viernes, 15 de julio de 2016

Smith, Taborn & Maneri por Marcelo Cohen

La siguiente es una reseña tardía sobre el concierto que el 30 de junio pasado Ches Smith, Craig Taborn y Mat Maneri dieron en el Centro Cultural Kirchner, escrita por Marcelo Cohen para la revista Otra parte,

The Bell

A los veinte minutos del imborrable concierto que el trío de Ches Smith dio el 30 de junio en el Centro Cultural Kirchner, varios miembros del público que ocupaba casi toda la ex Ballena Azul empezaron a escabullirse. Tal vez habían ido a escuchar algo que respondiera a la acepción prevaleciente de jazz, hard bop o lo que fuera, y de ser así el éxodo habla en general del diferendo recurrente entre el arte audaz y la mente condicionada. Nadie se va a sorprender ni enojar ya por eso; lo llamativo fue que a la salida muchos asistentes silbaran al pie de la nota pasajes de las piezas huidizas y tupidas que habían escuchado. The Bell, el disco que el trío vino a presentar, es una buena oportunidad para explicarse cómo una música tan cerebralmente escrita (los tres echaban el ojo a partituras) tiene tal facilidad de transmisión anímica. La clave del entusiasmo, por supuesto, es la improvisación. Pero no lo explica del todo porque la música de Smith está en tendida a lo inalcanzable y él la quiere así. Para el oído, un trío de percusión (económica), piano y viola ya es tímbricamente insólito. Bien empiecen con el vibráfono de Smith esbozando discretas zonas para que escarceos de piano y viola creen una atmósfera, bien con un drone de Maneri, un tenue fraseo de Taborn o un nervioso enjambre de alturas que van precipitando, todos los temas arden de un pálido fuego, una inquietud sutil. Poco a poco, o a veces de golpe, los motivos melódicos aireados y sucintos —que se despliegan en reiteraciones minimalistas, pulsos encontrados y un microtonalismo mechado de fugaces discordancias— se vuelven más resbaladizos; con el suplemento energético de la improvisación, la interacción se intensifica y las texturas se adensan. Como en ciertos cortes el ritmo es impetuoso de punta a punta (enWacken Open Air”) o el patrón se invierte (de la baraúnda al sosiego en “For Days”), lo que está pasando ahí podría escapársenos de no ser por las amplias destrezas de esta gente con apetito crónico de hallazgos. Maneri y Taborn, cuyos historiales llenarían sendos folletos, tocan juntos desde que Taborn fundó el mejor jazz electrónico conJunk Magic (2004). Smith se inició en el rock indie (con Xiu Xiu, por ejemplo), desde hace años es pilar de la mitad de los combos del jazz de vanguardia y mantiene varios experimentos más, entre otros el furiosamente eléctrico Ceramic Dog con Marc Ribot. Como los mejores de su oficio, sabe bien cuándo redoblar como un tamborilero, disgregar el beat en modo free, frotar los parches con el pulgar mojado o asordinarlos con el pie, mientras suelta una diáspora de tonos rozando los platillos; todo y más en un continuo de atención a lo escrito e invención libre. Sumemos los tránsitos del piano entre la gracia velocísima y acordes atronadores como descargas de acero laminado, los de la viola entre el susurro invernal y breves sobreagudos, llamaradas, chirridos: esta música acústica llena de groove pide una concentración de sala de concierto y arrebata como una performance rockera. Sobriedad escénica y vehemencia activa: llamémosla camerística metálica o metal de cámara. No sé cuántas veces ellos tocan para tanta gente y tan contenta, pero esa noche se los veía exultantes y todavía dispuestos, como si la audacia hubiera dado un paso hacia lo alcanzable.


domingo, 3 de julio de 2016

Sucedió en el suburbio: asado en homenaje a Ches, Mat y Craig


El mismo día de la partida de Ches Smith, Mat Maneri y Craig Taborn hacia su próximo concierto en San Pablo, el núcleo duro de Minton's decidió homenajearlos con el correspondiente asado. El ágape tuvo lugar el sábado 2 de julio en la residencia del Señor M., en un suburbio de Buenos Aires.

