miércoles, 1 de junio de 2016

Jonio González se interna en un laberinto con los ojos cerrados

Los lectores de este blog ya saben quién es Jonio González y cómo escribe; están igualmente enterados de su pasión por el detalle y su voluntad de hacer una bandera de todas las causas perdidas. Por lo tanto, esta investigación completamente demente sobre la historia de una canción, previamente publicada en Cuadernos de Jazz, no los va a decepcionar.

Las vueltas de una canción

Intentar averiguar los orígenes de una canción popular equivale, a menudo, a internarse en un laberinto con los ojos cerrados. La tonada anónima tiene de pronto compositor con nombre y apellido. La melodía inspiradora resulta ser hija y no madre, o al revés. El camino de ida es el camino de vuelta, y a veces el jazz una parada intermedia.

Barbez
Hace pocos años, en 2007, cayó en mis manos Force of Light (Tzadik TZ 8119), de Barbez, un grupo de lo que se ha dado en llamar avant rock o post rock (una suerte, en definitiva, de rock progresivo pasado por diversos tamices y que suele asociarse al jazz de vanguardia) del que lo desconocía todo salvo que John Zorn había puesto el ojo en él, lo cual suscitaba en mí, más que confianza, una esperable curiosidad. Lo de que se incribiría en la corriente de la música radical judía lo daba por hecho, pero aun así me sorprendió, y emocionó, escuchar la voz de Fiona Templeton recitando poemas de Paul Celan, entre ellos el estremecedor Shibboleth, de De umbral en umbral (“Pon tu bandera a media asta, recuerdo. A media asta el día de hoy y siempre”). Por lo demás, la propuesta musical de Dan Kaufman (guitarrista, productor y compositor de todos los temas), Dan Coates, Danny Tunick, Peter Hess, etc., me parecía sumamente inspiradora. Decidido a investigar un poco, recalé en su segundo disco, homónimo como el primero y lanzado en 2004 por Important Records (imprec036). En él la impronta klezmer es menor: composiciones de Brecht y Weill, canciones populares rusas, vodevil, menos preocupación por elaborar atmósferas (principal característica de Force of Light) que por pulir arreglos. Luego, como demasiado a menudo ocurre, el entusiasmo decreció y mis oídos fueron en busca de nuevos sonidos o a refugiarse en los sonidos conocidos.

No obstante, es sabido que el pasado siempre vuelve, y en lo que atañe a mi relación con Barbez lo hizo, a finales de 2013, en la forma de su último disco, Bella Ciao (Tzadik TK 8180). En él Kaufman se  inspira en las escalas y melodías tradicionales judías propias de Italia (y más concretamente de Roma), donde esta comunidad, que no llegaba a los cuarenta y cinco mil individuos, fue perseguida, deportada, asesinada. Y lo hace tras entrar en contacto con el etnomusicólogo Leo Levi y, sobre todo, con Elio Piattelli, que han dedicado una parte importante de sus esfuerzos a conservar la tradición oral judía italiana, incluida la musical. El disco, que recoge poemas, recitados nuevamente por Fiona Templeton, de Alfonso Gatto (“Un ser humano grita, luego nada, sólo la nieve...”) y Pier Paolo Pasolini, destila dolor, melancolía, gravedad, solemnidad incluso, pero también energía, como si de tanto sufrimiento también pudieran extraerse fuerzas.  Y una parte importante de esa energía la reflejan las alusiones a la resistencia partisana, la principal de las cuales, naturalmente (al menos en principio), es la canción que da título al álbum, en una interpretación estremecedora de Dawn McCarthy.

Yo no conocía otra versión jazzística de Bella ciao que la profundamente melancólica de Giovanni Mirabassi en Avanti! (Sketch SKE 333015), y es cierto que la de Bartez, gracias en buena medida al clarinete de Peter Hess, imprimía a la melodía unos acentos klezmer que, dado el contexto, parecían lógicos. Y ahí quedó la cosa: otro bello e interesante disco del grupo que lidera Kaufman y una muestra más de las inquietudes llamémoslas raigales de éste. Con un merecido recuerdo a los luchadores por la libertad.

Tiempo después, sin embargo, topo con una preciosa versión de Bella ciao a cargo de la gran Lucilla Galeazzi. Y el sin embargo viene a cuento de que de pronto Paolo Rocca se hace cargo de un solo de clarinete en el que parece concentrarse toda la tradición de la música judía. ¿Meras casualidades melódicas?  Tal vez. O tal vez no.


UN POCO DE HISTORIA
Bella ciao, como suele ocurrir con las canciones populares, tiene un origen incierto. Quizá, por la letra, éste se encuentre en Fior di tomba, o, por la estructura, en una canción infantil, La me nòna l'è vecchierella, las cuales habrían dado paso, hacia finales del siglo XIX, a Alla mattina appena alzata, o Lavoreremo in libertà, o, para añadir un poco más de confusión, Bella ciao, que cantaban las jornaleras que trabajaban en los arrozales del valle del Po y cuya letra ya reclamaba justicia (“Ma verrà un giorno che tutte quante lavoreremo in libertà”). Considerada por todo el mundo el himno de los partisanos, Bella ciao se apropió de Alla mattina..., alguien (hay quien sostiene que el más tarde periodista Enzo Biagi) modificó su letra y acabo convertida en un himno internacional contra la opresión (algunos incluso creen saber el nombre de su autor: el campesino y partisano Vasco Scansani, de Gualtieri, Reggio Emilia, y hasta la fecha en que la escribió: 1951).

