martes, 1 de mayo de 2012

Guillermo Hernández envía a Diego Fischerman a Polonia para espiar las disquerías locales y el enviado especial de Minton's manda su informe el Día del Trbajador

(Poznam. De nuestro enviado especial) Alentado por el beneplácito general que concitó su iniciativa de enviar a Jorge Fondebrider a París, Guillermo Hernández resolvió redoblar la apuesta de Minton’s y apostar un hombre en Poznan, cerca del límite de Polonia con Alemania. Eligió, para tal fin, a Diego Fischerman. Su decisión no podría haber resultado más desacertada.

Engañado, tal vez, por algún cuento del conspicuo cliente acerca de sus origenes polacos, no tuvo en cuenta que los abuelos paternos del designado corresponsal no se consideraban polacos y que, para peor, esa convicción era lo única que compartían con el resto de los nativos de esa tierra, que, como al resto de los judíos, tampoco los consideraban polacos. Sin lograr siquiera ser comprendido cuando decía Nie rozumiem po polsku, que significa “no comprendo polaco”, el enviado en Poznam llegó tarde a casi todas partes, se enteró cuatro días después de la actuación de Matana Roberts con su grupo de Chicago y, con dos días de diferencia, de la presentación del excelente grupo integrado por Bobby Few en piano, Mark Tokar en contrabajo, Perry Robinson –que actualmente reside en la misma Poznan– en clarinete, Klaus Kugel en batería y Waclaw Zimpel en clarinete bajo, de cuya música es buena prueba el álbum Undivided, publicado por el notable sello Multikulti Project.

Podría decirse, en realidad, que el enviado no dio pie con bola, turbado como estuvo por la presencia de jóvenes y delgadas mujeres de pómulos definidos, profundos ojos azules y largas piernas que comenzaban donde él terminaba. (Nota: aquí el corresponsal, aunque atrincherado detrás de una púdica tercera persona, decidió omitir la palabra “acababa”, mucho más musical y adecuada, para evitar interpretaciónes ambiguas; al fin y al cabo su prioridad es mantener en alto el difícilmente logrado –por otros– prestigio de Minton’s allende los mares).

Logró descubrir, sin embargo, algo valioso: una disquería que es a la vez la sede del citado Multikulti Project, que distribuye en Polonia el sello Clean Feed –y tiene su catálogo completo– y que, entre muchas otras consagradas al jazz a secas, al rock experimental o a la música clásica, dedica una gigantesca estantería, cuyo único defecto es lo apretados que están los discos y lo difícil que se hace mirarlos (el enviado, como si faltara algo, tiene notorios problemas de vista), al “avant-jazz”. Por supuesto, como corresponde a un negocio de esta naturaleza, quien entra allí es al comienzo despreciado, hasta que pronuncie alguna de las palabras clave capaces de ganarle el aprecio de la delicada cofradía de la avantgardski polaca. Tampoco es tan difícil: alcanza, por ejemplo, con preguntar por los discos de Zbigniew Namyslowski.

Varios largos estantes dedicados sólo a Braxton, son algunas de las delicias de este sano emprendimiento polaco situado bajo unas arcadas, en la parte más antigua de la ciudad y a unos pocos metros de la plaza central (Stary Rynek), cuyo nombre a la calle es Fripp Sklep. Tomasz Konwent, el amable vendedor, aseguró al enviado criollo que, a través de su dirección de e-mail (tomasz.konwent@multikulti.com) le vende a varios argentinos (que evidentemente actúan a espaldas de Minton’s) y que, en un máximo de diez días garantiza la llegada de cualquier disco que le pidan.

Por supuesto, el corresponsal también descubrió tarde esta disquería y apenas tuvo tiempo de seguir las recomendaciones de Tomasz, comprando discos con obras de dos autores contemporáneos, Paweł Mykietin y Paweł Szymanski –tienen también una sección clásica excelente–, Where My Complete Beloved is, el último disco de Hera (Paweł Postaremczak en saxo tenor y soprano, Ksawery Wójcinski en contrabajo y cello, Paweł Szpura en batería, Waclaw Zimpel en clarinete bajo, Sara Kaluzna en tempura y Mariucha Bikont en voz y armonio) y
Don’t Leave Us Home Alone, del dúo conformado por Tomasz Szweltnik en piano preparado y Mikolaj Trzaska en saxo alto y clarinete bajo. En rigor, el no haber tenido el tiempo suficiente para mirar en detalle fue una suerte, en tanto le ahorró parte del dolor que le hubiera causado verse enfrentado a la imposibilidad de comprar –o de pedir fiado, que es lo que hace en su tierra natal– todo lo que en ese caso hubiera deseado, debido a las limitaciones económicas a las que lo llevó el paupérrimo estipendio entregado por Hernández: unos magros kopeks de la época soviética que nadie quería cambiar y que sólo resultaron canjeables por un plato de lata con una porción de barszcz (sopa de remolacha) ya solidificada, remanente de los ranchos de campaña del ejército de Jaruzelski.

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