Desde temprano, haciendo uso de sus conocimientos culinarios (que aquí se resumen en un sazonado francamente extraordinario con un toque debidamente marroquí), el Sr. M. se dedicó a su parrilla, aun cuando las condiciones atmosféricas no lo acompañaron.


Debajo de una lluvia torrencial, las carnes se asaron en su justa medida, como para demostrarles a los visitantes en qué consiste uno de los mejores aspectos de la argentinidad. Al amor de las brasas, tanto el vacío como un descomunal ojo de bife (que para la traducción quedó como rib eye, aunque, quién sabe), supieron dar de sí todos sus jugos y proteínas.


Y, precisamente, ya que de proteínas hablamos, hubo que fijarlas, razón por la cual, algunos de los invitados aportaron sus conocimientos y parte de sus propias bodegas, para así poder cumplir debidamente con este imperativo. Y, claro, para evitar la uniformidad, hubo quien prefirió cerveza (cfr. el dueño de Minton's) y quien esperó pacientemente a que llegara el café y con él, una exquisita vodka polaca de la que rápidamente dieron cuenta los comensales más avispados.



Como en otras ocasiones, los músicos fueron debidamente alimentados e hidratados. En la foto se los ve durante uno de esos raros momentos en que paró de llover, siendo instruidos por algunos de los miembros del núcleo duro, sobre las bondades del fuego de leña, los puntos de cocción considerados correctos y otras bondades del noble arte del asador. Asimismo, accedieron a responder a las muchas preguntas a las que fueron sometidos, sin hablar de la firma de ignotos discos comprados en épocas pretéritas todos sabemos en qué disquería.

Llegada la hora de la ingesta, los comensales se dispusieron en tres mesas. Alguien, con malevolencia, llamó a la primera, en la que estaban sentados el anfitrión, Hernández (que exhibe una incipiente tonsura) y los músicos, la "mesa presidencial". Pueden verse, una segunda mesa en la que el mejor ingeniero de sonido de la Argentina (palabras de Joe Zawinul), preside desde su silla blanca. Más hacia el fondo, un ex modelo de Calvin Klein, departe con el  representate de John Deere en la Argentina, acompañado por un crítico de fuste, mientras el Dr. B. oficia de mozo (changa que le consiguió Hernández para que se haga unos pesos).


Como la tarde transcurría y los platos seguían llegando, fue necesario hacer una pausa que algunos aprovecharon para fumar cigarros y otros, para tomar aire. Entre estos últimos estaban los músicos y el Sr. MC, a quien, en un momento, Ches, Mat y Craig le propusieron que se uniera al grupo. No se sabe si por modestia o por no saber ningún instrumento, el Sr. MC declinó la oferta y, orgulloso, mostró su remera galesa, adquirida en Cardiff, durante le último mundial de rugby.




El Sr. M., acaso entusiasmado por el buen ambiente de la tarde, tuvo un aparte con Craig Taborn, a quien le aconsejó qué temas agregar y qué temas descartar de su repertorio, al tiempo que le indicaba cuáles eran los mejores parajes para la pesca del surubí en el Alto Paraná. Taborn, que no entiende castellano, se mostraba interesado. Segurametne la generosa ingesta de distintas variedades de Malbeck hizo posible eso de que hablando la gente se entiende. Y si no, no importa.

A medida que caía la noche, todos fueron embargados por una cierta melancolía, que, un observador objetivo, equiparó con una digestión lenta. Un filósofo presente añadió: "Y así va pasando la vida".

sábado, 2 de julio de 2016

Smith, Taborn y Maneri: hasta ahora, uno de los mejores conciertos del año.