Sin embargo, no siempre fue así. Es cierto que se trataba de una canción de la resistencia italiana, pero sólo en el centro de Italia, en el Lazio, Abruzzo, la Emilia, y entre los años 1944 y 1945, y ni siquiera fue la preferida de los partisanos, que en su mayoría al parecer se inclinaban por Fischia il vento, basada en una canción rusa (Katiuscia) de 1938 y con una letra que aludía claramente al imaginario comunista (“Conquistar la roja primavera”, “El sol del porvenir”, etc.). Y, de acuerdo con el historiador Cesare Bermani, fue precisamente esta razón, y la necesidad de democristianos, socialistas y militares de consensuar un himno de lucha contra el invasor que, de paso, dejara fuera a los comunistas, lo que llevó en 1964, casi veinte años después de terminada la contienda, a los responsables de Il Novo Canzionere Italiano a presentar en Spoleto un espectáculo con el título Bella ciao, que se abría con la versión de las jornaleras y se cerraba con la de los guerrilleros, trasformándose así en un homenaje cantado a “la república nacida de la resistencia”. Es decir, la resistencia como reflejo de la unidad de los partidos en torno a la constitución republicana. Un ejemplo más, sencillo, directo, de que la historia, en el fondo, es una serie de inventos.


DEL LAZIO A NUEVA YORK PASANDO POR ODESSA
Lo que ciertamente no puede tacharse de invento es la grabación, en octubre de 1919, de una canción titulada Koilen por el acordeonista, gitano y cristiano, nacido en Odessa y dueño de un restaurante en Nueva York Mishka Ziganoff e incluida en Klezmer-Yiddish Swing Music (Forever Gold FG336, 2005). Como tampoco es un invento que Koilen se asemeja enormemente a Bella ciao, o a Alla mattina appena alzata, o quizá incluso a La me nòna l'è vecchierella. Por supuesto, Koilen es, a su vez, una reelaboración de una vieja canción yiddish, Dus Zekele Koilen (Una bolsita de carbón), de la que existen al menos dos registros, uno de 1921 por Abraham Moskowitz, y otro de julio de 1922 por Morris Goldstein, en el que la canción, con un principio idéntico al de Bella ciao, aparece con el título Dus Zekele mit Koilen y Abe Schwartz como autor de la letra (Victor 73277).

¿Cuál es, pues, el origen de Bella ciao? Resulta casi imposible saberlo. Por una parte, el folklore yiddish, según sus estudiosos, recibió múltiples influencias, tanto de las tradiciones musicales rumana y búlgara, como de la música árabe, la gitana, la provenzal. No es casual, en este sentido, que hasta el himno nacional de Israel, el Hatikvah, derive de una canción italiana del siglo XVII, La Montovana, compuesta por el tenor Giuseppe Caesi y recogida por Smetana en una de sus suites orquestales. Por otra parte, ¿es posible que una canción campesina pasara al acervo musical de un pueblo que no tenía derecho a poseer tierras? Evidentemente, sí, pues los intercambios, siquiera comerciales o de intercambio, tenía que ser múltiples, y por ello mismo no debe extrañar que esa melodía, en su nueva versión, llegase a Odessa o donde fuera que el bueno de Ziganoff y otros la escucharan. ¿Y lo contrario, esto es, que los campesinos italianos adaptaran para crear una canción infantil una melodía del folklore judío, con el que apenas tenían contacto? A priori, parece más difícil, entre otras cosas por el aislamiento cultural en que vivían, y eran obligados a vivir, los israelitas, por no mencionar que, en Italia, para mediados del siglo XIX estos, cuyo número no llegaba a cincuenta mil, estaban instalados casi exclusivamente en las grandes urbes, en especial Roma.

Modena City Ramblers
Como quiera que sea, judía o italiana, Bella ciao siguió andando, convertida ya en un himno emblemático a la libertad (en muchas ciudades europeas se entonaba en las manifestaciones contra la guerra de Iraq, nos recuerda Marco Toscano, un estudioso de sus orígenes). Puede escucharse en versiones tan distintas como las de Yves Montand, Mercedes Sosa, Milva o grupos que, como los Modena City Ramblers o Les Anarchistes, apoyan causas políticas alternativas. O como la de Goran Bregovic, que la agitana a voluntad. O como la de Nicoletta Umili, que acompañada por el acordeón de Tom Torriglia la descarna en busca de su esencia. O como la de Underground System, que combinan post punk con afro beat y funk al mejor estilo Fela Kuti.

Quién sabe, quizá dentro de unos años alguien busque de nuevo los orígenes de Bella ciao y llegue a la conclusión de que hay que buscarlos en el folklore yoruba. Será entonces cuando de nuevo alcance aquello que pregonaba Manuel Machado acerca de las coplas, que no son coplas hasta que las canta el pueblo, y que cuando el pueblo las canta ya nadie sabe su autor.


Barbez:

Lucilla Galeazzi
  
Misha Ziganoff


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