensiones— entre 2006
y 2012. La criatura se llama "Wood Flute Songs"
(Aum
Fidelity/Distrijazz) y es una colosal caja de 8 cedés que, más que
una retrospectiva, es un complemento necesario para entender la música que
Parker ha ido presentando en los últimos años.
Aunque "Wood Flute Songs" comienza en el
año 2006, esta historia se remonta al año 2000, cuando Parker estrena su
cuarteto con el imprescindible "O'Neal's Porch" (Aum Fidelity/Distrijazz).
Ya entonces, crítica y público se volcaron con el grupo, consideración que se
ha mantenido a lo largo de los años con cada referencia editada por el
cuarteto. Así, no es extraño que cuatro de los ocho cedés de esta caja
contengan la contrapartida en directo de esas grabaciones en dos auténticos tour-de-force grabados en 2006 y 2007. La solidez del
cuarteto es aplastante, y en directo desarrollan su música hasta límites
desconocidos en sus grabaciones de estudio. Largas tomas, improvisaciones
laberínticas y una comunicación inalcanzable para la mayoría, nos muestran a un
grupo a la altura de formaciones míticas como el cuarteto clásico de Coltrane o
los tríos de Bill Evans. El lenguaje es otro, pero la aplastante certeza de
estar ante un grupo irrepetible está ahí.
A partir de esa gigantesca tanda
del cuarteto en directo (cuidado con las dosis altas, esta es música intensa y
el efecto se puede diluir en exposiciones muy continuadas), nos encontramos con
cuatro mutaciones del grupo base, con orígenes diferentes pero con resultados
igualmente satisfactorios. Primero, una simple ampliación del cuarteto grabada
en 2009, con la presencia de tres grandes figuras del free jazz: el violinista Billy Bang, el saxofonista James Spaulding y el
cornetista Bobby Bradford. Aquí la suma es sencilla,
pero rotunda: el doble de solistas, el doble de diversión. No hay grandes
alardes arreglísticos, lo que indica lo casual de la ocasión, pero sí
ingeniosos voicings y solos de altura.
A continuación, la rareza del
set, una grabación de 2011 con el denominado (e inédito ) Creation Ensemble, que es básicamente
la unión del cuarteto y el grupo suizo AMR
Ensemble. La química entre ambas formaciones es rica e
intensa, y el disco encierra momentos de gran belleza, como el "Psalm For
Billy Bang" (que había fallecido cinco días antes del concierto), y
reinterpretaciones muy interesantes en las que encaja perfectamente la voz de
Ernie Odoom. Precisamente por lo inesperado de este encuentro, el del Creation
Ensemble es uno de los registros más valiosos de "Wood Flute Songs".
Los dos últimos cedés de esta
colección fueron grabados en junio de 2012 con dos de los grupos más
emblemáticos del contrabajista. Por un lado, Raining
On The Moon, la primera variante directa del cuarteto
original, con la incorporación de la pianista japonesa Eri Yamamoto y la
cantante y bailarina Leena Conqest. Una formación con identidad
propia que factura una música más grácil que la del cuarteto, en la que el
piano y la voz no resultan intrusos, sino auténticos protagonistas. Sumar para
crear algo completamente diferente. En directo, el efecto es el mismo.
Por último, un guiño al pasado y
una mirada al futuro: Parker retoma uno de sus primeros grupos, In Order To Survive, con una
perspectiva menos combativa que la de su encarnación original. En su momento
está banda fue el vehículo de la música más libre y descarnada del
contrabajista, pero en esta revisitación suena menos volcánica, aunque tan
orgánica y libre como cabe esperar. Una vez más el grupo se ha regenerado en
una formación diferente en la que el cuarteto sirve como base, con sólo un
componente extra: el fabuloso pianista Cooper-Moore,
un tipo cuya presencia ya vale un elogio. Es natural que se erija como figura
principal en la clausura de esta colección, tanto por su pianismo bullicioso y
fascinante, como por la simbiosis musical que muestra con Parker.
Obras como esta, extensas e
intensas, marcan un punto de inflexión en la carrera de cualquier músico,
volviendo la vista atrás y contemplando el largo camino recorrido. Para William Parker parece
ser un deuda pendiente, una necesidad de mostrar el lado más cotidiano de su
obra. Ese que le hace recorrer los escenarios de clubes y festivales desplegando
cada noche una visión de la improvisación honesta, fiel a la tradición y
altamente comprometida con la libertad. Su música, incluso presentada en forma
retrospectiva, suena a presente más que a ninguna otra cosa.
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