Pasada la deslumbrante actuación del trío conformado por Ches Smith, Mat Maneri y Craig Taborn, ésta es una reseña de esa velada. La nota de hoy tampoco está firmada, pero como en el caso de la del jueves pasado, salió en Página 12 y es obvio quien la escribió. 






Por quién doblan las campanas

Es una obviedad. Un trío no son tres instrumentos juntos sino la casi infinita combinatoria entre las distintas modalidades de ataque, de fraseo, los matices y las ideas de cada uno de ellos potenciadas por las de cada uno de los otros y, a su vez, por el conjunto. O, por lo menos, eso es lo que sucede con los tríos excepcionales, como el que se presentó este jueves en Buenos Aires presentando en vivo uno de los mejores discos –y más desafiantes, en el mejor sentido de la palabra– publicados en lo que va del año.

El percusionista Ches Smith –pensar en él tan sólo como un baterista o un vibrafonista es, como sucedía con Barry Altschul, perder de vista la riqueza de su concepto instrumental–, el pianista Craig Taborn, uno de los grandes nombres actuales en su instrumento, y el violista Mat Maneri conforman una suerte de unidad extraña, proteica, donde confluyen tradiciones y materiales históricos tanto del jazz como de las vanguardias académicas del siglo pasado. En una interesante vuelta de campana, el grupo del disco The Bell retoma en el campo de lo popular –o de lo que dialoga de forma más evidente con lo popular, sobre todo por el papel que allí juega la improvisación y el gesto de la interpretación– aquellas tendencias como el minimalismo, que la tradición académica tomó alguna vez precisamente de allí. Los loops, los ostinatos, en todo caso, en la música de Smith, Taborn y Maneri toman una dimensión totalmente diferente. Se integran en una espiral de saturación que desemboca en una explosión sonora, es interrumpida por acentos y voces secundarias, o es comentada, permanentemente, por el oscilante microtonalismo de la viola o por las casi aéreas, deslizantes variaciones del piano.

Más allá de que el control técnico de cada uno de los tres integrantes es asombroso, nunca está puesto en primer plano. Es, invariablemente, un vehículo de la riqueza musical y de la variedad de posibilidades expresivas. Aún así, sorprende el peso de la mano izquierda de Taborn y su talento para manejar líneas rítmicas y melódicas absolutamente independientes, y la infatigable búsqueda tímbrica y textural de Smith, utilizando los dedos humedecidos, la punta o los bordes de sus baquetas para multiplicar las posibilidades de un set paradójicamente pequeño –una batería chica, un vibráfono–, pero aprovechado al máximo.


El trío tocó el material de The Bell, que el sello ECM publicó en enero, y en vivo fue, aun más patente que en el disco, el exquisito equilibrio entre escritura e imprevisto con el que se maneja esta música –y estos músicos–. Cada uno de ellos es o ha sido una pieza fundamental en grupos de artistas como Cecil Taylor, Tim Berne o John Zorn. Y aquí, aglutinados alrededor de un proyecto tan original como seductor, entran y salen de lo escrito con una fluidez sorprendente. En un paisaje de oscuridades que quitan el aliento, el grupo no le teme a la potencia y hasta al funky –un funky inquietante y contrahecho, es cierto– de “Wacken Open Air”, el tema que, luego de la ovación de una sala respetuosa y repleta, coronó una actuación memorable.

jueves, 30 de junio de 2016

¡Ches Smith, Craig Taborn y Mat Maneri hoy en el CCK!

El siguiente artículo, publicado sin firma en el diario Página 12 de hoy, da cuenta de la presentación que hoy realizará el trío conformado por Ches Smith, Craig Taborn y Mat Maneri en el Centro Cultural Kirchner y también adelanta parte de la programación de este año en esa misma institución. En la bajada se lee: “El grupo, conformado no sólo por tres virtuosos sino por músicos de gran apertura y riqueza de horizontes, presentará el material de una de las mejores ediciones en lo que va del año, The Bell, publicado por el sello ECM. El trío también ofrecerá una clase magistral”.

Para quienes todavía lo llaman jazz

“Todavía lo llaman jazz” fue el título de uno de los mejores programas radiales dedicados alguna vez a ese género. Lo conducía Jorge Andrés, que había sido crítico de la revista Análisis y del diario La Opinión. Y treinta años después, la formulación sigue vigente. Algo hay, en esas músicas desafiantes, muchas veces resistentes a las clasificaciones y con certeza incómodas para cualquiera que piense que las músicas son inmutables, que hace que esa pequeña palabra, surgida hace más de un siglo, continúe teniendo significado. Y hoy a las 20, en el Centro Cultural Kirchner, la actuación del notable trío del baterista Ches Smith, el pianista Craig Taborn y el violista Mat Maneri, será una de las mejores ocasiones posibles como para comprobarlo.

El grupo, conformado no sólo por tres virtuosos sino por músicos de gran apertura y riqueza de horizontes, presentará el material de una de las mejores ediciones en lo que va del año, The Bell, publicado por el sello ECM. Y además dará una clase magistral mañana, de 17 a 19 horas, en el mismo centro cultural y también con entrada gratuita. Smith, percusionista de los grupos de John Zorn, Wadada Leo Smith, y del Snakeoil de Tim Berne, entre muchos otros, es posiblemente uno de los músicos más reconocidos por sus colegas y, al mismo tiempo, con un perfil más bajo para sus oyentes. De hecho este trío, junto al excelente grupo These Arches –donde tocan la guitarrista Mary Halvorson y el saxofonista Tony Malaby– es uno de los escasos proyectos en que su nombre figura al tope del cartel. Taborn, uno de los pianistas más importantes de su generación, y Maneri, que con un instrumento atípico para el jazz como es la viola, ha sido compañero de ruta de artistas como Cecil Taylor, Matthew Shipp, Paul Motian, Gerald Cleaver, Berne y Michael Formanek, inteactuan con Smith en una música con un fuerte sesgo experimental donde se integran células repetitivas, un exquisito manejo de los silencios y un especial énfasis en las texturas.

La actuación del trío forma parte de una muy buena programación que ya ha contado con las presencias del contrabajista Devin Hoff y el clarinetista Ben Goldberg y que incluirán las visitas de Tim Berne (el 24 de septiembre) y de la genial pianista Marilyn Crispell (el 5 de noviembre). Más allá de algunas presencias inexplicables en el área curatorial, y de una retórica tan injustificada como antiestética, empeñada en borrar todo signo de la gestión gubernamental que creó y puso en funcionamiento el centro, por la cual Kirchner se llama CCK, la Ballena Azul es la Sala Sinfónica, los conciertos son “contenidos federales” y los funcionarios se deleitan con palabras como “sinergiar”, el Kirchner ha encarado una tarea mayor en el campo del jazz, dando una participación de importancia a los músicos argentinos y a la tarea docente, capitaneados por el gran pianista Ernesto Jodos, quien es además el director de la carrera de jazz en el Conservatorio Manuel de Falla. En julio estarán presentes, por ejemplo, Manuel Ochoa y Pepi Taveira Cuarteto, Adrián Iaies y Jorge López Ruiz Cuarteto y el pianista cordobés Eduardo Elía. También continuará, todos los miércoles a las 19, Jazz, ciclo de compositores, dedicado a la difusión de nuevas composiciones, donde actuarán el trío de Guillermo Romero, el del contrabajista Hernán Merlo, Juan Carlos “Mono” Fontana y el trío del saxofonista Ricardo Cavalli. Otra de las actividades importantes es el ciclo Residencias Jazz, que vincula a estudiantes argentinos del género con grandes maestros norteamericanos, y que se realiza en colaboración con la Embajada de los Estados Unidos. Con la curaduría de Jodos, la dinámica de los encuentros consiste en la interacción del maestro invitado con los ensambles de estudiantes de la Carrera de Jazz del Conservatorio Superior Manuel de Falla, encuentros que culminan con una presentación conjunta en el Centro Cultural Kirchner.


miércoles, 29 de junio de 2016

Nuevo álbum de Pat Metheny comentado por Diego Fischerman

“Con su grupo –aquí ampliado– aúna el viejo espíritu de los cuartetos y el estilo más desembozado de sus proyectos más abiertamente jazzísticos”, escribe Diego Fischerman en Página 12 de hoy, a propósito del último disco de Pat Metheny.

 

Sutileza e intensidad


Mucha música –o mucho de lo que el ser humano hace sobre la Tierra– no llega a acercarse a lo que se enuncia. Y, para peor, muy pocos, empezando por el propio artista, perciben esa diferencia. Por fortuna, existe, también, lo contrario. Aquellos que hacen grandes obras a partir de declaraciones pequeñas. Borges, y sus aparentemente insignificantes cuentos de cuchilleros o de sueños y de espejos, es un ejemplo inmejorable en el campo de la literatura. Y tal vez no haya mejor encarnación posible, en el terreno del jazz, que Pat Metheny. Muy pocas veces, en todo caso, tanta técnica, tanto buen gusto y tanta elaboración rítmica y contrapuntística está puesta tan al servicio de la facilidad. De la supuesta falta de grandes aspiraciones. En pocas músicas, en todo caso, la complejidad de factura es un vehículo tan natural para la sencillez de lo que se escucha.

Unity Sessions es su nuevo disco para el sello Nonesuch, con el cuarteto con el que, de alguna manera, aúna el viejo espíritu de los cuartetos con Lyle Mays en los teclados y el estilo más desembozado de sus proyectos más abiertamente jazzísticos, incluyendo el extraordinario –y posiblemente subvalorado– Song X que grabó junto a Ornette Coleman. Chris Potter en saxo tenor y soprano, clarinete bajo y flauta, Antonio Sánchez en batería y cajón y Ben Williams en contrabajo y bajo eléctrico conforman el núcleo del grupo. No es un dato menor que Metheny incluye en un saxo en la banda por primera vez desde sus grabaciones con Michael Brecker y Dewey Redman, para el disco 80/81. Y se agrega además un quinto elemento, uno de esos músicos multifuncionales –como alguna vez fue para él Pedro Aznar– que tanto le gustan, Giulio Carmassi, quien toca piano, fluegelhorn y sintetizador, canta y, como si fuera poco, también silba.


La idea del disco, que es en rigor la banda de sonido de un video que se editó conjuntamente, fue alquilar un teatro al final de una gira, montar allí un estudio de grabación y cerrar el capítulo con un registro de lo que allí había sucedido musicalmente –y de lo que sucede cuando una banda de grandes músicos lleva un tiempo tocando juntos–. Algún antiguo tema –el bellísimo “Two Folk Songs 1”, que abría 80/81–, una notable zapada alrededor de “Cherokee” y una mayoría de temas de Kin, el álbum que habían presentado en la gira, deja lugar para el lado más introspectivo de Metheny, con puntos altísimos como “Adagia” y un medley casi íntimo, donde enhebra varios de sus temas ejemplares: “Phase Dance,” “Minuano (Six Eight)”, “This is Not America “ y “Last Train Home”. Más allá de que varias de las composiciones están incluidas en el disco anterior, la intensidad, la sutileza, la interacción de Metheny coon cada uno de los otros integrantes pero, sobre todo, con Potter y Sánchez, hacen de estas “sesiones” un umbral a tener en cuenta. La originalidad del cuarteto –esta vez ampliado– es, por otra parte, juntar con fluidez las dos caras del músico. Tanto el garage americano, con sus inflexiones folkie, ese rasguido que Metheny incorporó al mundo del jazz, e incluso las rítmicas latinoamericanas que le vienen de su enamoramiento por Brasil y, también, el diálogo creativo con la tradición del bop, es decir todo eso que, a falta de palabras mejores, se sigue llamando jazz moderno.